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Capitulo: cuando la vida se vuelve jodida.

Corrió a lo largo del callejón y cuando llego al fondo, sin una salida, salto con agilidad a unas cajas y luego se ayudo para trepar la pared al tejado más bajo disponible para huir, el policía iba tras ella, podía escuchar al sujeto subirse a las cajas como había hecho ella, aumentó la velocidad por los tejados y se lanzó para correr por la calle, su estatura pequeña, su limitado peso y destreza física le ayudo a librarse del sujeto que la seguía, llego al barrio chino para camuflarse entre la gente. Se mordió el labio, abrió su paraguas y camino lentamente para buscar otra esquina para trabajar antes que terminará la noche. 

—Maldita sea, ese era mi primer cliente— bufo su molestia, no estaba en ello porque así lo quería, más bien estaba siendo obligada, pero los policías no les interesan tus razones, si la atrapaban iba a dormir en la celda hasta el día siguiente. —La vida es jodida.

Saco un pañuelo para quitarse la sangre que le quedo en la boca, el horrible sabor y el olor al sudor y peste que desprendió ese asqueroso hombre la hizo asquearse demasiado, por hoy volvería a casa de su amiga para cambiarse, luego iría a su casa. 


Cuando Hijikata volvió a la estación para hacer el reporte del hombre herido y ahora sin pene, vio a Shougo sentado en su escritorio, estaba empapado de pies a cabezas, sus zapatos llenos de barro, con esa mirada sádica y una semi sonrisa de venganza en el rostro, desprendía resentimiento por doquier. 

Entonces Hijikata pensó lo impensable —¿Se te escapo?

Eso era imposible, era un obstinado, perverso, sádico que cuando clavaba su mirada en algo no lo dejaba ir, por eso luego de su meteórico desarrollo en la escuela de policías, había ascendido a detective en tan poco tiempo. A sus ojos era un maldito mocoso, pero uno con un gran instinto y brillante futuro.

—No por mucho. 


Al día siguiente, el sábado, Kagura volvió a la esquina con una ropa diferente, hoy no estaba lloviendo, por lo que su enorme paraguas no la delataría, estuvo al pendiente de no ver patrullas y vehículos institucionales, sabia reconocerlos así mismo, los policías infiltrados, no era una mujer corriente, si no pudiera trabajar por su cuenta en una esquina sin dueño no lo estaría haciendo, habría buscado un negocio ya establecido aunque le generará menos ganancias, un grupo de idiotas la rodeó, estaban ebrios. 

—Oye preciosa, ven a divertirte con nosotros...

—Tengo una tarifa—dijo firme al idiota que la rodeó por los hombros, el resto silbo, ellos se la iban a llevar gratis porque eran más y eran hombres. Malditos simios terrícolas.

—Cariño te va a encantar, no necesitaras dinero, así no te resistas y ven con nosotros— ella sintió a un costado el frió, y la densidad de la boca de una arma de fuego, más el sonido que provoca dicho revolver al quitarle el seguro. 

Ella no era una chica normal, sonrió haciéndoles creer que cedería, no dio un solo paso y los desarmo, ella empuño el arma y antes que el resto sacaran las suyas, había pateado a dos en la mandíbula y sacado de acción, uso la chaqueta de uno para amortiguar el sonido del arma y le disparo en el pie al idiota que la había encañonado —es una excelente arma para que unos pulgosos jueguen con ellas, si ya entendiste mi negativa lárgate con tus amigos, arruinan mi negocio. 

Al cabo de unos minutos se quedo sola, la pandilla se fue, y ella boto todas las armas en un basurero cercano, agradecía mucho usar guantes de lo contrario tendría que borrar las huellas, estaba mirando el flujo de vehículos cuando alguien la llamo. 

¿Qué clase de policía eres?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora