Capitulo 5

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Ya no hay familias. Sólo personas.

Ya no hay hijos, solo huérfanos.

Así, aterrador y cruel se ha vuelto el mundo desde que los Otros llegaron.

La Primera Ola fue la más inteligente, o al menos eso creo yo. Al quitarnos la electricidad nos quitaron la normalidad, fue como si tiraran de la alfombra bajo nuestros pies. Nos desestabilizaron. Se fue la comunicación, y con eso, la supervivencia.

La Segunda Ola se encargó de cada persona que viviera remotamente cerca de los mares o ríos. Las costas quedaron destrozadas, y con ellas, miles de vidas.

Pero si tuviera que elegir la más horrible, esa sería la Peste Roja. La Tercera Ola.

Era un virus tan contagioso y repulsivo, que acabó con más del noventa por ciento de los sobrevivientes de las primeras dos olas. En cuatro meses la civilización cayó. O eso me dijeron. O eso se creía, porque ya nadie podía estar seguro de nada.

A mí también me falta eso, seguridad. Antes la tenía, tenía esperanza también, solía rezar. Pero todo se fue. Ahora solo puedo sentir tristeza.

Me encuentro sentada en el suelo, con las rodillas pegadas al pecho, sintiendo la brisa fresca en el rostro. Observo una pequeña flor silvestre, los árboles, el viento que acarrea hojas, cenizas, voces... y de un momento a otro estoy tarareando la vieja melodía de mi celular. En cuanto me doy cuenta de que lo estoy haciendo, se me olvida, y me veo incapaz de continuar. El pasado se siente así, borroso, es cómo intentar recordar un sueño, o cuando repites tanto una palabra que se te olvida cómo se pronuncia correctamente. Llega un punto en que todo parece más un invento que un recuerdo. Y odio eso.

Me pongo de pie y me sacudo la ropa. Camino por entre las tiendas y veo a varios niños corriendo y jugando como si no estuviéramos viviendo el fin del mundo. Y me da envidia.

Llevo aquí casi dos meses.

Lo llamamos solo Campo de Refugiados. Así, a secas.

Está ubicado casi a cuarenta kilómetros de nuestra ciudad, de nuestros hogares. El jefe es un hombre barbudo y fornido llamado Mason. Él nos dijo que el lugar se creó al comenzar la Tercera Ola, cuando la peste dejó tantos enfermos como estrellas habían en el cielo y las salas médicas colapsaron. Comenzó como un hospital clandestino y terminó llenándose de personas inmunes al virus que buscaban un refugio.

Roger fue quien me trajo aquí.

Yo estaba sola y perdida. Él me encontró, o más bien yo di con él. Es un hecho que cualquier persona en su sano juicio no hubiera aceptado ir al bosque con un completo desconocido, al menos en el mundo en que vivíamos, pero el mundo cambió.

Aquí hay comida, enlatada y procesada, por supuesto. Nada perecedero, nada que no se pueda conservar en un almacén por varios meses. Recolectamos el agua de lluvia, es más pura que la de los ríos y lagos, los cuales terminaron volviéndose tóxicos después de la Segunda Ola. Dormimos en tiendas y en cabañas de madera y chatarra, cultivamos cuanta verdura podemos e intentamos sobrevivir.

Por las noches nos reunimos alrededor de la fogata o nos acostamos en el suelo a ver las estrellas. Existen dos grupos de personas. Durante el día o ayudamos en el campo para ganarnos la cena, o no hacemos nada y morimos de hambre. Muchos prefieren el segundo grupo, rendirse y convertirse en otro cadáver que llenará el pozo que usamos para quemar los cuerpos.

Así es el día a día. Estamos aquí, vivimos aquí. Aun así yo no lo llamaría un hogar, esa palabra ya no existe, perdió todo su significado. Murió el día en que golpeó la Tercera Ola, al menos para mí, porque para otros sucedió antes.

La Quinta Ola - El Inicio (Ben Parish)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora