XVII. Información

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Espero paciente que mi maestro termine la última clase del día para huir como lo he estado haciendo desde que volví al instituto. Rumores se han esparcidos por los pasillos sobre mí, y no todos son buenos ya que la mayoría me tachan de un maniático que sobrevivió a un atentado y que según ellos todo fue mi culpa por haber provocado a Kagome el día que me interpuse para que no le vuele la cabeza a mi primo.

Varios compañeros se dan cuenta de mi estado y sonríen en forma de burla, los adolescentes de hoy en día parecen seres diabólicos sacados del infierno. Suspiro y restriego mi pelo, aún no me acostumbro a la idea de que hace un mes que no sé nada de la señorita Higurashi, esa loca, maniática y bella chica no ha salido un momento en todos estos días de mis pensamientos. Aun quiero seguir creyendo que está en algún lugar con vida mandando como le gusta, siendo la bomba sexy que siempre es y siendo ella el centro de atención en donde vaya.

Necesito ver a Kagome Higurashi.

Muerdo la punta del polígrafo de manera distraída, mientras lo hago mi mirada se pasea por el salón de clases buscando a la persona que me puede proporcionar información sobre lo que quiero saber. Y como mi suerte es tan jodida esa persona no está. Maldigo en mi interior y me alegro cuando el timbre suena por lo que de manera rápida y apresurada tomo mis cosas y salgo del salón.

Los pasillos son abarrotados de estudiantes que quieren huir de la esclavitud que son los estudios. Cuando salgo busco la esquina donde ella siempre permanece después de clase. Siento emoción cuando la veo fumándose un cigarrillo y sonriéndole a un chico quién se acerca a ella y la besa. Miro a mi alrededor y sujetando con fuerza las tiras de mi mochila me adelanto a caminar. No niego el nerviosismo que se extiende en cada partícula de mi sistema mientras los pasos se hacen más cercanos.

Yuka gira su rostro y no parece nada sorprendida de mi presencia. Desde el día de la carrera no la había visto y ahora, verla de nuevo es un choque. Ella se levanta de donde está sentada y se acerca con pasos sensuales que la dejan ver como una diosa. Yuka es hermosa, lástima para ella que la belleza que busco es más tipo peligrosa, prohibida y de una maniática obsesiva que me tiene muy mal de la cabeza. Casi estoy haciendo una teoría de que la locura es contagiosa, es la única manera en la que creo que Kagome me contagió, antes no era así, antes no retaba al peligro y sobretodo, antes ninguna mujer iba por encima de la persona a la que más admiro y respeto; Sesshomaru.

—Mi bello Inuyasha, codiciosos los ojos que te ven—ella sonríe y le da una calada al cigarrillo antes de expulsar el humo. Toda una chica rebelde.

—Me alegro ver que sigues tan bien Yuka—ella menea la cabeza haciendo que su corto pelo se mueva con ella. Veo las hebras acariciar sus hombros en cada movimiento. Yuka se acerca invadiendo mi espacio personal como desde que me conoció va haciendo y da una calada dejando que el humo acaricie mi rostro. No soy famoso de ver a las personas fumar y que me lancen su humo en la cara por lo que toso alejándome y recuperando mi espacio personal.

—Puedo apostar que no estás aquí simplemente porque me quieres ver Inuyasha—comenta haciéndole señas al chico que besó antes, este asiente y se aleja de nosotros dos—por mucho que me gustes no soy idiota, así que ve al grano y dime que quiere un chico tan lindo como tú—ella me guiña un ojo con coquetería.

—Es un poco complicado lo que voy a pedirte—me rasco de manera nerviosa el cuello y ella me mira. Creo que desde que vi los ojos de Kagome me he vuelto fanático de los ojos marrones. Es por eso que me quedo mirando los ojos de Yuka por más tiempo del que quisiera, ella tiene unos ojos del mismo color que el de Kagome. Solo que los de Kagome gritan pasión, fuego, peligro y ansias de acabar con todos. Son unos ojos tan destructivos que te alcanzan y destruyen tu mundo, porque después que ella te echa un vistazo, nunca vuelves a ser el mismo. Algo cambia sin saberlo, es la curiosidad, es simplemente que Kagome es una mujer que grita sin palabras: ¡Quiero ser descubierta! Bueno, tal vez simplemente supongo lo que mi mente quiere creer, pero hasta ahora le gusto de una manera un poco retorcida y de otra manera retorcida me agrada la idea de gustarle.

Guerra de pandillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora