XXXVIII. Felicidad

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Kikyo

Kagome abre la puerta de mi habitación entrando como si fuese la suya, quiero mandarla al demonio, pero me sonríe con gracia. Ruedo los ojos y la dejo pasearse con elegancia por todo el lugar. Kagome tararea una canción y yo solo hago cuentas de todos los nuestros que murieron, sé que detrás de toda esa emoción ella está furiosa por no haberlos podido protegerlos a todos. Me doy cuenta de que su mirada está en mí y suspiro, ella quiere decirme algo, pero no se atreve. Veo algunos rasguños y me detesto por no haber estado ahí para cuidar de ella. Odio esta situación donde tienen que tenerme en una jaula de cristal todo el tiempo, ella cree que no me doy cuenta de su manera de protegerme.

—Di lo que tengas que decir—digo mirando algunas de las cámaras de seguridad.

—Tenemos a Naraku—dice y me quedo como estatua—lo mataré—avisa y siento mi estómago revolverse No me giro, no quiero que vea mi maldita debilidad ni como me duele que el hombre que amo vaya a morir.

A pesar de todas las diferencias que tenemos Naraku ha sido el único en mi vida, fue un amor que se fue formando poco a poco. Fue un amor que nos consumió y fue el único hombre que me va amar de una manera tan extraña como profunda. Está demente, pero aun estándolo jamás atentó contra mí, jamás dio un golpe sin saber que yo estaría a salvo, siempre me ha protegido de una manera retorcida, porque Naraku me sigue amando igual que yo a él.

Si, debí prepárame desde el principio para verlo a uno de los dos caer, pero no puedo, no puedo dividir mi amor porque ambos son lo más importante que tengo. Naraku es el hombre que amo y Kagome es como una hija para mí. Mi pecho se comprime y siento la mano de Kagome en mi hombro. Sé que no le agrada causarme dolor, pero que Naraku muera, es matarme en vida.

Él limpió mis lágrimas, me dio un lugar al cual pertenecer, me regaló los momentos más felices que pude tener, Naraku es la persona que tiene mi corazón a pesar de los años. ¿Cómo puedo amar tanto a una persona? Muchas veces me asustaba el grado de amor que le tengo, pero creo que fue su amor lo que me mantuvo cuerda cuando andaba pérdida en las calles, fue su amor que curó mis miedos. Porque ese hijo de puta si sabe amar y cuidar a los suyos.

—Así que lo atraparon—es todo lo que digo apartando sutilmente la mano de Kagome, no me quiero derrumbar.

—Sí, no quiero que estés presente—me levanto encarándola.

—Quiero estar presente—ella niega con la cabeza.

—Ya tienes suficiente, sabes cómo son mis métodos, no soy tan hija de puta para hacerte sufrir de semejante forma—me planto encarándola molesta.

—No soy una niña—ella suspira.

—No, pero es el hombre por el que derramas lágrimas que vamos a torturar y luego a matar, quiero que te mantengas alejada de todo este asunto, te puse al tanto de todo como parte de nosotros que eres—tomo sus manos.

—Kagome—ella niega.

—Ya está decidido—muerdo mis labios.

—Entonces prométeme una cosa—sus ojos marrones me miran con curiosidad—cuando todo esto acabe quiero que dejes la pandilla, desintégrala y olvídate de todos, quiero que seas feliz Kagome. Donde no tengas que vivir con el temor de que te vayan a matar—acaricio su rostro, una lágrima se desliza por mis ojos—prométemelo Kag—ella rueda los ojos.

—Te lo prometo, la pandilla se irá a la mierda cuando acabe con Naraku, después de todo ese fue nuestro plan, Naraku muere y seremos libres, o yo por lo menos—beso su frente y la abrazo.

—Sigues siendo mi nenita—sus brazos me envuelven—te amo nena—murmuro aspirando su olor.

—No soy una niña—comenta y me hace reír,

Guerra de pandillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora