XII

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—Si es que cómo se te ocurre... —cuando Samael me deja en el suelo, May viene rápidamente a darme un abrazo.

Me quedo sorprendida sin saber cómo reaccionar al principio, pero después le correspondo abrazándola fuerte.

—Te he empapado, lo siento —digo cuando me separo de ella, a lo que me sonríe negando con la cabeza.

—Perdón yo, debería haberte defendido ante estos tres y sin embargo lo único que hice fue quedarme callada.

Le doy un pequeño apretón en el brazo y en el momento que me giro veo a un Hunter también empapado trayendo dos toallas, una colgada de su cuello y otra doblada.

Antes de estar a mi lado, abre la toalla y cuando estoy a su alcance me envuelve en ella como un rollito, de la misma forma que solía hacer mi niñera cuando era pequeña después del baño.

Me siento en una de las sillas de la cocina arropada por la toalla y al momento Samael me planta delante un plato de huevos revueltos y una ensalada de tomate.

—Come, no puedes tomarte la medicina con el estómago vacío.

Su voz no dejaba lugar a ninguna otra opción, pero tengo las alas empapadas junto con la ropa y la verdad es que estoy muy incómoda.

—Voy a subir a cambiarme primero.

Me asiente con la cabeza y May sube conmigo para asegurarse de que no me desmaye o algo por el estilo.

Me pongo ropa de entrenamiento y una sudadera que Hunter me había dejado unos días atrás. Me queda casi a la altura de las rodillas, pero es tan calentita que dudo que la vuelva a recuperar.

De vuelta ya en la cocina encontramos a Hunter pasando la fregona mientras que Samael lava las sartenes, pero en cuanto el mellizo me ve pasar por el umbral señala a su hermana y le pide que traiga unas toallas.

—Vas chorreando el suelo con las alas mojadas —me giro sobre mí misma para ver que en efecto las puntas me iban goteando dejando un rastro de agua por donde pasaba.

Me siento en una de las banquetas y mientras como dejo que Hunter me seque las plumas.

—¿Donde está Ryder? —pregunto aún sin saber si quiero una respuesta.

En cierta parte estoy enfadada con él y su reacción. Si cada vez que algo de mi pasado salía a la luz iba a liarla tanto como antes, a lo mejor debería planteare si continuar aquí con ellos.

—Salió a buscarte junto con Samael y Hunter, todavía estará dando vueltas —responde indiferente May mientras que picotea de mi plato de tomate —yo me quedé aquí por si volvías. La verdad es que a las dos horas de haberte ido a los tres casi les da un chungo creyendo que de verdad podías haber desaparecido.

Justo hablando del rey de Roma, este aparece por la puerta del jardín, mojado y con mala cara.

Aparto la mirada en cuanto entra, fijandola en los huevos como si fuese la cosa más interesante del mundo.

—Samael, Hunter, sentaros alrededor de la mesa. Esta conversación se tiene ahora. No voy a esperar más.

Sin duda habría sido un buen general del ejercito.

—Tu ambrosía cura —dice en cuanto su mirada se cruza con la mía.

—Vaya, has tardado en darte cuenta —resoplo en respuesta, rezuma sacarsmo. Hasta yo misma me doy cuenta de mi mala contestación y en la cocina se forma un silencio incómodo. Me aclaro la garganta y corrijo lo dicho —sí, le he estado poniendo de mi ambrosía en las bebidas y en las comidas desde la noche que le hirieron.

A N G E LDonde viven las historias. Descúbrelo ahora