"Capítulo TREINTA Y SIETE"

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Bajo las gradas de la casa de Vadim, un soneto que provenía de la primera planta logra tener mi atención

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Bajo las gradas de la casa de Vadim, un soneto que provenía de la primera planta logra tener mi atención. Aquel sonido del piano era tan hermoso, solo me recordaba a la música que siempre sonaba en las practicas de taller. Tan melodiosa, tan deslumbrante...

Sigo caminando hallando el lugar de donde provenía esas melodías. Abro una de las puertas con cautela para no interrumpirlo y ahí lo veo, sentado tocando cada una de los teclados. Él nota mi presencia y me ofrece un pequeño espacio en el banco donde el estaba sentado. Lo acompaño mientras tocaba con agilidad el instrumento hasta que los últimos sonetos desaparecieron. Se detiene y voltea a mirarme. Toma un menchon de mi cabello y lo deja detrás de mi oreja. 

Inevitablemente se acerca aun mas y por sorpresa mía, sus labios contraatacan con los mios. Sube  una de sus manos a mi mejilla con la intención de que mis nervios busquen un poco de paz. 

Lo estaba besando, realmente le correspondí o solo era por el dolor que aun guardo en mi. 

—Vadim...—me alejo de sus labios negando con la cabeza cuando vuelvo abrir lo ojos quedo  fascinada al ver ahora solo a Adam, retrocedo de su lado logrando tropezarme con un charco de sangre. Me embarro entre ella por la caída y él solo se levanta y me ofrece una mano, por mi lado lo ignoro. Mi corazón late muy fuerte y voy perdiendo fuerza en mi intento de levantarme. Se inclina a mi, se arrodilla y me mira con esos mismos ojos azules. Esos hermosos ojos que trasluce la belleza del hombre. 

—No soy Vadim—responde con un hilo de voz.—. Nunca te dejare sola.


Una voz me llama a la realidad logrando despertar de aquel oscuro y penumbroso sueño. Parpadeo los ojos y veo una silueta masculina observándome con extrañeza. 

—¡Jodido!—exclamo al toparme con el rostro de Vadim.

—No te preguntare porque me mencionaste en tus sueños, pero te hago recodar que son las ocho de la mañana y dentro de una hora tengo que hacer unas cosas. Así que llama a tu amiga para encontrarnos.—¿me había oído? mis mejillas arden al recordar aquel beso.

—¿Te puedo preguntar algo?

—Dime

—¿Tocas el piano?—no pude evitar preguntarle ante lo que había soñado. 

—Ah, bueno no desde hace casi nueve años. Creo que he perdido la practica por completo, no sabría que tocar si me lo pidieras.

—Deberías hacerlo.—conteste.

—¿Eso responde a tu sueño?

—Si, no fue para nada placentero.

—Bien ¿entonces?

—Ahora llamo a Emily, solo déjame ponerme un polo blanco y...

—Por lo que veo si tu pantalón esta allá, solo tienes...

AMAR PARA PERDONAR| Pasiones secretas N°2 (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora