El camino de vuelta a casa es tranquilo, no hay apenas coches en la carretera y el movimiento me acuna suavemente hacia el sueño.
Estoy cansada y tengo el cuerpo resentido de no haberme quedado en la cama, pero eso es lo último que me importa en este momento. Estoy feliz de que he podido ayudar.
Hunter va un poquito más lento de lo habitual porque hemos estado bebiendo durante la cena algo de alcohol, por lo que sería un fastidio que nos pasase algo en la carretera después de haber conseguido los planos.
—Ryder nos va a matar —digo cuando veo que nos acercamos a la verja de la casa.
—Y May también. Se suponía que por la tarde me tocaba a mí quedarme vigilando a Samael.
Los dos nos miramos sabiendo que Ryder tiene que estar subiéndose por las paredes como el buen friqui del control que es. Habiendo dejado el movil en casa y desconectado el rastreador del coche, no hay casi ninguna manera de que pueda haber sabido dónde estamos.
Cuando divisamos la casa se pueden ver luces encendidas. En la planta de arriba, la luz del dormitorio de Samael y en la de abajo, la de la cocina.
Una vez ya bien metido en la cochera, salimos del coche con los planos y nos dirigimos a la puerta de entrada.
Esta se abre dejando salir la luz a raudales y la figura de Ryder, en camiseta negra, pantalones de chándal y calcetines sale a nuestro encuentro.
Está que hecha humo.
—¡¿Pero cómo se os ocurre, pedazo de idiotas?! ¿¡Como se os ocurre iros sin decir nada?! ¡Dejandome a May y a mí sin ninguna posibilidad de rastrearos y preocupados por los que os pudiese haber pasado! —se pasa las manos por la cara completamente frustrado y suelta un hondo y profundo gruñido.
—Digamos que la idea fue mía...
No se por qué abro el pico, pero en cuanto menciono que soy la cabecilla de esto levanta la mirada como un resorte y me mira fijamente. Sintiéndome un poco incómoda me giro hacia Hunter. Está el muy patán a mi lado, sonriendo y balanceado su peso de una pierna a otra ante la pataleta de Ryder.
El peliblanco imita mi gesto y se gira hacia Hunter. Viendo cómo su amigo está ahí, sonriente y medio borracho, su expresión se va calmando poco a poco, pero sin perder su expresión enfurruñada, eso nunca.
—Algún día os voy a matar por esto. Me cobraré mi venganza. ¿¡Sabéis lo que es lidiar con los dos que hay dentro de la casa?!
Por más que lo intento no puedo evitar que se me escape una sonrisa al verle así. Parece un padre regañando a unos niños por haberse ido de casa sin avisar.
—Cuando he subido de entrenar he ido al cuarto de Samael a ver como se encontraba, para ver que May seguía la pobre ahí cuando deberías estar tú. He dado por supuesto que te habrías ido a correr y que se te había pasado el tiempo. Luego he ido a tu cuarto para ver cómo te encontrabas y darte una crema especial para los golpes y me encuentro que tu cama está vacía. Vacía. Así que ya dudando de que eso hubiese sido una coincidencia he mirado las cámaras de seguridad. Cuál ha sido mi sorpresa averiguar qué os habíais ido los dos, empingorotados como si fueseis a una fiesta, salir de casa —mueve los brazos de arriba abajo señalando nuestro ropa y continúa con su monólogo —se lo he tenido que avisar a May y cómo no, Samael se ha enterado también. Y Samael siendo Samael no ha tenido otra brillante idea que intentar salir de la cama y se le han abierto los puntos que tenía en el estómago.
No se en qué momento mi cerebro dice basta, pero en cuanto lo hace, dejo de escucharle.
Sé que mis movimientos son torpes en tacones por el alcohol y el dolor, pero me las arreglo para acercarme a él y darle un beso en la mejilla.
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A N G E L
Novela JuvenilSupe que eras especial antes siquiera de que me enseñases tus alas. Todo en ti gritaba que eras una princesita, la hija de un arcángel. Cuando enciendes una cerilla, el fuego no tiene sombra. La luz no tiene sombra. Eso es lo que eres tú: luz. Pura...