XVIII

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—Hago mi parte del trato si me das la ambrosía que le has quitado —hablo con voz contundente extendiendo la mano.

—No tenemos tiempo para esto —Samael se acerca en dos pasos a Ryder y a mí y agarra la aguja por la cuchilla, tirandola al suelo. Le miro enfadada pero él solo me hace un movimiento de cabeza hacia las personas inconscientes al lado nuestra —luego ya nos peleamos, ahora no.

Prefiero dar mi brazo a torcer antes que poner en riesgo la vida de estas personas, así que en silencio me acerco donde he dejado los tacones, me los pongo y después me coloco de rodillas delante de los tres agarrandolos del tobillo.

Cierro los ojos visualizando la zona donde hemos acordado esconderles. Es una nueva zona residencial de Toulouse con familias jóvenes, mayoritariamente humanos, con un montón de zonas verdes y parques.

Les tengo que dejar escondidos cerca de donde hay más árboles y cuanto más lejos posible de la zona de juego de los niños.

Noto la sensación típica de cosquilleo por todo mi cuerpo, la energía fluyendo por todo mi ser y la luz blanca que me envuelve antes de desaparecer.

Cuando la luz va desapareciendo poco a poco abro los ojos para encontrarme en el parque. No se oye nada, solo el viento moviendo las hojas de los árboles.

Coloco a los tres detrás de unos arbustos y pegando al muro que rodea el parque, para que así ni desde dentro ni desde fuera les puedan ver antes de que se despierten ellos por su cuenta.

Les vuelvo a mirar una última vez, todos colocados juntos para que no pasen mucho frío y sintiéndome un poco arrepentida de dejarles ahí tirados, pero sin duda eso mejor que los maten.

Respiro hondo de nuevo antes de concentrarme para saltar. Con este se suman cinco y si ocurre algún imprevisto no estoy segura de que pueda transportarlos a todos sin que termine conmigo.

Dejo que la energía me recorra de arriba abajo, que la luz me envuelva y el sentimiento de vértigo se apodere de mi por un momento cuando noto como toco el suelo.

Mis tacones se hunden en la hierba cuando aparezco de nuevo en los jardines. Todo me da vueltas y aunque el crizol me pueda haber dado un plus extra de energía sin duda lo he gastado.

Me fijo que alrededor mía no hay nadie, ni siquiera el cuerpo inconsciente de Maximilian.

Me giro extrañada buscando alguna señal o algún detalle que me indique dónde están pero no hay nada.

De nuevo me quito los tacones para poder caminar más cómodamente cuando escucho un pequeño ruido proveniente de uno de los giros del laberinto.

—Pss, pss...

Me dirijo hacia donde suena el ruido y veo a Hunter detrás de unos arbustos intentado pegarse lo máximo posible a ellos.

Me agarra para que me siente junto a él sin decirme nada y de nuevo se queda en silencio.

Siento mis pulsaciones a mil sin saber porqué estamos así y donde se han metido el resto, pero cuando acerca su rostro al mío y me susurra las siguientes palabras sé que algo no ha salido como esperaban.

—Plumas, necesito que saltes al hotel.

¿¡Al hotel?! Sin duda el imprevisto ha tenido que ser grande.

Es un salto demasiado largo y no se si seré capaz de llevarnos a los dos, no habiendo saltado antes.

—¿Por qué? ¿Y el resto y Maximilian? —aprieto su mano para que me mire pero no me hace caso, sigue mirando a todos lados como un conejillo asustado.
Aparta mi mano de la suya para meterla en la chaqueta.

A N G E LDonde viven las historias. Descúbrelo ahora