Capitulo 8

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Veo a Sophie en el autobús. Está sentada junto a mí y me observa con ojos vacíos. Aunque no tiene la peste, se ve triste.

-Yo podría estar aquí contigo, Liv. Yo iba a mejorar, pero no me dejaste- me dice y dos lágrimas ruedan por sus mejillas de niña. Dos lágrimas brillantes y cristalinas, no rojas como las recuerdo.

-Lo sé, lo siento- le digo intentando tomar su mano pero mis dedos la atraviesan como si fuera de humo -. Creí que era lo mejor, lo hice por ti.

-¡No, no es cierto!- ahora grita con la voz rota -¡Lo hiciste por ti! ¡Lo hiciste porque querías librarte de nosotros y huir!

-No...

-¡Y eso hiciste! ¡Huiste, como una cobarde! ¡Nos abandonaste para salvar tu propio pellejo!- sigue llorando y se encoge sobre sí misma. Intento rodearla con un brazo pero desaparece.

Abro los ojos. Observo a mi lado, pero mi hermana no está conmigo. Por un momento no sé dónde estoy, luego, los recuerdos del Campo de Refugiados se me vienen a la cabeza de repente y me mareo. Autobuses. Soldados. Niños. Base militar.

No entiendo mucho lo que sucede a continuación. Viene un soldado y nos pone un pequeño disco plateado en la frente; a algunos les brilla en rojo, a otros verde. Nos dicen que quieren saber si estamos enfermos. El mío da rojo, así que me ponen un sello carmesí en la mano, y me hacen bajar.

Escucho a un soldado explicándole a un niño que irá al hospital para curarse, y que porque su luz es verde debe permanecer en el autobús un poco más que los otros. No me parece del todo bien, pero no digo nada. Solo sigo al resto.

Nos hacen ubicarnos a todos en enormes círculos rojos pintados en el suelo, nos dan un número y nos dejan esperando.

Observo a mí alrededor; estamos en un hangar. No hay aviones ni nada parecido, solo soldados sonrientes y niños asustados. Veo que las enormes compuertas se abren e ingresan tres autobuses más, luego los muros se vuelven a cerrar. Hay un soldado en la torre de vigilancia justo al lado y hace algunas señas a los efectivos que se encuentran en el hangar, no comprendo lo que significan pero los demás parece que sí, porque asienten con la cabeza.

No pasa mucho rato cuando escucho que dicen mi número por un altavoz. Empiezo a caminar algo perdida y un soldado se acerca y me guía hacia una puerta de metal. También está sonriendo, no me gusta que lo haga.

Entro en una salita blanca con olor a desinfectante, y me quedo sola unos minutos. Momentos después aparece una enfermera y me lleva a un rincón; aunque no me gusta nada me hace quitarme la ropa y dejarla en un cesto de basura. Luego, me meto en una ducha y me doy un baño.

Hace tanto que no me daba un baño caliente que casi se me saltan las lágrimas. Me hace ponerme una bata de papel blanca casi transparente y me lleva a una camilla en otra habitación.

Se va a buscar a la doctora que "tarda solo un segundo" según ellas, y me deja sola nuevamente.

Siento frío. La bata es tan delgada y ligera que me siento desnuda, y técnicamente, lo estoy. Todo esto me pone nerviosa.

No confío en éstas personas y que se comporten tan amables me incomoda. Tal vez he estado con personas tristes tanto tiempo que ahora la alegría no parece real.

La puerta se abre y entra una mujer con rostro amable que se llama "Doctora Pam" y me hace todas las preguntas posibles.

¿Cómo era mi vida? Normal. ¿Qué pasó con mi familia? No le respondo. ¿Están vivos? No. ¿Estoy sola? Sí. Etcétera, etcétera, etcétera.

También me revisa todo el cuerpo, y por último me muestra un dispositivo tan pequeño como un grano de arroz de color plateado.

-¿Qué es eso?- le pregunto con desconfianza.

La Quinta Ola - El Inicio (Ben Parish)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora