12- Amigos.

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Bastián

Estaba en el centro comercial con Bradley, habíamos ido a comprar algunas cosas para la casa y de paso un tren de juguete a control remoto para él, lo había visto un par de días atrás, pero necesitaba saber si le gustaba y como lo hizo lo compré. Después de terminar con todo, fuimos a una cafetería, para mí pedí un capuchino y para Brad Lou una malteada y una tarta de chocolate, gracias a tanta azúcar ya estaba súper inquieto jugando con el tren.

Yo sólo me dedicaba a verlo, no tenía ánimos de nada en ese momento, me sentía cansado, más psicológica que físicamente, April y yo seguíamos mal, por cualquier cosita tonta discutíamos, eso sólo conseguía tenerme estresado. En unos días debía viajar a Los Ángeles por cuestiones de negocios y pensaba que eso me ayudará a pensar bien las cosas y a ella quizás el extrañarme le hiciera bien también.

Busqué a Bradley a mí al rededor, pero no estaba, así que me puse de pie.

—Bradley —lo llamé, pero nada. De repente mi mirada se posó en la entrada y ahí estaba él, en el piso jugando—. Brad Lou —dije cuando estuve cerca y lo cargué—. ¿Qué te he dicho de alejarte de mí? Te puedes perder y si eso pasa me muero, mi niño lindo —le di muchos besos en su carita él rió.

—¿Bastián? —esa voz yo la conocía muy bien. Esa misma voz me dijo te amo tantas veces, aún lo recuerdo muy bien.

Levanté la mirada de mi hijo y ahí estaba ella sonriéndome.

—Catie —mi sonrisa era enorme y la de ella también—. Dios, tantos años —me acerqué y la abracé aún con Bradley en mis brazos.

Se siente tan bien volver a abrazarla, fue una gran amiga para mí, una que estuvo en mis peores momentos y luego se convirtió en mi novia, la única a la que había amado de una manera única... hasta que conocí a April. Sufrí mucho cuando Catie se tuvo que ir y más aún cuando perdimos comunicación y después de tanto tiempo nos volvíamos a encontrar.

—Estás igual de guapo que antes —reí.

—Tú también estás hermosa —se veía tan linda como antes o quizás más.

—Gracias —se acomodó un mechón de cabello—. ¿Y éste hermoso niño quién es? —vio a Bradley.

—Él es Bradley Louis, mi hijo —abrió los ojos sorprendida.

—¿En serio? —asentí—. Quiero que me cuentes todo, porque, ¿cómo es posible que tengas un hijo tan grande?

—Bien, vamos a sentarnos —nos fuimos a sentar a la mesa en la que estaba anteriormente, pidió un capuchino igual que yo. No podía dejar de verla, me parecía mentira tenerla frente a mí después de tantos años.

—Estoy lista para escuchar esa historia —me aclaré la garganta y empecé a contarle todo.

La fiesta que hubo, el embarazo, April y yo viviendo juntos, luego enamorándonos, el nacimiento de Bradley y todo el tiempo que llevábamos juntos.

—¡Bastián! —su cara estaba llena de sorpresa y era la primera vez que mostraba emoción desde que empecé a contarle todo—. ¿Ella? ¿Por qué ella?

Ya entendía por qué su cara, todo era porque fue April, ambas se odiaban y al parecer aún después de tanto tiempo lo seguían haciendo, porque April aún no la olvidaba.

—Sólo pasó —me encogí de hombros.

—Bastián, ella era el enemigo y tú te acostaste con ella —negó y rodó los ojos—. Debí haberte llevado en mi maleta —sonreí un poco.

—Cuando recién te fuiste eso quise, pero luego... —vi a Bradley—. No cambiaría nada —mi hijo me vio y sonrió—. Aparte April no es lo que todos pensábamos o al menos lo que ella quería que pensáramos, ella es... —sonreí—. Creo que no querría tener a otra mujer a mi lado, tenemos altas y bajas, pero de una u otra forma somos felices.

Pequeños West. [West#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora