Capítulo 16

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Mientras los selux comienzan a poseer a Sadie, los encapuchados acuden a la sala para enfrentarla y someterla, no obstante, se quedan pasmados al verla levitando.

—¡No ataquen! —ordena Aren. Desde luego que no quiere que nadie interrumpa su entrevista con los selux.

Sadie me mira, sus ojos se volvieron completamente blancos, y brillantes; el cabello se le ha puesto en todas direcciones suspendido en el aire, pero sigue viéndose hermosa.

—Millie Brown —dice Sadie poseída por los selux, su voz es la misma pero se percibe cavernosa, antigua— ¿Ya has descifrado nuestro mensaje?

¿Mensaje? A menos que se trate de lo que Sadie me decía al oído pese a no estar presente a mi lado, durante mis días en el bosque; lo de la vela, el sebo, la nieve roja, la porcelana... ¿Será eso?

Pues no, no sé qué significa.

—¿¡Dónde está el tesoro que busco!? —Aren, sin embrago, se entromete, no pierde el tiempo y va directo al grano. Ciertamente los selux se han enfadado por ello, el rostro de Sadie lo demuestra.

—Nunca lo encontrarás. Nunca te perteneció, Aren Ylönen.

—¡Es mi herencia! —exclama Aren, las venas del cuello se le saltan.

—No es el tipo de tesoro que crees —reponen los selux y bajan la voz.

—No comprendo... —Aren ríe, quizá espera que dejen de bromear con él por muy bueno que sea el chiste— Mi abuelo me contó de un tesoro lleno de riquezas que escondió el bisabuelo.

Me perturba encontrar histeria y locura en sus ojos.

—Pero no te contó lo suficiente —repone la pelirroja poseída— porque sabía qué tipo de hombre eres. Tu ambición formó una idea equivoca del tesoro, moldeándola a tus estúpidos deseos terrenales. No hay tales joyas ni oro.

—¿Es en serio? —farfulla Aren— ¡Mienten! —grita con todas sus fuerzas.

Me siento casi tan decepcionada como Aren. Y enojada. No puedo creer que este maldito mató y cometió tales atrocidades por oro, para encontrarlo.

—Tu bisabuelo, Martin Ylönen era un valittu muy poderoso—prosiguen los selux en el cuerpo de Sadie— y antes de morir extrajo de sí sus dones. Los guardó para que cierto día, un digno valittu, los obtuviera.

—¿Dónde están esos dones, pues? Deben ser míos.

—El tesoro ya fue encontrado.

Aren se pone rojo del coraje, el pecho se le ensancha y las fosas nasales se le dilatan cual toro furioso.

Creo tener una idea de quién encontró el tesoro...

—¡MÁTENLA! —les ordena a sus encapuchados a voz de cuello.

Estos avanzan entre los escombros del muro caído, convocando energía. Finn me jala del brazo hacia su esquina e intenta protegerme.

—¡Al suelo! —exclama en un murmullo.

Sadie se los despacha a todos con unos cuantos ademanes. Los selux han dejado de poseerla puesto que ya no levita, el cabello vuelve a caerle por la espalda y los ojos le han vuelto a la normalidad, es decir, ya no están blancos en su totalidad.

Los encapuchados hacen amago de arremeter pero Sadie extiende las manos al frente y da un aplauso, movimiento que ya he visto ser ejecutado por Geraldine. Acto seguido los encapuchados de Aren salen despedidos por los aires. Quedan inconscientes.

—¡No se queden ahí! —Aren les dice a Alba, Caleb y Marisol— ¡Mátenla!

—No tenemos armas —comenta Caleb puesto que ni él ni las chicas son valittus. Retrocede cuando Sadie le mira. El pobre tiene todas las de perder contra ella.

Feint [Fillie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora