Capítulo 13: La Futura Reina

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Tiempo actual

—¿Dónde estuviste? ¡Me tenías preocupado!

Jane sonríe avergonzada dejando sobre la mesa sus cosas. Doug alza una ceja. Había algo diferente en ella. Sus mejillas estaban sonrojadas y también hay un brillo inusual en sus ojos. Parecen más azules que nunca.

—Creo que perdí la noción del tiempo, lo siento.

—¿Toda la noche?

—Eh... Sí, no volverá a pasar— Jane carraspea y se cuenta de que él sigue ahí—. ¿Y por qué no estás en las minas?

—Te quería contar eso. Pasó algo muy extraño ayer.

Doug da media vuelta y se levanta su camisa lo suficiente como para mostrar su espalda libre de cualquier herida. Jane forma una O con su boca. Él se gira para verla de nuevo.

—Desperté en medio del bosque en la noche. No recuerdo nada. Hay una enorme laguna que me impide saber como es que de pronto estoy curado— dice serio—. No quise ir hoy porque vi un letrero en el que me buscan por escaparme.

—Eso es muy extraño.

Jane piensa unos momentos. En su campo de visión aparece algo que no entona con el resto de la guarida.

—¿Y eso? — señala el pedazo de tela azul.

—Estaba conmigo cuando desperté.

—Si sabes que significa, ¿no?

Doug niega.

—¿De verdad?

—Que no. No sé qué tiene que ver un pedazo de tela en todo esto.

—Doug, no seas tonto. Piensa, cuando ves el color el azul... ¿En quién piensas?

—En Evie.

Doug comprende lo que Jane intenta decirle. Toma la tela entre sus dedos y la mira fijamente. El azul le recuerda a su cabello, su ropa. La tela a lo que ella tanto amaba hacer.

—No, no creo que Evie esté involucrada en todo lo que me pasó. No tiene sentido.

—Todo tiene sentido en esta vida. Que ahora parezca que no es circunstancial.

Jane suspira con aire soñador ganándose una mirada confusa por parte de Doug.

—Quizás la respuesta está en tu princesa de cabellos azules, amigo.

—¿Y a ti qué demonios te pasa?

Jane decide que no quiere seguir ocultando la enorme emoción que siente. Se acerca a Doug y lo abraza riendo. Él puede jurar que desde que todo comenzó ella no lo había lucido así, de esa forma, tan feliz y radiante. Su amiga de años por primera vez en mucho tiempo parece irradiar una felicidad que tanto merece sentir.

—Jane... Comienzas a asustarme.

—Creo que estoy enamorada, Doug.

Aquello sí es una sorpresa.

—¿De quién?

—De Carlos De Vil.

(...)

—¿Mi hija será reina?

La sonrisa de Grimhilde lo dice todo. Está feliz con esa noticia. Evie, en cambio, no termina de procesar lo que acaba de escuchar.

Maléfica asiente desde su lugar en el trono.

—Sin Mal este reino necesitará una sucesora digna. Yo me retiraré en algunos años, y cuando eso pase, Evie tomará mi lugar— informa—. Y dado que tiene magia la hace la candidata perfecta.

¿Sucesora de la Emperatriz del Mal? ¿Ella? No, no y no. Es todo lo que menos desea justo en esos instantes donde su corazón sigue sufriendo por lo que sucedió con Doug. No tiene la templanza para complacer a las dos mujeres aceptando el puesto. Y su silencio hace que Grimhilde la mire de manera inquisitiva.

—¿Hay algún problema, manzanita?

—No, madre. Es un honor que me considere para el puesto, Emperatriz, pero yo no me siento lista— confiesa, mintiendo.

Prefiere mil veces quedarse sin un trono antes de tomar ese. Únicamente está ahí por que su madre se lo había pedido, pero de haber sabido que le pedirían semejante cosa se hubiera negado rotundamente.

—¡Evie!

—No la reprendas, Grimhilde. Tu hija tiene razón. No está lista para el cargo... Le hace falta carácter.

Maléfica de pone de pie y camina en dirección de la peliazul. Al estar cerca toma su barbilla y mira sus ojos directamente. Evie lucha contra el impulso de alejarse del tacto de la mujer que tanto daño le hizo a Mal.

—Lo estará muy pronto, sin embargo. Desde ahora será mi pupila.

Evie busca los ojos de su madre para pedirle silenciosamente que la ayude. Hay duda en la Reina Malvada, hay un titubeo que desaparece tan pronto como un parpadeo.

—¿Qué le enseñarás? — pregunta Grimhilde. Evie aprieta los puños.

No, claro que su madre no se atrevería a desafiar nunca a Maléfica. Decepcionada. Así se siente. Simplemente decepcionada. Nada nuevo. Se queda quieta apretando los labios en una fina línea. Al parecer su opinión no importaba. Las estaban obligando sin darle más opciones.

—La enseñaré a ser malvada. No voy a cometer contigo los mismos errores que con Mal.

—¿Mi hija estará bien?

—Confía en mí, Reina. Una vez que termine con Evie te sentirás orgullosa de tu hija como nunca.

Grimhilde termina por aceptar y con eso permite que Evie se quede a vivir en el Páramo por un tiempo indefinido. Maléfica les da unos minutos para despedirse.

La mujer abraza a Evie para sorpresa de la chica que no está acostumbrada a abrazos de ella. Nunca, ni de niña, la había abrazado así. Quizás en sus cumpleaños un tosco y obligado abrazo, pero nunca de esa forma. Evie podía sentir la duda en la Reina Malvada. Podía sentir su angustia, podía sentir la renuencia a dejarla ahí.

—Por favor, no me dejes aquí.

—Es lo mejor para ti— le dice la mujer mayor pasando repetidas veces la mano por su largo cabello—. Es lo mejor para ti, manzanita— repite.

Antes de irse Grimhilde besa la mejilla de su hija, limpiando con su dedo la única lágrima que Evie ha dejado escapar. Entonces se va desapareciendo frente su nariz, desvaneciéndose junto a las esperanzas de Evie por salir de Ahí.

Y ahí, sola, Evie se da cuenta de que le esperan horribles tiempos a lado de Maléfica. Quiere engañarse, diciéndose que no tiene miedo, pero es inútil.

No tenía a Mal, ahí nadie la ayudaría, nadie vendría a rescatarla.

Lo peor está por venir.

Un mundo de oscuridad ¦ Descendientes [COMPLETA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora