30- Todo un West.

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Bastián

Ya había pasado una semana desde mi regreso, una semana en la que las cosas no iban bien en casa, yo seguía durmiendo en otra habitación, April a duras penas y me hablaba, razón por la que prefería quedarme en la empresa hasta tarde o como lo había hecho una hora atrás pasando por el supermercado y comprando cosas para los niños. Llegué a la casa, dejé el auto en el garaje, bajé las bolsas y las dejé en la sala, donde Bradley estaba dormido en el sillón.

—Brad Lou —me senté a su lado y acaricié su espalda—. Brad Lou —abrió los ojos—. Hola bebé, ¿dónde está mamá?

—Enfelma, papi —fruncí el ceño.

—Vamos a buscarla —lo cargué y subí las escaleras con él. Entramos a la habitación y April estaba dormida. Puse a Bradley en la cama y me acerqué a ella—. April —la toqué, su cuerpo estaba tibio.

—¿Qué? —me vio y tenía los ojos rojos, tenía fiebre.

—Tienes fiebre, ¿te traigo una pastilla? —negó.

—Ya bebí. Tengo sueño —cerró los ojos y volvió a quedarse dormida.

—¿Ya cenaste, amor? —le pregunté a Bradley cuando salimos de la habitación.

—Sí, sándwich, papi —bostezó.

—Vamos a dormir entonces —lo llevé a la habitación, ¿ya te cepillaste los dientes?

—No —primero le puse una pijama y luego lo llevé al baño para cepillarle los dientes.

—Abre la boca —lo hizo y yo le cepille los dientes aunque él podía hacerlo—. Listo. Dame un beso.

—Beso papi —me dio un beso y lo llevé a la cama—. ¿Vas a tuidal a mami? Está enfelmita, papi.

—Claro que sí —besé su frente—. Descansa, bebé —lo cubrí a él y al perro con la sábana de Mickey Mouse y regresé a dónde estaba April.

Me puse un pijama y para no incomodarla me quedé sentado en la silla, ahí me fui quedando dormido, hasta que un rato después escuché un llanto, abrí los ojos y me puse de pie,  me acerqué a las cunas y no era Avril, era el bebé... Kyled. Estaba llorando, pero al verme se quedó callado, nunca lo había visto, sólo de largo y de espalda, era la primera vez que veía su cara..., era muy bonito, sus ojitos estaban fijos en mí.

—Hola —le dije y bostezó—. ¿Tienes hambre? —hice el intento de sacarlo, pero me detuve—. Yo te voy a... —me sentía nervioso, ni siquiera cuando cargué a Bradley por primera vez me sentí así—. Bien, ven acá —lo sujete con cuidado y lo saqué, cuando lo tuve más cerca de mí, pude ver el color de sus ojos, grises, como Bradley cuando nació—. Vamos a darte de comer —lo recosté a mi pecho.

Luego de revisar que Avril estuviera bien dormida, salí de la habitación y lo llevé conmigo. Se sentía bien tenerlo entre mis brazos, algo que no creí que fuera a pasar, pensé que al no tener mi sangre no sentiría una conexión como la que estaba sintiendo, era un bebé muy bonito. El quizás de antes se estaba convirtiendo en un sí, porque sí podría amarlo. Durante esa semana había estado pensando en todo lo que había hecho, en lo que Catie y April me habían dicho, era un bebé que necesitaba una familia que lo amara, él no era el culpable de la situación con mi esposa, era yo, yo con mis actos me había ganado ese distanciamiento. Yo quería otro hijo y luego de lo que pasó con April, perdí las esperanzas, pero no importó, ya tenía dos hijos y los amaba, pero en mis brazos tenía la oportunidad de tener al tercer hijo que había querido, sólo debía abrirle mi corazón y ya estaba listo para hacerlo.

—Te traje un regalo —de la bolsa que había llevado saqué un osito de peluche—. Es para ti.

No sólo me había atrevido a cargarlo porque April estaba dormida y enferma, lo había hecho porque ya lo había pensado, por eso compré el oso, como una ofrenda de paz entre nosotros. Fui a la cocina, preparé su biberón y volví a la sala para dárselo, me senté en el sillón y ahí me quedé con él.







Pequeños West. [West#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora