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Capitulo: Mi sentido arácnido dice que mi bebé esta en peligro.

Cualquier Humano podría decir que su infancia fue relativamente corta, su padre salía por tanto tiempo y sin tener noticias de este, se le daba por muerto hasta que volviese. Era muy incierto. Acompañada del resto del clan que se quedaba en tierra, viviendo entre rufianes, bárbaros y brutos salvajes que solo pensaban en las peleas, alcohol y comida. Criándose como una princesa abandonada así es como Gintoki la conoció. 

Ese día en especial fue el peor y el mejor de su vida. 

Gintoki estaba vagando por las calles como un perro hambriento, llevaba días sin comer, sin un techo donde dormir, sucio de punta a punta, caminando por inercia donde llevaran sus pies, o donde lo llevara su nariz, persiguiendo el agradable olor de comida caliente, un fragante vino. Vivía de lo que podía robar, muchas veces solo estiraba las manos en las ventanas que daban a las cocinas de las casas y salia victorioso de un suculento botín y hace varios días no había probado suerte. Estaba en un barrio pobre, el asfalto estaba viejo y dañado y las casas tenían un deteriorado aspecto, gente pobre que apenas tenía para comer residía en este barrio, e incuso así tenían una mejor posición que Gintoki, por lo que no sentía pena por aquellos que dejaba sin comer. 

Encontró a un grupo de hombre comiendo sobre unas cajas, estaban riendo y bebiendo animadamente, llenando sus bocas con abundante comida, lo que encegueció a Gintoki, como era posible que hubiese tales personajes comiendo tanto, bebiendo de forma en que el alcohol resbalaba por sus bocas por sus cuellos en un barrio como este. Esto rompió el ultimo filamento de cordura que tenía y se abalanzo tras el primer plato que vio. 

Con sus manos extendidas y una gran habilidad sacó el plato de la mesa improvisada y salio corriendo por el largo callejon, hasta que de la nada sin sentir el sonido de las pisadas de la persecusion vio el cielo gris, más la sensacion de estar levitando, aferro aún más el plato en su mano y con la otra se lleno la boca con el arroz frito. Lo habían cogido del hombro y levantado por los aires, un adulto de cabello negro y ojos negros que tenía un extraña expresión, vio como Gintoki seguían llevándose el arroz a la boca como una bestia hambrienta, los demás hombres lo rodearon y cuando levantaron las piernas para patearlo en el suelo, el de cabello negro levanto el brazo en el acto todos reprimieron las ansias de sed de sangre. 

—Me gustan sus ojos— Así mismo como Gintoki no los había visto detenidamente, de lo contrario se habría dado cuenta que era luchadores expertos, ellos no habían reparado en el aspecto del muchacho. 

—Jefe— se quejo uno que solo quería hundirle el zapato en el cráneo al chico. —la paternidad te ha ablandado. 

Esté se rió, sin tomarlo como una ofensa como haría cualquier otro. —Siempre fui un blando, por eso soy el jefe. 

Gintoki no los entendían lo iban a golpear o no, ya se había tragado el plato de arroz, estando estampado en el suelo y rodeado por estos brutos luchadores iba a morir por una paliza, siquiera no con el estomago vació. 

—Chico— el de cabello negro lo miro ladeando la cabeza —si tenías hambre debías decirlo. Tenemos bastante comida— hizo una señal al resto, unos dos que se habían quedado en la mesa que casi se comieron todo lo que quedó dejaron de llenarse las bocas. 

Gintoki gruño, estaba aún como una bestia, pero su interrogador se largo a reír, el albino trato de ponerse pie y solo entonces descubrió que él que lo tumbo lo incrusto en el suelo. Estaba fijo en el concreto, el moreno se agacho y lo saco del suelo lo sacudió y tomo por los hombros guiándolo a la mesa, sus hombres estaban detrás de este y se quedaron de pie sirviendo como una pared anti escape. 

¿Qué clase de policía eres?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora