XXXXI. Como la primera vez

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Kikyo

Acaricio una vez más el vientre de Rin, ella permanece tranquila con su cabeza en el hombro de Sesshomaru. No puedo creer que está embarazada. La veo comer dulces y a Sesshomaru hacer una mueca de asco al ver como los devora.

Le doy un beso en el vientre y me pongo de pie. Kagome ya anunció todo y eso me alegra, espero que dejé de sufrir y recuerde ser feliz.

—Tus caricias me hacen sentir tranquila Kikyo, mi bebé debe amarte—murmura Rin mientras come.

—Soy especial—le guiño un ojo y subo a buscar a Kagome. Entro a su habitación sin molestarme en tocar, sé que no la encontraré follando como conejo en celo con Inuyasha, porque hace un rato bajó en busca de su hermano. La veo dormir y sonrío, por lo menos lleva puesta una braga.

Me acerco y beso su frente de manera cariñosa antes de acariciar su pelo. Ella se acurruca, seguro piensa que es Inuyasha o hace tiempo tendría una pistola en la frente.

Me gusta verla dormir, me hace sentir como si fuese realmente su madre y cuidara su sueño. Mi niña es toda una mujer.

Le doy un último beso antes de caminar hacia el patio trasero. Veo que no hay nadie alrededor y dando un último suspiro fuerte, camino hacia el establo donde tienen a Naraku. Hay un chico que reconozco y le hago señas de que se largue, yo me haré cargo de la persona que está dentro.

Respiro hondo y calmo mi apresurado corazón antes de entrar. Encadenado y en una posición en la que parece un animal, mi pecho duele a ver las condiciones en las que se encuentra. Su mirada se levanta y sus ojos brillan al mirarme. Me acerco con una sonrisa temblorosa antes de arrodillarme frente a él.

Su cabello negro hace contraste con la masculinidad de su rostro, ese mar oscuro que posee como ojos me observan con delicadeza y amor. Siempre amaré su manera de venerarme y observarme como la más hermosa flor. Sus labios se estiran en una delicada sonrisa mientras la calidez y afecto inundan su rostro.

—Me alegra verte tan bien Kikyo—su voz es suave al hablarme. Trata de moverme para acercarse, pero las cadenas en su cuerpo le impiden moverse.

—Quieto, te harás daño si sigues moviéndote—murmuro levantando mi mamo y tocando su rostro. Mis dedos acarician sus cejas y luego la nariz, acaricio sus mejillas para luego acariciar sus labios, esos con los cuales siempre soñaré. Él me mira atento, siempre dejándome hacer lo que quiero mientras su silencio me envuelve como una canción que debo descubrir de donde procede.

—Te extrañé cariño—murmura sin apartar la profundidad de sus ojos de mi cuerpo.

—Todo pudo ser diferente—comento mientras me acomodo. Bajo mis manos y mis labios rozan los suyos—te amo tanto—él respira agitado.

—Me podré morir en paz si sé que me amas tanto como yo a ti—las lágrimas bajan por mi rostro sin poder evitarlo—no, no llores cariño, quiero que sonrías, quiero ver la sonrisa que me embrujó hace años atrás y la cual sigue siendo una de mis debilidades—niego llorando y oculto mi rostro en su cuello.

—No quiero estar viva si tu no lo estás—murmuro abrazando su cuerpo—tú y Kagome, ambos son lo más valioso para mí, no puedo hacer que no duela, te amo demasiado. Tú has sido el único hombre en mi vida—él me sonríe.

—Desde que llegaste fuiste la única mujer, nunca nadie ocupó tu lugar y nunca nadie pudo hacerlo cariño—cierro los ojos sintiendo el dolor en mi pecho.

—No quiero que mueras, no quiero vivir sin ti—él niega.

—Encontrarás a alguien mejor que yo, alguien que, si valore lo que eres, alguien que te haga inmensamente feliz—niego.

—El problema es que nadie es Naraku, nadie será este hombre que está frente a mi ahora. No puedo dejar que te maten Naraku—él suspira.

—Si me dejan vivo Kagome y yo seguiremos buscando darnos caza, eso no es sano para ti—muerdo mis labios.

—Te amo—su sonrisa crece.

—Yo te amo también cariño, nunca he dejado ni por un momento de hacerlo, eres y serás siempre la mujer de mi vida Kikyo. Mi reina, mi mujer, mi amiga, mi debilidad y fortaleza—sigo llorando como la primera vez que estuve en sus brazos y me sentí protegida ahí—nuestra hija estaría orgullosa de la mujer que eres amor, yo estoy feliz de la mujer que eres y en todo lo que te has convertido. De lo único que me arrepiento es de no haber estado más tiempo a tu lado, pero no todo se puede tener en esta vida. Con verte una última vez soy feliz—niego llorando.

—Si tú mueres yo también, me matarás en vida—él sonríe con tristeza.

—Lamento que mis errores, mi orgullo y mis malas decisiones sean las causantes de tantos años de soledad y dolor, te adoro Kikyo. Siempre serás mi luz, mi guía—niego, niego una vez más.

¿Por qué siento que me arrancan el pecho? Siento una presión ahí que no me deja respirar bien, duele, duele mucho. Kagome encontró alguien que la hará feliz, pero la única persona que me puede hacer feliz a mi está a punto de morir. Pronto ellas vendrán con sus métodos de tortura, al menos quiero que nuestra despedida sea un lindo recuerdo.

Saco la píldora que conseguí. Naraku baja la vista hacia lo que tengo en mano y al reconocerla niega infinitas veces.

—Naraku...

—¡No!—grita con la voz ronca—¡no puedes morir Kikyo!—veo como lágrimas bañan sus mejillas—tú mereces más que esto—niego rápidamente.

—Si tú mueres, yo también. Si yo muero, tú también. Es una promesa que nos hicimos, quiero hacerlo. Ya he vivido lo suficiente, ya no quiero más, quiero estar a tu lado y si la muerte me lo otorgará, entonces no desperdiciaré la oportunidad—él me mira en silencio. Sabe que no cambiaré de opinión y la muerte es mi único pensamiento ahora. Suspira y niega lamentándose en voz baja mientras trata de mover los brazos.

—Quiero acariciarte una última vez, quiero que mis manos te veneren por última vez, quiero amarte, aunque sea un segundo más, porque eres todo lo especial en mi vida—no lo resisto y lloro, lloro mientras busco con qué liberarlo y recuerdo que hay llaves escondidas por lo que busco un par y luego de varios intentos lo logro desatar.

Cuando está libre no me deja decir nada, simplemente me abraza y aspira mi aroma murmurando palabras que no logro comprender, pero que sé, son de amor y cariño. En sus brazos me siento protegida, segura y me da la estabilidad mental para lograr hacer cualquier cosa. Incluso suicidarme.

No le temo a la muerte, le temo más a despertarme mañana y saber que él no estará presente. Por eso dejo que sus manos acaricien mi piel con delicadeza y luego dejo que sus labios me besen, tal y como lo he esperado por tanto tiempo. Murmura palabras de amor que me hacen sonreír. Antes de que adentre una píldora en su boca y una en la mía.

Los minutos pasan y no hay dolor, veo como los ojos de Naraku se cierran y los míos también. No hay dolor, solo una profunda paz de que en el más allá, seguiré encontrando a Naraku y amándolo como la primera vez.

Guerra de pandillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora