Capítulo 3

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Algo húmedo se posa en mi mejilla. Es tibio, me reconforta, es una suave caricia que de apoco se extiende por todo mi rostro. Huele a manzanilla, a limpio. Me muevo un poco, estoy recostada en una superficie demasiado cómoda que me invita a dormir un poco más, misma que me hace cuestionarme dónde me encuentro exactamente porque lo último que recuerdo es que estaba en el bosque con Charlie y...

Me sobresalto. Despierto y mi cuerpo da otra sacudida porque tengo rostro muy cerca del mío, pálido de ojos oscuros que me examinan con asombro. Tal vez le he asustado, lo cierto es que yo entro en pánico porque no le conozco, para variar. Entorno los ojos y observo a mi alrededor: Es una tienda de acampar.

Me incorporo. Esta vez observo detenidamente a la persona que me limpiaba el rostro. Es un chico... Me pongo nerviosa e inmediatamente me cubro con las sábanas que me abrigaban.

—Geraldine te está ajustando un camisón limpio y un vestido. Ya casi termina —se sienta en el taburete junto a la cama y deja el pañuelo dentro de una vasija humeante.

—¿Dónde estoy? ¿Quién eres? —Trato de no demostrar fragilidad, ni cuan exhausta me siento por todos los eventos que se han desencadenado sin previo aviso a partir de nuestra llegada al pueblo.

—Pues... Digamos que estás a salvo, por ahora, en la frontera de Las Rosas con El Cempal —Se acomoda los tirantes con aire tímido.

Recuerdo que Alison Sudol nos habló del Cempal a Charlie y a mi. Quería llevarnos justo allí para escapar de Aren.

—¿Dónde están...?

—¿Tu hermano y ella?

Asiento con la cabeza.

—Cerca de la laguna. Están muy heridos.

Me dispongo a ir con ellos, me da igual dónde se ubique la laguna, pero el chico me detiene del brazo y me quedo quieta al instante. Algo raro ocurre en mi estómago.

—Necesito verlos... —le digo— Mi-mi hermana Paige... ¡Oh cielos! Mis padres... —Me cubro la boca y empiezo a llorar.

Es tanta mi desesperación... Estoy tan abrumada que lo manifiesto sin vergüenza alguna golpeando el colchón con los puños, pataleando, berreando, llevándome las manos a la cabeza. El cabello me pica, debajo del cuero cabelludo siento ardor, quiero arrancarme cada hebra de cabello pues, así de repente, me estorba. Quisiera escarbar hasta el fondo de mi cabeza porque me duele de tanto pensar, de hallarle sentido a todo lo que ha ocurrido; quiero arrancarme esto que me está volviendo loca. Quiero arrancarme la piel para dejar de llorar, de tener miedo, de sentir, sentirme perdida, acechada...

—Tranquila. Todo estará bien —dice y lo repite al menos cinco veces para tranquilizarme, al tiempo que frota mi bazo. Lo aparto puesto que no quiero que su piel y la mía funcionen como el fosforo y el papel de lija.—Venga, recuéstate y descansa —sutilmente me empuja hacia atrás y quedo tumbada— si no quieres, no duermas, pero te pido que te relajes y me permitas limpiarte un poco.

—No lo necesito —sollozo. Lo que en verdad necesito es un abrazo de mis padres, de Paige y de Charlie.

—Por favor —pide dulcemente.

—¡Es que no te conozco! No sé por qué estoy contigo...

Sonríe un poco. Se ve triste y cansado, inclusive tiene ojeras marcadas. No replica, no rompe el silencio, se dedica a pasar el pañuelo en mi mejilla que se estampó en el musgo del bosque. Le miro con atención y me doy cuenta de que su nariz está salpicada de puntitos diminutos color caramelo, sus rizos gruesos y negros adornan su frente. Es de cabellera larga, unos centímetros por debajo de la mandíbula. Me he perdido en sus pómulos marcados, así que parpadeo un par de veces y finalmente aparto la vista porque me ha sorprendido viéndolo de una forma poco común.

Feint [Fillie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora