—Voy a reducir a cenizas ese vestido —refunfuño mirando a los cereales que flotan en la leche delante mía.
Hoy era uno de esos días en los que me levantaba de mal humor y por consiguiente conseguía poner de mal humor al resto de la gente en la casa. Una mala manía que tenía desde pequeña.
Cada vez que me levantaba de este plan mi padre me llamaba 'mosquito' y ese era mi sobrenombre durante el día. "Eres como un mosquito cada vez que estás así. Pequeño y molesto, terminas poniendo de mal humor a todo el mundo con tu revoloteo constante".
A día de hoy todavía me lo seguía diciendo y estoy segura de que si hoy me viese 'mosquito' se convertiría en mi sobrenombre del día.Y no es que me haya levantado simplemente de mal humor, es que durante toda la noche he estado dando vueltas a lo que nos pasó ayer y todo el mundo sabe que cuanto más vueltas le das a un tema más negro se termina volviendo.
Me habían hecho un enlace unos simples nefilim. A mí, Graciella Montalbino. Hija del arcángel Rafael.
¿Cómo se habían atrevido?
Ni los arcángeles estaban exentos de que les hiciesen un enlace de búsqueda pero se sabía que simplemente era algo que no ocurría. No rastreas a un arcángel ni a nadie de su familia. Hagan lo que hagan. Es una regla no escrita.
Pero pensándolo mejor, probablemente me habían rastreado por orden del gobernador de Andorra y a su vez este por orden de mi padre, lo que me enfadaba aún más. Él siempre era el que decía que las reglas estaban para cumplirlas pero cuando a él le conviene parece que eso no significa nada.
—¿Sabes? Por muy mal que mires a los cereales ellos no tienen culpa de lo de ayer.
Fulmino con la mirada a Ryder después de su comentario, haciendo que su sonrisa socarrona crezca aún más. Parece que se regodea en mi mal humor.
—Cierto, fue tuya —todo parece quedarse quieto unos instantes, todavía sin creer lo que acabo de decir. Pero aunque no se diga en voz alta la verdad sigue estando ahí presente. Debería haber encontrado una forma de evitar esto —se supone que debías protegerme. A mí y a Samael. ¡Te jactas de ser el jefe de seguridad y ayer casi nos atrapan!
Ryder clava sus ojos azul glaciar en los míos, todavia siendo una muralla que no he conseguido destruir. Se que ese comentario no le ha sentado bien pero parece que soy la única en esta casa que es capaz de decirle en voz alta lo que hace mal.
—Mira, Graciella —se pasa las manos por la cara, todavía con la sonrisa socarrona de antes pero con el enfado contenido en el ligero temblor de ellas. Casi me alegro que la siga teniendo, hasta yo me doy cuenta de que he sobrepasado la línea con Ryder al decirle lo anterior. Me extraña que no haya explotado y por la miradas al resto también —no me culpes de tu error de principiante. Llegas a ser algo más típica y te llegas a dejar el zapato como Cenicienta.
—¿O no has pensado que se me pudo haber enganchado durante la pelea? Ya sabes, esa que tuvimos tú y yo por hacer que May envenenase a Maximilian solo para quedarte tu contento y poder decir por una vez en tu vida que habías doblegado a un futuro arcángel.
Hum, puede que ese haya sido un golpe un poco bajo por mi parte.
El silencio pesa sobre todos nosotros de una forma agobiante. Reprocharle eso a Ryder es como abrir una herida ya curada y echarle limón. Escuece y es molesto. Pero es que to todavía seguía resentida. Ni siquiera se había molestado en disculparse.
—Wow, alguien se ha levantado con los humos de princesa subiditos.
No me lo puedo creer. Esto es increíble.
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A N G E L
Teen FictionSupe que eras especial antes siquiera de que me enseñases tus alas. Todo en ti gritaba que eras una princesita, la hija de un arcángel. Cuando enciendes una cerilla, el fuego no tiene sombra. La luz no tiene sombra. Eso es lo que eres tú: luz. Pura...