XXXXII. Mamá

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Inuyasha

Toco el cuerpo cálido de Kagome escuchando su suave respiración. Beso su frente antes de moverme lentamente y dejar su cuerpo en la cama, ella está agotada porque no pestañea y sigue durmiendo. Acaricio su rostro antes de besar sus labios y levantarme.

Hace tres horas fue el entierro de Kikyo, eso la ha dejado destruida.

Nunca pensé que el amor por Kikyo fuese tanto, pero la vi con dolor romperse en miles de pedazos y un dolor que sé claramente que no será sanado ahora. Creo que es la primera vez que Kagome pierde algo que realmente ama con todo su corazón y no sabe cómo afrontarlo. Ella lloró tanto y hoy en el funeral tuve que sujetarla, porque no le importó dejarse ver débil, simplemente susurraba el nombre de Kikyo.

Me duele verla de esa manera, cuando llegó lloró más y luego la convencí de dormir un poco, eso logró lo que ahora veo; Kagome dormida.

Salgo de la habitación y bajo a la cocina a buscar algo que beber. Tomo agua al llegar y me siento en el taburete enterrando mi cabeza en mis manos.

—¿Agotado?—miro a Sango quien aparece con el vestido negro puesto. Sus ojeras y ojos rojos son notables, su cansancio también.

—Solo... No sé cómo ser de ayuda-—le confieso en un susurro.

—Kagome es fuerte, estará bien—comenta suavemente—ella pronto se dará cuenta de que estar de esa manera no es lo que Kikyo querría—muerdo mis labios y miro hacia otro lugar.

Nunca pensé que Kikyo se suicidaría junto a Naraku. Ambos fueron encontrados muertos, pero ella murió con una sonrisa en los labios, supongo que se sintió libre y feliz.

Para Kagome ella era su madre, puedo saber que es difícil porque no me imagino a la mía muerta, eso rompería mi corazón.

—Ella está tan destruida, tan desgarrada, puedo sentir su dolor—le murmuro sin tener un punto fijo en mi mirada.

—Solo sigue como ahora, justo ahora eres la única persona que la mantiene a flote, esperemos que no quiera caer en el suelo para siempre—ella camina hasta detenerse a mi lado—ella es fuerte—asiento. Nunca negaré eso, es la persona más jodidamente fuerte que existe.

Miro por la ventana y veo un cielo gris que deprime, Sango saca unas uvas de la nevera y me brinda, niego con tranquilidad y la veo comer tranquilamente mientras con un suspiro veo entrar a la cocina a Miroku. Él besa a Sango antes de darme el intento de sonrisa más patético del año que inmediatamente causa que sonría.

—No hagas caras tan patéticas, te ves horrible—él ríe negando mientas abraza a Sango.

—Tu cara de deprimido era más patética—sonrío negando. Miroku es capaz de hacer reír a cualquier persona con su humor tan contagiante—no has dormido bien Sango, ¿por qué no vamos y descansas?—pregunta besando la frente de Sango. Ella rueda los ojos.

—Estoy bien—mi primo hace una mueca.

—Bien—suspira—Sesshomaru te buscaba. Al parecer Rin quería hablar contigo—asiento y me pongo de pie para caminar—Inuyasha—me llama y giro a mirarlo—Kagome estará bien, nadie que me gane en una carrera es débil de espíritu, pronto estará haciéndonos pasar momentos incomodos con sus muestras tan afectivas—le sonrío.

—Por supuesto—camino en busca de Rin mientras ignoro como Ayame golpea la entrepierna de Koga para luego irse furiosa dejando al bastardo de Koga en el suelo. Quiero reírme en su cara al recordar como siempre estaba de baboso con Kagome, pero luego recuerdo cuánto duele un golpe en la entrepierna y se me pasa.

Guerra de pandillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora