XXXVI. Fichas en su lugar

844 83 11
                                    

Rin

No me siento nada bien, estoy desorientada y mi pecho duele mucho, quizás este dolor es gracias a la mirada del hombre que amo. Nunca jugaría con él, no con la persona que más me hizo feliz, la única que ha logrado que dude sobre mis decisiones, Sesshomaru es el hombre al cual amo.

Llevo una mano a mi vientre, me encuentro muy desorientada, todo lo que escucho son gritos que no puedo enfocar, estoy más concentrada tratando de no desmayarme y vomitar.

Este bebé es igual al padre.

Controlo las náuseas, pero de verdad que necesito irme de aquí, quiero dormir, quiero dejar de sentir este dolor en mi pecho que solo se eleva a cada puto segundo. Jadeo un poco, pero entonces siento su tacto. Conocería ese tacto donde sea, la mano de Sesshomaru acuna mi rostro y me hace levantar la cabeza, sus hermosos ojos me deslumbran, él es increíblemente hermoso.

—Vamos—su voz es suave y calmada, estoy tan desorientada que dejo que me guíe, no entiendo lo que pronuncian los murmullos, yo solo puedo enfocarme en la paz que me brinda Sesshomaru con solo un tacto y una mirada. Esta fue la razón que me enamoró, la calma que me trasmite, pero al mismo tiempo ese fuego que amenaza cada segundo con quemarme.

Subo en una camioneta y él se sienta a mi lado. Sus manos pasan por mis hombros y mi cabeza cae en su hombro. Siento que he corrido por días, el cansancio es muy fuerte.

—¿Estás mejor?—pregunta acariciando mis brazos. Levanto la mirada, debo de verme horrible, pero su mirada solo me dice cuanto me ama. ¿Cómo no amarlo? Él es la razón por la cual seguir luchando. Él es mi persona favorita.

Soy adoptada, llegué a la pandilla buscando un poco de rebelión contra la manera en que las personas que me adoptaron querían manejar mi vida, sin darme cuenta me hice amiga de todos ahí y mi admiración por Kagome me hizo parte de ellos. Entré en la policía con el propósito de mantener a Kagome al tanto de todo para que el tráfico de armas sea de fácil acceso, pero apareció una enorme piedra en mi camino que hizo que mi corazón saltara dentro de mi pecho. Solo me quedé escuchando como organizaba una emboscada y quedé anonada. Era todo, su belleza, su inteligencia y más tarde sus dotes de caballero que salieron a la luz. Sesshomaru me tuvo desde el principio, él siempre me tuvo.

—Si—entrelazo nuestros dedos—a pesar de todo, nunca dudes de mi amor por ti Sesshomaru, tú eres y siempre serás lo más bonito que me ha pasado en la vida—murmuro con los ojos cerrados, el cansancio me está venciendo poco a poco.

Él se queda en silencio y eso duele, no mentiré, duele bastante. Me trago las lágrimas y dejo que sea su aroma el que calme la tempestad que habita en mi interior, la revolución de sufrimiento. Caigo quedando dormida en los únicos brazos que me han rodeado así, protegiéndome.

No sé cuántas horas han pasado, pero despierto agitada. No analizo nada y simplemente giro vomitando. Siento las lágrimas deslizarse y hasta las puntas de mi pelo se han ensuciado de vómito, que asco. Siento su tacto en mi espalda y sus suaves palabras de aliento.

Cuando termino estoy sin fuerzas. Él me acompaña al baño y es quien me desnuda para entrarme a la ducha. Lo dejo bañarme, no es la primera vez que lo hace, estoy un poco mareada, pensé que ayer estaba teniendo malestares de mierda, pero es horrible. Cuando termina me envuelve en una toalla y me cepilla los dientes, bien puedo hacerlo sola, pero dejaré que me mime, ahora necesito sentirlo cerca para que mi mundo no se derrumbe de una vez por todas. Al terminar me deja sentada en la cama y él mismo se encarga de limpiar el desastre que dejé. Siento que hice un maratón y ya no tengo fuerzas.

—¿De cuánto estás embarazada?—pregunta sentándose a mi lado.

—Tres meses—murmuro por lo bajo. Él respira hondo.

Guerra de pandillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora