XXX. Perfecta asesina

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Me encargo de seguir las instrucciones de Kagome y recoger todo con rapidez. Ella habla por teléfono ordenando la salida de todo lo que pertenece a esta cabaña. Suspiro y bajo al primer piso donde Kikyo parece que en cualquier momento se lanzará a llorar. Ella tiene los ojos rojos, muerde sus labios y aprieta sus manos conteniendo el rencor que surge por su cuerpo. No sé qué hacer para que se sienta mejor. Dudo que algo de la persona que la delató sea la que la haga sentir mejor. Ella levanta la mirada y me descubre observándola, un suspiro se escapa de sus labios y me regala lo que supongo quiere ser una sonrisa.

—Yo no sabía que...

Ella levanta la mano y suspira con fuerza, camina hasta mí, palmea mi hombro y continúa su camino sin decir una sola palabra. Ayame aparece que me regala un intento de sonrisa, no debe ser fácil ver que Kagome golpeó a Kikyo a la que todas le tienen tanto aprecio.

—Voy a extrañar este lugar—comenta con una pequeña sonrisa. Asiento estando de acuerdo porque este lugar fue el que fortaleció mis lazos con Kagome. De manera romántica e íntima y sexual también—¿ella está molesta?—rasco mi cuello.

—No lo sé, simplemente se ha dedicado a dar órdenes y ya, hasta a mí me ha dejado de lado—Ayame juega con sus dedos.

—Entonces la cosa está difícil. Kagome siempre ha sabido leer entre líneas y cuando dice que Naraku viene, entonces él lo hará—murmura Ayame mirando hacia las escaleras—ella conoce mejor que la misma Kikyo el modo de actuar de Naraku, sabe cómo reacciona y hay veces en las que puede fácilmente descifrar sus próximos movimientos. Ella y Naraku actúan casi del mismo modo, es por eso que ambos siguen en pie, porque conocen los movimientos del otro—asiento comprendiendo.

Ayame hace intento de hablar, pero calla cuando Kagome baja las escaleras.

—Inuyasha, no puede quedar evidencia de que estuviste aquí. Si queda entonces ellos te buscarán y tu vida ya no volverá a ser como antes, ¿seguro de que no queda nada?—pregunta pasando la mano por su cabello.

—Estoy seguro—ella asiente.

—Ya las armas salieron, tenemos que irnos. ¿Dónde está Sango?—la mencionada aparece con el rostro más serio que de costumbre—en este momento me arrepiento de no traer una bomba a este lugar—murmura entre dientes.

—¿Qué necesitas?—pregunta Sango.

—No debes de ser tan bordes conmigo, ¿qué te pasa?—Sango sonríe sin gracia.

—Pasa que una vez más ella lo hace, mantiene contacto con Naraku y nos pone en peligro y tú no haces nada. Todos los de la pandilla estamos hartos de esta situación, porque ella siempre estará protegida Kagome, pero Naraku nos matará a todos en cuanto tenga la mínima oportunidad—Sango la mira desafiante. Kagome suspira.

—Entiendo, cuando lleguemos al nuevo refugio actuaré. Ahora necesito que te lo lleves de aquí—me señala y niego rápidamente.

—No, yo me quedo contigo—ella sonríe y se acerca besando mis labios.

—Yo soy la que...

Una lluvia de disparos se escucha y Kagome maldice. Hace señas y todos corremos hacia donde ella nos lleva. Escuchamos los disparos más cerca y Kagome me lanza al suelo cuando con los ojos muy abiertos veo un jarrón destruirse a causa de un disparo.

—Necesito de tus buenos reflejos muñeco o terminarás muerto—la veo hacerle señas a Sango y saca una pistola. Nos siguen disparando por lo que estamos en el suelo de la cocina. Ella levanta el arma y el disparo parece ser certero porque ya no tenemos esos constantes disparos seguirnos.

Kagome me guía hacia el sótano donde la descubrí torturando al hombre.

—¿Y los demás?—pregunta Sango.

—Ya se fueron. Kikyo está abajo. Los otros ya deben estar muertos o ellos no entrarían a la casa—efectivamente Kikyo está aquí cargando una ametralladora. Ella parece más seria de lo normal. Kagome camina hacia un montón de cajas viejas y las hace caer lejos. Ayame y Sango la ayudan y descubro una puerta. Ella la abre e invita a que todas entren. Escuchamos disparos y risas. Nos movemos con más rapidez y mi mano tiembla mucho.

Sigo a Sango quien está al frente. Kagome está a de espaldas apuntando por su alguien entra. Cuando la luz del día me ciega me doy cuenta de que nos encontramos del otro lado de la cabaña. Cerca del pequeño establo.

—Kikyo, Ayame. Suban a un auto, las quiero en la parte sur—ellas asienten y suben a uno de los autos. Veo muchos autos estacionados.

—Sango, Inuyasha. Ustedes suban a otro—la veo cargar varias pistolas en su cuerpo.

—Kagome—ella se gira y levanta la pistola. La baja cuando la chica de ayer, llamada Kagura aparece.

—¿Qué demonios haces aquí?—pregunta Kagome—pensé que estaba lejos—ella rueda los ojos.

—No iba a largarme sin saber si seguías aquí o no—dice con tranquilidad—son muchos hombres. Alguien tiene que hacer de cebo o nadie sale vivo de aquí—ella sonríe.

—Sango, Inuyasha, al auto—Sango da un paso al frente.

—¿Este era tu plan desde el principio?—pregunta molesta—¿hacer de cebo Kagome? Me niego. Yo me quedo, tu escapa—Kagome levanta la mirada y le regala una sonrisa.

Sus ojos chocolates brillan con algo que no puedo descifrar, pero es una mirada que asusta. Sus ojos parecen más oscuros y la maldad es palpables en ellos. Nunca había visto esa mirada en ella, por primera vez no conozco la mirada gélida que Kagome nos dedica a todos.

Aunque todo en ella parece extraño. Su pose, sus gestos, la sincronía entre ella y el arma. Todo está perfectamente complementado. Como una perfecta asesina. Ella camina hasta donde me encuentro y asiente. Hasta ahora me doy cuenta de que estoy negando y me planto frente a ella. Se supone que yo la debo proteger, pero una vez más me siento un inútil a su lado.

—No Kagome. No dejaré que lo hagas—es todo lo que le digo cruzándome de brazos.

—Sango, cuida bien de él, es una orden—Sango parece que quiere llorar.

—Son muchos Kag—susurra.

—Yo me quedaré Sango, ahora sácalo de aquí o ella no se podrá concentrar—Kagome asiente y Sango se recompone de inmediato.

—Bien—la risa de Kagura me hace saber que Kagome tomó una decisión.

—Kagome no, nos vamos juntos—sujeto su brazo y la beso—yo me voy cuando tú lo hagas.

—Por supuesto Inuyasha—se acerca a mi oído—te amo—y siento algo doloroso en mi nuca, luego la oscuridad me envuelve sin recordar por quién estaba allí.

Guerra de pandillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora