"Capítulo TREINTA"

144 5 2
                                    

Despierto sobre la misma cama en la que Gabriella y yo habíamos descansado

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Despierto sobre la misma cama en la que Gabriella y yo habíamos descansado. Estiro mi brazo tratando de encontrar su cuerpo aun con los ojos entrecerrados. No obstante, no hallo algún rastro de ella. Me levanto retirando la manta que llevaba sobre mi cuerpo, mi vista cae en dirección a la mesita de noche, y en ella visualizo una carta. 

<<Buenos dias mi Adam, hoy, por segunda vez, te recibire con un delicioso desayuno. Te espero abajo.>>

Desde la ventana puedo saber que aun era muy temprano. Ni el sol se atino a salir, solo estaba nublado y con pequeñas gotas de llovizna. Tipico en un dia como hoy, no es muy usual pensar en mi corta edad; pronto me hare viejo y Gabriella se reirá de mi cada vez que la vea despertar.

Tomo mi bata para luego bajar las escaleras de la casa, para mi sorpresa todo estaba en su lugar, aunque claro que ya no estaban los jarrones ni las copas de colección. Los maseteros eran remmplazados por unos mas pequeños.  Todo el desorden que había dejado ayer había desaparecido. 

Además la venida de los empleados comienza desde las ocho de la mañana no a estas horas del día.

Voy en dirección a la mesa principal donde se hallaba un par de platos y jugos de naranja en cada uno de ellos. Levanto la cabeza al ver a Gabriella sosteniendo una bandeja de preparativos.

—Mi bello durmiente, te prepare unos ricos huevos fritos con arroz y jugo de naranja para digustar. Sabe delicioso, la primera vez que hice unos huvos revueltos me salio quemados...—me acerco a ella a pasos ligeros pero largos callando esos deliciosos labios con un beso. Ella corresponde mis acto sumisa de la escena sujetándose de mis hombros. Nos apartamos por la falta de aire, la miro tomando un mechon de su cabello para colocarlo detrás de oreja. 

—¿Qué decías de los huevos quemados?—pregunto incorporando mi espalda.

—Emily...obligue a Emily a comérselos.

—Gracias, Gaby.—agradezco tomando uno de los cubiertos.

—Gaby...

—¿No te gusta? 

—No, para nada. Se siente bonito escucharlo de ti, Adam—ríe y noto el tono rosa de sus mejillas—. Por favor no te burles.—coloca ambas palmas de sus manos sobre sus pómulos cabizbaja mirando alguna parte del cuarto de la cena.

—Jamás me burlaría de lo rojita que te pones...—aparto sus manos de sus mejillas y me mira con sutileza.—Eres hermosa, Gaby.

—Adam, hare un drama por decirme eso. Enserio no me gusta...

—Bella.

—¿Desayunamos?—bajo mis manos en dirección a sus muñecas para alzar las suyas con el fin de depositar un beso en cada uno de ellos. Sin embargo, me percate de las pequeñas gasas de tela sobre la superficie de su mano.

—¿Fue por los vidrios?—inquiero asumiendo que ella había recogido mi desorden.

—Una tontería, trate de alzar uno de los maseteros y mientras lo hacia se rajo y empeoro la arcilla  para que finalmente se rompiera. Fue tonto de mi parte tomarlos a la ligera...—beso sus nudillos y la abrazo.

AMAR PARA PERDONAR| Pasiones secretas N°2 (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora