❤️ Lemon:- Meliodas y Elizabeth ❤️

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Tenían viajando tan solo dos días, las preocupaciones y el miedo lo manejaban con más calma y tranquilidad.

Sabían que estaba mal, sabían que a su regreso enfrentarían las consecuencias, pero eran jóvenes enamorados de la vida y el amor, siguieron sus instintos.

La tercera noche que dormían juntos la timidez y la vergüenza ya había desaparecido.

Elizabeth era un poco más alivianada y confiada con Meliodas.

Jugaban reían y la pasaban muy bien juntos.

Estaban terminando de jugar una partida de naipes y el silencio invadió la habitación.

El concentrado en barajear las cartas y ella lo miraba con detalle, sus ojos, su nariz, sus cabellos rubios revueltos y despeinados, un semblante de tranquilidad y paz.

Quizá era la primera vez que lo veía tan feliz y tranquilo.

-Ey Meliodas, ¿Puedo preguntarte algo?-

Se animó a hablar rompiendo aquel incómodo silencio entre ellos

Meliodas la miró y asintió con la cabeza.

-¿Has estado con muchas mujeres en la intimidad?-

La pregunta tan directa y clara hizo que Meliodas soltara las barajas de repente

Elizabeth se apeno y solo bajo su rostro de vergüenza

-¿Porque me preguntas eso de repente? ¿Estas incómoda con esta situacion?-

Elizabeth negó con la cabeza, pero aún sin alzar su rostro para verlo.

-¿Que ocurre entonces?-

Esta vez se acercó más a ella y le tomó la mano.

Elizabeth alzó su rostro, su mirada era cristalina, podía soltar el llanto en cualquier momento.

-Me estoy enamorando de ti Meliodas, tengo miedo de esto, porque sinceramente es la primera vez que siento algo así por alguien.-

El rubio la miro muy sorprendido, era una declaración muy abierta, no se lo esperaba.

Rascaba su cabeza muy confundido no sabía que decir.

-Tranquilo, no necesitas decirme nada, si no sientes lo mismo que yo lo aceptaré.-

-Es que no es eso Elizabeth, siento lo mismo por ti, eres amable, gentil, atenta, tienes una hermosa mirada, eres tan bella y perfecta por fuera y por dentro, una mujer excepcional, única en el mundo. Pero tengo miedo de que mi padre te lastime, eso es algo que no podré soportar, verte herida o en peligro. Me cerré mucho tiempo a las puertas del amor porque hace mucho que sentí algo así y todo resultó mal.-

Elizabeth aprisionó sus labios, haciendo que dejara de hablar.

-Solo disfrutemos de estos días Meliodas, del presente. Por favor, no pienses en nada más.-

Meliodas la abrazo muy fuerte hacia el, no quería separarse de ella, aspiraba su aroma, sentia su delicada piel tersa y blanca.

Buscó sus labios de nuevo, y el beso se profundizó más, las caricias comenzaban, se acercaron poco a poco a la cama, la recostó suavemente y la miro directo a sus ojos separando sus labios

-No eh estado con muchas mujeres Elizabeth, después de mi fracaso de amor, me refugie en el alcohol y en todos estos negocios sucios. Puedes estar segura conmigo, no te haré daño, eres lo mejor que tengo en mi vida.-

Las palabras tan sinceras y tiernas le llegaron hasta lo más profundo de su corazón

Nuevamente se besaron, con desesperación, con pasión, con unas enormes ganas de no separarse nunca

La ropa comenzó a estorbarle al Rubio, quitó aquel camisón que tenía de pijama, sus grandes pechos aun cubiertos por el sostén, eran más grandes de lo que pensó, quitó el sostén y esos grandes pechos quedaron expuestos completamente a él

Rápido se llevo uno a la boca, Elizabeth al sentir esas caricias, soltó un gemido leve.

Meliodas lamía y succionaba cada pecho con muchas ganas y deseos de seguir más y más.

Elizabeth en aquel momento de pasión, comenzó a quitar la camisa de su rubio.

Su marcado abdomen era admirable.

También notó el tatuaje de un dragón en uno de sus brazos, no lo había visto hasta esa noche, ya que el usaba camisas de mangas siempre.

Meliodas se separó de ella, bajo lentamente el short corto que aún quedaba sobre ella, luego siguió con la única prenda que quedaba, ahora ella completamente desnuda ante él era lo más excitante y erótico en ese momento, sin decirle nada bajo rápido hasta su entrada vaginal, metió su lengua y comenzó a jugar con ella.

Elizabeth gemía más fuerte, era una sensación exquisita, sentía muchas sensaciones nuevas, pero le gustaba, quería más.

Meliodas sabía que estaba lista, se quitó el pantalón y quedó desnudo ante ella, comenzó a acomodar su ya erecto miembro en la entrada de su albina.

-Se gentil, por favor.-

Susurro bajo y con cierto temor.

El ya sabía que era virgen, así que sabía que tenía que ser muy suave.

Empezó con la punta, sentía que le dolía, el gemido era de dolor. Espero unos segundos y metió más de su miembro, ella gimió de nuevo. Se adentro más y sintió aquella barrera virginal romperse.

El grito fue un poco más fuerte, pero lo ahogó con la almohada.

Espero que ella se calmara y que cesará el dolor.

Cuando sintió que estaba lista comenzó a moverse lentamente dentro de ella.

Poco a poco los gemidos de dolor desaparecieron y ahora lo comenzaba a disfrutar.

Las estocadas se volvieron más rápidas, no podía evitar gemir tanto de placer.

Meliodas veía su rostro lleno de placer, sin duda lo disfrutaba, pero el comenzaba a cansarse en esa posición.

Se salió de ella, y se acostó en la cama, la guió para que ella se sentará encima de él.

Dudo un poco, pero siguiendo a su guía lo hizo, ahora lo sentía más dentro de ella y más profundo.

Metió todo su gran miembro y torpemente movía sus caderas de arriba a abajo, él sabía que ella intentaba hacerlo sentir bien. Puso sus manos en las caderas y le indico cómo debería moverse.

Ella aprendió rápido, así que comenzó a moverse sola, veía ahora como Meliodas mostraba un rostro de placer, lo estaba haciendo bien.

Sus movimientos se volvieron rápidos y muy placenteros sentía que terminaría pronto.

Se salió de ella y la coloco en cuatro.

La penetró tan rápido como pudo y tomo con ambas manos sus grandes pechos, la atraía hacia el mientras las penetraciones eran rápidas.

Si antes ella arriba lo sentía bien ahora en esa posición, sentía todo más profundo, algo dentro de ella parecía que saldría.

Una gran explosión de placer y éxtasis la hizo gemir como nunca.

Había logrado su primer orgasmo y había terminado.

Y junto con ella Meliodas también se había venido.

Se dejó caer exhausta sobre la cama, Meliodas la imitó y se acostó junto a ella, la abrazó hacia él, mientras juntos recuperaban su respiración.

Buscaron sus rostros y se dieron un buen beso.

Aún con todo el sudor de su cuerpo se mantuvieron juntos y pegados  uno del otro hasta que les ganó el sueño.

❤️ Nada es lo que Parece ❤️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora