Capítulo 10

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—Cuanto tiempo, linda —me dice Aren.

Esta vez no lleva su sombrero de ala ancha, lo que me permite observar con detalle sus facciones. Las encuentro hermosas, sería mentir si digo lo contrario. Es bien parecido, calculo ha de tener unos treinta y pico años. Sus ojos azules son fríos y despiadados, un contraste con su sonrisa cálida y amable. El pelo largo lo tiene atado en una coleta baja, y unos mechones enmarcan su rostro. Su vestimenta es típica de un granjero: camisa a cuadros, pañuelo a juego, botas de pico y pantalones deslavados.

Finn me ha protegido escondiéndome en un abrazo. Desde luego que estoy llorando de miedo.

—Oh. Finn Wolfhard, tu hermano te ha echado de menos y manda saludos. O eso intenta porque luego del ritual ya no fue el mismo de siempre.

Finn aplica más fuerza en el abrazo. Siento su ira.

—¿Dónde está Geraldine? —pregunta Aren igual que un niño entusiasmado por ver la sorpresa de cumpleaños que le han traído.

Ya no sé cuándo los habitantes de las Rosas se conocen realmente y cuándo se tratan de valittus utilizando sus dones para saber quién es quién.

—Aquí, pendejo.

Aren enarca las cejas.

—Una dama no debería tener ese vocabulario.

En efecto, Geraldine está aquí. De hecho, hace unos segundos se encontraba haciendo abdominales a unos metros de donde Finn y yo estábamos.

—Pero no me sorprende viniendo de la hija de un tabernero, y una madre prostituta —El sujeto se encoje de hombros con aire inocente.

—¡TE MATARÉ HIJO DE PUTA!

—No lo creo —Aren la señala y enseguida Geraldine se dobla de dolor—. Charlie, Natalia, encuentren a los otros niños y llévenselos a la guarida. Estorban aquí.

Dos de los encapuchados se dispersan por los alrededores.

—¿Y bien? ¿No me invitarán a pasar a su cueva? En serio, estos jóvenes de hoy son unos mal educados —Aren se masajea las cienes—. Vamos, Finn ¿A qué estás esperando? Muero de ganas por ver a la viuda de David.

A Finn no le queda de otra mas que atender a lo que Aren quiere.

—Hermosa como siempre —Aren le mira embelesado, le acaricia la mejilla y pasa el pulgar por sus labios. Quiero golpearlo, me da asco que toque a Alison de esa manera. — Es una lástima que no hayas podido sanarla, Millie. Pero tranquila, yo no tengo prisa por desarrollar tu don. De momento tengo otros pendientes.

Se sienta en el sofá que Caleb improvisó en la cueva; un montón de paja envuelto en tela. Cruza una pierna y podría decir que contempla enternecido cómo Finn me toma de la mano y entrelazamos los dedos. Aren sonríe complacido.

—Ah... El amor, el amor. Una fuerza poderosa —rie por lo bajo.

Ladea la cabeza, escruta la cueva y los sacos de dormir.

—Para de llorar, Millie. No te haré nada —deja caer las manos a los lados, una clara seña de que no piensa hacer ademanes para atacarnos; la serenidad con la que se desenvuelve me inquieta demasiado— He venido a charlar contigo. En primer lugar, me gustaría que me recites las palabras que te dijo la valittu pelirroja que quería capturarte.

—Usted debería saberlo. Ella es una de sus seguidores... —Me escucho decir a mí misma. ¿De dónde me ha salido valor para contestarle?

—No, en lo absoluto. Es una valittu que nunca hemos visto en las Rosas, es decir, viene de otro pueblo, y me temo que te quiere por una razón: Está buscando lo mismo que yo estoy buscando, el tesoro. ¿Para qué otra cosa te querría sino para que la sanes? Está claro que intenta ser poseída por un selux; que le revelen donde está el tesoro, y tú la puedes sanar de las espantosas secuelas que deja el ritual. Y si viene de otro pueblo, quiere decir que los de las Rosas no somos los únicos que tenemos dones desarrollados. Y corro peligro.

Feint [Fillie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora