Cuando me despierto me siento como si no hubiese dormido nada. Sigo tan cansada como anoche.
Me doy cuenta de que estoy arropada con las sábanas y cuando abro los ojos lo primero que me encuentro es una mirada glaciar. Tardo un poco en caer que es de Ryder.
—¿Has dormido aquí conmigo? —pregunto con un hilo de voz.
—Corrección, tú has dormido conmigo. Esta es mi cama.
Me dedica una pequeña sonrisa somnolienta ante la cara que tengo que tener. Su voz recién levantado es el doble de grave que lo habitual y pocas veces le he visto tan despeinado.
—Primero me besas y luego duermes conmigo. Si no te conociese diría que estás intentando algo.
Noto como me da una patada suave y sus mejillas ponerse coloradas en contra de su voluntad. Río suavemente y esconde su cara en la almohada.
Vuelvo a cerrar los ojos disfrutando de esta paz momentánea, una tregua que anoche parecía imposible. Me rasco los ojos con el dorso de la mano para darme cuenta que tengo una venda en ambas que me rodea las heridas. Las escondo de nuevo debajo de las sábanas.
—Yo también solía hacer eso —el comentario me pilla desprevenida, mucho más el que me señale en sus manos los pequeños trazos blancos en forma de medialuna —era mi forma de ayudarme a controlarme, de mantenerme presente. Un vicio bastante malo.
No especifica mucho y tampoco entiendo muy bien a qué se refiere aunque no le presiono para que diga mucho más. Demasiado que me está diciendo esto.
—Anoche cuando te estaba curando las heridas me fijé que esta no es la primera vez que te lo hacías. Tienes marcas de muchos años atrás y algunas más recientes. ¿Por qué?
Buena pregunta. A veces ni yo tengo la respuesta.
—No es fácil ser la niña perfecta y cumplir las expectativas de todos todo el tiempo. Incluso hasta una rosa blanca tiene una sombra oscura. Era una forma de desquitarme sin que nadie se diese cuenta.
Mueve la cabeza como forma de entender a lo que me refiero.
—¿Por qué no te curas con tu ambrosía?
—No puedo curarme a mí misma —respondo sin darle importancia mientras que agarro su mano para observarla. Tiene pequeños cortes que parecen frescos de ayer —los ángeles nacemos para servir, para ayudar; no para fines egoístas o para nuestro propio interés.
No dice nada y tampoco retira la mano, me deja observar todas las marcas que tiene, unas más notorias que otras sobre su piel blanca.
Me encantaría conocer la historia detrás de cada una de ellas.
—Anoche pudo con todos nosotros la situación, ¿verdad? —no lo digo con maldad ni con intención de empezar una pelea, solo como una observación. Todos somos conscientes y responsables de nuestra acciones y las tenemos en cuenta.
Me mira fijamente a los ojos en cuanto digo eso en un susurro. Son el gris más claro que he visto jamás.
—Lo siento.
Wow, eso sí que no me lo esperaba.
—Fui un capullo contigo y con el resto. Tenías razón cuando dijiste que el veneno de Maximilian fue por despecho, es verdad. Él no nos ha hecho nada y no debí tomarla con él, mucho menos cuando podía haber tenido consecuencias fatales si algunes nos hubiese descubierto. Perdón.
Se nota que no está acostumbrado a pedir disculpas, se le ve indeciso y titubea a la hora de hablar pero el detalle de pedir perdón es enorme y significa mucho para mí.

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A N G E L
Novela JuvenilSupe que eras especial antes siquiera de que me enseñases tus alas. Todo en ti gritaba que eras una princesita, la hija de un arcángel. Cuando enciendes una cerilla, el fuego no tiene sombra. La luz no tiene sombra. Eso es lo que eres tú: luz. Pura...