17- Bradley y Embarazo.

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April

Diciembre, el mes de los regalos y vaya regalo el que me dejó ahora.

Bajé la mirada al lavamanos en dónde se encontraba la prueba de embarazo con dos rayitas, no sé porqué estaba sorprendida si cumplía con todos los requisitos necesarios para estarlo: madrugada de sexo sin protección, falta de período, náuseas... ¿qué más necesitaba para tener a un ser dentro de mí, o mejor dicho, a otro West?

Escuché pasitos hacia el baño, me giré y mi hijo estaba parado con su mochila de Mickey Mouse, viéndome serio y con el ceño fruncido.

-Ah no, a mí no me veas así, yo no soy tu papá, eh -me crucé de brazos.

A Bastián siempre solía desafiarlo y convencerlo con esa mirada de niño mafioso.

-Es talde -hizo un puchero.

-Lo sé, lo sé -me lavé las manos-. Ya vámonos -Bastián había tenido que irse más temprano al trabajo, por lo tanto, me tocaba llevarlo a mí.

Llegamos a la guardería, lo dejé con la encargada y luego conduje hacia la constructora, pero en lugar de entrar al edificio, me quedé en el auto, estacionada frente a él, esperando, ¿qué? Ni yo misma lo sabía. Tomé mi celular y le marqué a él.

-Hola amor -respondió de inmediato.

-Hola -dije. Solté una ráfaga de aire-. Tengo algo que decirte.

-¿Qué pasa, mi amor? -se escuchaba preocupado.

-Es que acabo de enterarme de algo -suspiré.

-Amor, me estás preocupando en serio.

-¿Recuerdas mis náuseas?

-April, hace dos días vomitaste mis zapatos y salpicaste mi pantalón, ah, cierto, luego te limpiaste en mi camisa de gatitos favorita -reí por lo bajo.

-Ya te dije que lo siento, aparte odio tus camisas de gatito, prefiero los perros.

-Ay, ya, cómo sea. ¿Qué es lo que pasa? ¿Estás enferma? ¿Por eso el vómito?

-No estoy enferma, sólo que tengo uno de tus espermatozoides en mi interior que ahora debe estar convirtiéndose en un Bradley dos -me asusté con lo último.

¿Otro Bradley? No, por favor no, él es tan difícil.

-¡No! Dios nos libre de otro Bradley, para ese niño soy su juguete, se me hace casi imposible resistirme a sus ojitos grises y ese puchero que hace, es demasiado perfecto.

-Sí que lo es -nos quedamos en silencio un momento.

-¡¿Estás embarazada?! Ay por Dios, voy a ser papá otra vez -escuché como se caían un montón de cosas-. ¡Mierda! -escuché pasos apresurados.

-¿Amor?

-Voy para la casa.

-No estoy en la casa.

-¿Dónde estás?

-Sal -me bajé del auto y esperé a que apareciera.

-Amor -dijo aún por teléfono, segundos después las puertas se abrieron y se paró frente a mí-, estoy tan feliz -guardó el celular en su bolsillo y yo hice lo mismo.

-Yo también lo estoy -caminó hasta mí y me abrazó.

-Otro mini West, ¿eh? -besó mi cuello.

-También puede ser una mini Miller -me encogí de hombros.

-De preferencia espero que sea una mini tú, mi mini yo es... controlador -rió-. Te amo.

-Yo a ti -tomé sus mejillas y lo besé.








Pequeños West. [West#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora