En cuanto terminamos de comer May y yo nos vamos a mi cuarto para empezar a prepararnos. Hasta el palacio de la familia Chavalier por lo visto hay unos veinte minutos en coche y queremos estar allí a las nueve, media hora después de que haya comenzando.
El servicio de habitaciones nos ha dejado los vestidos colgados en el armario, perfectamente planchados y listos para lucirlos. Mientras que May está en la ducha, coloco sobre el tocador todas las horquillas, gomas, peines y accesorios necesarios para lo que nos vamos a hacer el pelo.
Cuando el agua deja de correr y sale May del baño con una toalla, cojo yo las mías correspondientes y me meto a bañar.
No me tomo una ducha muy larga, pero si lo suficiente como para relajar un poco el nudo de nervios que tengo en la barriga.
Cuando salgo del baño, May se encuentra ya en ropa interior delante de la cama, donde una gran variedad de armas se encuentran. Para mi sorpresa no veo ninguna pistola. May, casi leyéndome el pensamiento empieza a preguntarme qué voy a llevar mientras que ella se ata un puñal en el muslo derecho.
—Ryder ha dicho que es mejor que nosotras llevemos las armas blancas, es más difícil para nosotras ocultar una pistola, además de que cree que todavía no eres capaz de disparar a nadie.
Me sentiría ofendida por ese comentario en otras circunstancias, pero agradezco en silencio que Ryder haya sido capaz de ver que no tengo estómago para eso.
Imito a May y comienzo a colocarme lo que veo necesario. Esta vez me decido de forma exclusiva a las dagas; es lo que mejor manejo y lo más cómodo de llevar encima, además de que tiene el tamaño perfecto para poder ocultar una en el fajín del vestido, para al menos poder llevar una a la mano y por encima de la ropa. Me coloco dos fundas en el muslo izquierdo y una en el tobillo derecho. Separo una del resto, dejándola en la mesita para luego esconderla cuando tenga el vestido puesto. Una vez listo este tema me siento delante de May, que empieza a hacerme el pelo.
—¿Cómo te lo vas a recoger? —pregunta mientras deja caer un rizo pelirrojo sobre mi hombro. Todavía puedo notar contra la piel el calor de las tenazas.
—Creo que un medio recogido es lo que más pega con lo que llevo, creo yo.
Veo por el espejo como May asiente de acuerdo con lo que digo, concentrada en hacerme los bucles perfectos. En mitad del momento en el que la morena está haciéndo los cálculos para ver cuánto pelo deja suelto y cuanto recogido llaman a la puerta.
—¿Podemos entrar?
La voz de Hunter se escucha al otro lado de la puerta pero por su pregunta seguro que viene acompañado de los otros dos.
—¡NO! —gritamos May y yo a la misma vez —todavía no estamos vestidas.
—Y qué estáis, ¿por el cuarto desnudas o algo? —la voz de Samael se hace presente con su típico tono burlón.
—Samael, cierra el pico.
Oigo como los tres se ríen al otro lado de la puerta, haciéndonos sonreír a mí y a May a la vez.
—Estamos en ropa interior todavía, nos estamos peinando. Vosotros deberíais ir preparándoos también.
—Nosotros con veinte minutos tenemos de sobra, no necesitamos una tarde entera —ruedo los ojos y veo como May le hace burla a Ryder por detrás —el caso, necesitamos las armas que tenéis ahí dentro para ver cuales llevamos nosotros o no. ¿Nos las sacáis?
—Obviamente no. Os acabamos de decir que no estamos vestidas.
En aquella situación, riendo y picando unos a otros, cualquiera diría que íbamos a una fiesta donde probablemente se iba intentar asesinar a tres personas inocentes. Parecíamos niños jugando mientras que nos preparamos para salir por ahí de noche; una cierta para de mí estaba segura de que eso éramos.

ESTÁS LEYENDO
A N G E L
Ficțiune adolescențiSupe que eras especial antes siquiera de que me enseñases tus alas. Todo en ti gritaba que eras una princesita, la hija de un arcángel. Cuando enciendes una cerilla, el fuego no tiene sombra. La luz no tiene sombra. Eso es lo que eres tú: luz. Pura...