Capítulo 5: Un Trabajo Escalofriante

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Juntan sus labios en un beso tímido, inexperto, torpe. Ambos ríen al separarse. Momentos después vuelven a intentarlo esta vez con más confianza. Él acuna su rostro con cariño e infinita ternura y ella se derrite ante la sensación de su boca cálida sobre la suya.

—¿Evie?

—¿Sí?

—Te quiero.

Ella sonríe y busca nuevamente sus labios para olvidarse que dentro de unas pocas horas toda esa efímera felicidad se vería opacada por sus planes malvados. Busca un motivo, algo que la hagan desistir. Él. Sólo él es suficiente.

Entonces... ¿por qué no le decía que también lo quería?

Ese sentimiento extraño, ese cosquilleo que tenía cada que le miraba o estaban cerca. Si no era amor entonces nunca podría nombrar lo que sentía. Él es abierto a la hora de mostrar sus sentimientos, pero ella así no había sido criada. Nunca podría corresponderle como se lo merecía y ese simple pensamiento agrieta su corazón un poco.

Evie despierta con el nombre de Doug saliendo de sus labios. Apenas un suspiro, apenas un pequeño hilo de voz.

Despierta y muy preocupada se da cuenta de que es tarde para el desayuno. Y Grimhilde era demasiado estricta con los horarios.

Sé apresura a darse un baño, vestirse acorde a los gustos de su madre y maquillarse cuidando cada detalle. No quería en lo absoluto un regaño, menos a esa hora del día. Cuando llega a la conclusión de que se ve presentable baja al área del comedor donde también, todas las mañanas, se encontraba con Jay y Carlos. También con Jafar y Cruella, aunque ellos se retiraban apenas compartían las nuevas noticias.

Al llegar todos la miran. Intenta ignorar a todos y se concentra en corresponder la sonrisa de Carlos. Por lo menos él la saludaba. Su madre ni siquiera dijo algo, solo analizó a la chica de pies a cabeza. Toma asiento junto con el peliblanco.

—¿Maléfica no sabe que es descortés llegar tarde?— dice Grimhilde con fastidio, tomando de su taza de té.

—¿Va a venir? — le pregunta Evie a Carlos en voz baja. Jay los ignora.

—Eso parece. Y también Mal.

—Oh.

Evie piensa que no quiere ver a Mal justo en esos momentos. Quiere creer que el pequeño incidente del otro día no era nada, pero la chica sabía muy bien que Mal era bastante testaruda. Si decía que había traicionado su lealtad, no habría poder humano que la hiciera cambiar de opinión.

—Toma, te aparté un poco— murmura Carlos pasándole dos pedazos de pan con miel, los favoritos de ella—. Jay casi se los acaba el muy glotón.

—¿Sí te podrías callar? Tu voz me taladra la cabeza— gruñe Jay con un pedazo de pan entre los dedos.

Evie y Carlos ríen. La chica agradece el gesto y comienza a desayunar mirando de vez en cuando a su madre. Se le ve molesta por el retardo de la madre de Mal y ni siquiera se da cuenta de que ha roto su dieta.

Maléfica llega poco tiempo después con Mal a sus espaldas. La chica mastica chicle y no mira a nadie. Un cuervo descansa en el hombro de Maléfica.

—Pésimos días para todos ustedes, súbditos.

—Llegas tarde.

—¿No podían esperar a la Emperatriz del Mal para comenzar el desayuno? Que ingratos. Deberían ser castigados... Pero hoy estoy de muy buen humor— toma asiento a la cabeza de la mesa rectangular. Rápidamente el desayuno es servido por los empleados del castillo.

—¿Y eso a qué se debe?

—Capturaron al hijo de un héroe.

Al momento los cuatro adolescentes dejan de respirar. ¿Algún conocido, amigo? Miraron expectantes a que siguiera hablando.

—Al hijo de Jazmín y Aladín, Jafar.

Nadie lo conocía. O al menos nunca habían tratado con él de cerca, sin embargo, un mismo pesar los embarga. Es un joven, de su edad, estando en un lugar equivocado en un momento equivocado. Todos esperan la reacción del hombre y está no tarda en aparecer. Golpea la mesa con fuerza soltando una espantosa risa.

—¿Y qué haremos? — pregunta con urgencia el visir.

—¿Nosotros? Nada, por supuesto— suelta con tranquilidad. Mira a Mal con genuino orgullo y la señala a ella y a los otros—. Esta vez serán nuestros descendientes quienes se encarguen del problema.

Eso no era en absoluto bueno. Evie busca en los ojos de Mal alguna emoción, pero se da cuenta con tristeza que sólo hay una enorme indiferencia.

—¿Cómo se supone que lo hagamos? —se atreve a preguntar Jay.

—Saben cuál es es castigo para un hijo de un héroe.

Eso era atravesar el pecho con una espada. Justo en corazón. Para mostrar así, que ni el amor, ni la esperanza, los salvaban de un destino cruel.

—¿Cuándo será?

—Hoy mismo al atardecer.

Ninguno se atreve a rebatir. Todos estaban asustados, temerosos de asesinar por primera vez. Maléfica no dijo quién lo haría, lo que convertía ese asunto en una horrible adivinanza. Un horrible juego. Cualquiera podría ser. Mal, Jay. Carlos o Evie.

—¿Por qué tanto interés en que algunos de ellos sea el que lo haga? — cuestiona Grimhilde—. No quiero que Evie se manche la ropa con esa asquerosa sangre.

—Oh, no será la pequeña princesita quien lo hará.

—¿Entonces quién? Imagino que Jay. Por ser mi hijo merece hacerlo.

—Tampoco, Jafar.

¿Carlos asesinando? No, nunca pasaría ni por la mente retorcida de su madre. Quien acabaría con la vida inocente de ese descendiente sería Mal. Algo, a juzgar por la mirada de Maléfica, se los decía.

—¿Carlos?—tienta Cruella mirando como la simple mención de su nombre lo alteraban—. No creo que pueda...

—No. Será Mal. Mi hija lo hará.

La susodicha se mantiene imperturbable. No dice nada, no hace nada. Cualquiera podría confundir eso con determinación, pero la verdad es todo lo contrario.

"¿Tu padre piensa que no te rendirás a la maldad? Ya lo veremos", piensa Maléfica acariciando al cuervo sobre su hombro.

Los ojos de Mal se esconden ante la mirada inquisitiva de la peliazul. No tenía interés en mostrarle cómo se sentía realmente. Su lazo se había debilitado.

—Haré lo que tenga que hacer, madre.

Y con eso solo logra hacer que Maléfica piense cada vez más que el estúpido Dios está equivocado.

Su hija era digna de llevar su nombre al igual que su sangre. Y se lo demostraría en pocas horas.

Mal la haría sentir orgullosa.

Un mundo de oscuridad ¦ Descendientes [COMPLETA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora