Feint [Fillie]

Capítulo 11

No doy para más. Estoy tan fatigada que hasta dejé de llorar.

Atar a Finn fue todo un lio. No sé cómo lo conseguí, pero ya está. Ya no podrá autolesionarse.

Él también está exhausto, tarde o tempano tenía que caer rendido, de modo que ahora duerme con la cabeza en mi regazo. Noto que su cuerpo tiembla a menudo y murmura cosas sin sentido.

Cada que se remueve o quiere despertar le canto una canción de cuna que mi mamá me cantaba cuando era niña...

—El viento suele ser furioso pero con el tiempo, las flores mirarán al sol.

Así se calma un poco.

Me la paso despierta haciendo esferas de energía con la intención de sanarlo pese a que esta no es la forma indicada de sanar a alguien; no surte efecto. ¿Qué más puedo hacer, si no? Es frustrante cargar con el titulo de sanadora sin poder sanar.

La tranquilidad me abandona. A medida que el cielo aclara me vuelto más impaciente por querer sanar a Finn.

Creí que me había quedado sin lagrimas pero aquí están de nuevo, y con fuerzas renovadas.

Ya no puedo más, sin embargo, no pienso rendirme.

Ahora coloco las manos en su pecho y repito hasta el cansancio:

—Sana, sana, sana, sana...

Y nada.

Ya.

Llegué al límite.

Perdí los papeles.

He salido de la cueva dando traspiés, gritando. Arranco el musgo y el césped, me lleno las uñas de tierra y libero mi frustración con ello. Me lavo en el río pero me quedo un largo rato llorando de la pena y el dolor. Me duele tener a Finn de esta manera. Ya no lo soporto.

Maldito Aren, lo odio con todo mi ser por haber atacado a Finn y destrozarlo. Si piensa que con esto iré con él la próxima vez que venga... Bueno... No se equivoca.

No quiero imaginarme qué será de mi si me niego a ir; tengo la certeza de que irá al Cempal exclusivamente a destrozar toda mi familia.

Las horas avanzan, Finn deja de dormir y de nueva cuenta expresa sufrimiento.

—Por favor, Finn, escúchame —batallo para conseguir que sus ojos desorbitados y su mirada perdida se fijen en mi—. Escúchame, escucha mi voz, mírame. Aquí estoy. Dime qué sientes, qué te duele exactamente. Por favor. Quiero ayudarte.

Esto es demasiado para mi.

Lo abrazo, mis lagrimas caen sobre su pelo negro.

Cierro los ojos y lo estrecho entre mis brazos con fuerza, en parte porque deseo con todo mi ser que me devuelva el abrazo, que Finn vuelva a ser el de antes; en parte porque quiero detener sus movimientos bruscos que le hacen parecer a un pez fuera del agua.

—El viento suele ser furioso pero con el tiempo, las flores mirarán al sol —le canto.

Todo a mi alrededor ha desaparecido. Me he concentrado en Finn y no pienso en nada más salvo en él y nuestro contacto físico.

De pronto siento náuseas, y esas nauseas mutan a desesperación. De esa desesperación surge en mí un impulso descomunal por retorcerme en el piso porque siento que cada una de mis extremidades están siendo arrancadas. Tengo la sensación de estar rota; tengo tantas cosas en la cabeza... un puñado de pensamientos y recuerdos de mi pasado que se apiñan y se clavan con fuertes punzadas en mis ojos.