II

2.5K 246 131
                                    

—Muéstrame tus alas.

Esas palabras me dejan helada, pero sin rechistar y sin apenas hacer un gesto, muestro mis alas a todos los que se encuentran aquí. No puedo ver las reacciones del resto, pero escucho una pequeña exclamación por parte de May. Aunque la reacción que me interesa más es la del rubio delante mía. En cuanto enseño mis alas, de una mirada rápida me las recorre de arriba abajo, fijándose en cada detalle. No muestra ninguna reacción, pero cuando me mira a los ojos puedo ver cómo un ramalazo de ira y rencor cruza estos.

Aunque creo que hay dolor en ellos.

Cuando creo que es suficiente las vuelvo a esconder, notando mis mejillas encendidas por la atención que he recibido en tan pocos segundos.

—¿Me crees ahora? —pregunto en casi un susurro.

No me responde a la pregunta.

—Está bien. Dime qué tienes ahí.

—Primero me tienes que prometer que a partir de ahora seré tan parte de esto como vosotros. No me dejaréis de lado y los documentos permanecerán siempre bajo mi supervisión. Tienes que prometer que me vas a proteger, porque estoy arriesgandolo todo. Todo, por un bien mayor. Ya no me queda nada —noto como la voz se me quiebra al final de la frase al darme cuenta de la fuerza de mis palabras.

Ya no me queda nada.

—¿Estás dispuesta a confiar en una panda de demonios? —sonrie con suficiencia saliendo de detrás del escritorio y sentándose de medio lado frente a mí, apenas a unos escasos centímetros. Trago saliva con el mayor disimulo que puedo —¿qué te hace pensar que vamos a cumplir nuestra palabra?

—Es la única opción que tengo. Independientemente de lo que piense no me queda otra.

Esas palabras rebotan en mi mente, una y otra vez.

Asiente brevemente y se incorpora. Rápidamente doy un paso hacia atrás.

—Entonces, vamos a presentarnos. Aquellos dos de allí —señala a los mellizos que me han traído —son Hunter y May, los dos son demonios —Hunter me mira sonriente y May me saluda moviendo los dedos —son capaces de envenenar y matar en pocos segundos si encuentran un punto abierto a tu torrente sanguíneo.

Intento no dejarlo ver, pero eso me ha asustado, bastante. Nunca había tratado con demonios y no sabía qué clase de habilidades tienen.

—El rubio de allí, es Ryder. Tiene un cuarto de sangre humana y tiene una velocidad mayor a la media de cualquier persona y no hace ruido, en el sentido literal de la palabra. Nunca le vas a escuchar andar, respirar o rugir la tripa. Es mi jefe de espias —Ryder le mira sin posar ni siquiera sus ojos sobre mí un segundo. No tiene cara de muchos amigos y estoy segura que es por mi presencia —ahora, como puedo ver que estás echa un desastre, ¿por qué no vas con May a comer algo y a cambiarte? Creo que lo necesitas. Cuando tenga tiempo ya me acercaré a ver esos documentos tan importantes que según tú tienes.

No quepo en mí de mi asombro ante su permiso para poder descansar y comer, estaba desfallecida, ni siquiera parece que vaya a pedirme que le entregue los documentos. No quiero que cambie de opinión, por lo que sin abrir la boca, me coloco al lado de May. Abre la puerta y sale antes que yo pero me paro un segundo y miro al chico rubio que no se había presentado. Quiero saber su nombre.

A N G E LDonde viven las historias. Descúbrelo ahora