-¡HUNTER!
-Tío, te has pasado.
-Lo siento, pensaba que iba a bloquear el golpe. Se ha distraído.
Todo a mi alrededor gira cuando mi cabeza impacta en el suelo por el golpe seco que he recibido por parte de Hunter. Y no está equivocado, debería haberlo bloqueado y esto me pasa por distraerme.
Habían pasado tres semanas desde mi primer día de entrenamiento del cuál Samael se fue sin decir nada, y desde entonces me ha estado evitando. Tres semanas enteras.
Hunter había tomado el relevo como mi entrenador y en verdad he mejorado bastante y mi forma física también se ha beneficiado. También tengo que decir que me hacia entrenar todos los días dos veces y que solo descansaba los miércoles, por lo que si no quería morir mi cuerpo debería ir acostumbrándose.
Por eso mismo, porque él me ha estado entrenando, cuando me ha lanzado el golpe sabía que yo era capaz de esquivarlo si no hubiese visto por el rabillo del ojo como Samael entraba en la zona de entrenamiento.
Había pedido incansablemente la respuesta a la pregunta de si le había hecho algo y por qué me estaba evitando, pero lo único que conseguía eran respuestas evasivas que cada vez más de decían que eso era algo personal.
Veo como May se acerca a mí y me tiende una mano para ayudarme a ponerme de pie. Se la acepto agradecida.
-Vamos, campeona. Solo ha sido un golpe.
Ya de pie y todavía mareada, Hunter se acerca a mi y me toca el pómulo con cuidado.
-Te he hecho un corte y se te va a poner morado, lo siento -dice mirándome apenado.
Esa caricia unas semanas antes podría haberme asustado lo suficiente para hacer que saliese corriendo de aquella casa; pero ya me había acostumbrado. No temia que me hiciesen daño, sabía que al menos, a los mellizos les importaba. Ryder creo que poco a poco toleraba mi presencia. Samael sin embargo... Cada día siento que se arrepiente de haber aceptado ayudarme.
-A las diez y media tenemos que estar en París.
Todos nos giramos a escuchar la voz de Samael, que proviene del armero acompañada por el sonido de las hojas chocar entre ellas.
-¿Y eso se debe a...? -pregunta May mientras nos acercamos todos para escuchar mejor.
-Raymond y los suyos dicen que tienen información. Sobre quién va a ir al baile, entre los que se encontrarán los matones del arcángel Rafael, y los planos de la casa del gobernador de Toulouse. Ambas necesarias para el evento de dentro de dos semanas.
-Ya, claro -resopla Ryder mientras que se apoya contra la pared -¿y qué quiere a cambio? Porque Raymond nunca, nunca, sale barato. Por eso no negociamos habitualmente con él. Capaz y nos pide medio armamento, o suficiente dinamita para volar París entera, o quizás quién sabe, a la preciosa ángel que tenemos con nosotros. Porque te conozco Samael, para que nos dé tal información, tú has tenido que prometer algo aún mayor.
El ambiente de la habitación es muy tenso. Demasiado. Ryder sigue mirando desafiante a Samael, seguro de que las palabras que ha dicho son ciertas y que no es la primera vez que ocurre.
Por el contrario Samael ha parado de colocarse armas por el cuerpo para quedar apoyado con las dos manos en la mesa y la cabeza gacha. Su respiración se ha vuelto notablemente más pesada y estoy segura de que está comprobando los pros y contras de pegarle una paliza aquí mismo.
-He accedido a lo que debía. He valorado el precio que me ha impuesto y he decidido que vale la pena con tal de estar un paso más cerca de ese cabrón hipócrita que se hace llamar arcángel -golpea la mesa tan fuerte con esa última palabra que una daga cae de ella. Esta vez sí levanta la cabeza y se acerca a Ryder. Todo su cuerpo emana furia y rabia y en sus ojos brilla una locura que nunca antes se había dejado ver -voy a hacer la misión de mi vida destruirlo, y si hay que pagar un precio, lo pagaré, sea cuál sea.
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A N G E L
Teen FictionSupe que eras especial antes siquiera de que me enseñases tus alas. Todo en ti gritaba que eras una princesita, la hija de un arcángel. Cuando enciendes una cerilla, el fuego no tiene sombra. La luz no tiene sombra. Eso es lo que eres tú: luz. Pura...