Capítulo 28

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Llevaba horas despierta; haciendo una guardia que no era necesaria. Habían adaptado ese apartamento para que nadie tenga la necesidad de montar guardia. Pero aún así, Cass usaba aquello como excusa.

Miraba hacia el mar. Hacia el horizonte. Pensando en cómo sería su vida si ya hubieran vivido del otro lado del charco. Si el brote no hubiera surgido en América. Y pensó en Conny y en Cooper. Ambos tenían grandes planes para cuando llegaran a Inglaterra.

—¿Qué haces ahí? —La voz de Mike era tranquila y estaba adormecida.

Cass se giró hacia él y comprobó que recién se había despertado.

—Monto guardia.

—Hace un rato dijiste que aquí no era necesario.

El chico se desperezó y se sentó sobre el colchón que había en el piso.

—¿No puedes dormir?

Cass negó débilmente con la cabeza. Se volteó hacia la ventana.

Escuchó movimientos en su espalda y dedujo que Mike se había levantado. Segundos después, el chico yacía junto a ella.

—¿Por qué piensas tanto?

Cass se encogió de hombros. Siempre le habían dicho que pensaba mucho. Que analizaba más de la cuenta las cosas que ocurrían a su alrededor.

—¿En qué piensas ahora?

—En mi madre. Ella solía decirme que pensaba más de la cuenta siempre.

Lo miró, y vio como una pequeña sonrisa yacía en la comisura de sus labios.

—Hablemos de otra cosa, ¿vale? El mundo se fue a la mierda, eso ya lo sabemos todos —exclamó Cass.—. Cuéntame algo que no sepa.

El chico rió.

—¿Cómo qué?

—No sé; ¿qué estudiabas antes del brote? ¿Dónde estudiabas? ¿Hace mucho que no tocas la guitarra?

Mike instintivamente te tocó la púa que tenía siempre colgada al cuello.

—Mi padre quería que siguiera sus pasos y estudiara financias. Mi hermano Oliver estudió eso también. Pero yo quería enseñar.

—Interesante. ¿Enseñar qué?

Se encogió de hombros.

—Supongo que música. Mi abuela fue la que me regaló mi primera guitarra cuando tenía seis. No toco desde hace mucho. No sé, siquiera, si me acuerdo como se hace.

—Dicen que esas cosas son como montar en bicicleta; nunca se olvidan.

Michael volvió a encogerse de hombros.

—¿Y tú? ¿Qué estudiabas?

Cassandra se sobresaltó al escuchar aquella pregunta. No sabía si se acordaba aquello que había estudiado —o comenzado a estudiar—. Había pasado mucho tiempo desde aquello. Se quedó unos segundos en silencio mientras hurgaba en su memoria.

—Arqueología. Siempre me gustó la historia del ser humano.

—Recuerdo que en Historia siempre estabas atenta.

—Oh, no. Siempre odié la historia de la estupidez humana, tan sólo quería tener buena nota.

—¿Estupidez humana?

—Sí. Me interesa —interesaba se corrigió mentalmente Cass.— saber la evolución hasta la estupidez humana, ya después de aquello es todo lo mismo.

Mike comenzó a reír entre dientes, lo cual hizo que Cass también lo hiciera.

Entonces, el chico le tomó la mano. Por un segundo, Cass se puso nerviosa. No podía pasar. No debía.

Él la miró. Supo que debía romper ese hechizo.

—No puede pasar.

Se encontraba a pocos centímetros de ella y sus narices apenas se rozaban.

—Quiero besarte, ¿hay algún problema en eso?

—Estoy infectada. O soy inmune, no lo sé. Pero quizás en tu organismo reaccione como el virus.

—Correré el riesgo.

Dio un paso hacia ella, pero Cass lo dio hacia atrás.

—No quiero perder a nadie más. Por favor.

Entonces, la miró con seriedad, procesando las palabras.

Finalmente, tomó su mano otra vez y le dio un beso en la mejilla.

—Al menos duerme conmigo.

La guió hasta la cama y la obligó a acostarse junto a él.

Mike colocó su brazo en el hueco de su cuello, y el otro sobre su estomago, acercándola más a él.

Él fue el primero en quedarse dormido. Cass se percató de aquello por su regular respiración. Poco después, se unió a él.

Cass habría jurado que, por primera vez en muchotiempo, había logrado conciliar el sueño sin estar pendiente del mundo que larodeaba.

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