Capítulo 35.

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Tyler.

Y, Naomi, cuando con Umma llegamos a la cocina, yo me atreví a observar por la pequeña cerradura, todo lo que vi fueron tus piernas sobre la mesada y la cadera de Joseph acomodada perfectamente para ti. Se estaban besando. La música resonaba en mis oídos, y la canción que los parlantes reflejaba, contrastaba con ironía la situación que estaba viviendo en aquel momento. Me obligué a seguir observando, a pesar de que mi corazón se rompía cada vez más, imaginándome posibles diálogos que ambos podrían estar manteniendo. Tú podrías decirle: "Me equivoqué, amor, nunca debí dejarte" y él simplemente diría: "Te perdono". Y luego estarían otra vez en la misma posición, tan unidos como si las cuatro paredes estuvieran cerradas y todo el espacio fuera aquel que compartían en la cocina que era muy grande como para estar tan cerca.

—¿Qué ves? —preguntó Umma, curiosa.

Me reincorporé en mi lugar y la miré. Negué con la cabeza.

—¿Sabes qué? No vale la pena. Tú misma lo dijiste, si ella se respetara a sí misma, no estaría besándose con él.

—¿Besándose? —dijo ella, claramente más entusiasmada, y se inclinó para observar también por la cerradura—. Pero si yo veo que ella quiere apartarse...

—Déjame ver, anda —ella me cedió el lugar y yo otra vez miré hacia dentro.

El chico sujetaba tus caderas, mientras una fuerza que no lograba ver insistía con que el muchacho dé un paso hacia atrás.

—Crees que... ¿debería...

—¿Si deberías interceder? Eres el héroe, no sé qué estás esperando —opinó ella.

Suspiré suavemente, habría lugar para explicaciones más tarde, ahora Umma tenía razón, y yo debía ser el que salvara a mi princesa de las garras del malvado hombre lobo.

Abrí la puerta, sin pensarlo dos veces, a tiempo para ver que tus manos intentaban alejar su cuerpo del tuyo, y que el tipo seguía repitiendo las mismas frases cursis obtenidas desde internet. Parecía simplemente asqueroso. Tú, tu delicado cuerpo, sus intentos por alejarlo, tus manitos sobre sus hombros para imponer distancia.

—Basta...

—Déjate llevar, si estamos destinados...

—Ella ya te ha dicho que no quiere. Si estuvieran destinados, ella no se opondría a que la sigas besando —enfaticé la palabra "sigas", especialmente para que notaras que yo no solo estaba molesto con Joseph.

Era muy divertido, Naomi, si cuando yo te había conocido, la menor de las probabilidades era la existencia de alguien más en tu vida. Siempre me había preocupado que conocieras a alguien más, o que no me consideres suficiente para ti. Pero esto... pero saber que había alguien más en tu vida, alguien que te conocía aún más que yo, alguien por quien habías llorado, con quien te habías relacionado mucho más en profundidad, quien sabe, por años quizás. Te vi como a una desconocida por primera vez en mi vida, y supe que quería conocerte mucho más, que quería tenerte a mi lado para describir los misterios que te envolvían cada día con más intensidad. Y lo sabía, bebé, sabía que me dolería, pero aún así valía la pena averiguarlo, a pesar de que mi corazón haya quedado resumido a un millón de pedazos luego de verte acercarte a él y ver la cruel realidad frente a mis ojos: que yo no era el único hombre de tu vida. Pero quería serlo.

—Tú, no sé qué le has hecho, esta maldita universidad —dijo Joseph, visiblemente enfadado—. Voy a matarte.

Antes de planearlo, el estúpido de tu ex novio tomo en su mano el cuello de mi camiseta y me empujó hacia la pared.

Yo no reaccionaba aún, sólo te miraba a tí, mientras empezabas a gritar, tapando tu boca entre tus manos. Llorabas, mientras corrías hacia nosotros y casi que te colgabas de Joseph para soltar su agarre. Debía defenderme, pero no tenía las fuerzas necesarias.

—Oye, tranquilízate —fue lo único que escapó por mis labios.

—¿¡Que me tranquilice!? —vociferó el tipo—. Tú suéltame, Naomi, cuando acabe con él ya no quedará suficiente como para que lo elijas por sobre mí.

—¡Suéltalo, tarado! ¡Así sólo empeoras todo!

—Joseph, vamos a irnos y vas a meter tu puto culo en el auto —la voz de Umma se hizo presente entre todo el ruido que cada vez molestaba más.

Tú, Naomi, diste un paso hacia atrás y la chica rubia tomó tu lugar. Murmuró algo al oído de tu ex, y él de a poco aflojó el agarre de mi pecho, hasta soltarme completamente. Parecía estar hirviendo, casi como si sus orejas estuvieran cercanas a dejar salir un humo.

—Nos vamos —sentenció la chica—. Y... Tyler... —agregó antes de irse—. Dejé mi tarjeta en el bolsillo de tu jersey, si me necesitas... solo llama.

Antes de irse, guiñó un ojo, para luego empujar hacia la salida a Joseph, y junto con él, las preocupaciones que en ese momento fueron las peores que había sentido luego del fallecimiento de mi madre.

—¿Qué fue eso? —preguntaste, parpadeando muchas veces seguidas—. ¿Umma coqueteaba contigo?

—Es divertido que lo preguntes tú, señorita besadora de ex novios —respondí, dolido.

—No es justo lo que dices.

—¿Ah no? —un deje de amargura escapó por mis labios. Me volteé para mirar a tus ojos, incrédulo.

—No —te dignaste a decir.

—Estás jugando conmigo, Naomi. Y no es divertido lastimar a las personas. No sé de dónde vienes, pero hacerme pagar a mí las consecuencias de una relación fallida con ese chico no será una venganza. Estás siendo cruel, ¿lo notas?

Me miraste a los ojos por un par de segundos. Tus manos de a poco se levantaron para tomar mi rostro y suspiraste con pesadez. Abriste tu boca para decir algo, pero segundos después volviste a cerrarla. Y yo sabía que debía alejarme, que debía imponer respeto, porque si era por ti, sólo podría conseguir burlas. Aún así, esperé a que me hablaras y que expresaras aquello que parecías pensar con demasiado entusiasmo.

—Dejé que me besara —admitiste—. Quería asegurarme de que mis sentimientos por él ya no existían. Y... —tu mano subió por mi rostro hasta mis cabellos, los apretaste con dulzura—, ahora estoy segura, eres tú el único al que quiero.

Oír esas palabras, luego de verte besándote con alguien más, fue como la más cruel tortura. Quise llorar en aquel momento, pues parecía que tus burlas no acabarían jamás. Di un paso hacia atrás, imponiendo distancia entre ambos. Parecías arrepentida, pero no del todo.

¿Hasta donde realmente me querías, y hasta donde querías mantenerme bajo tu mandato?

—Estoy harto. Hasta aquí llegué contigo. Por mí, bien puedes irte a la mierda.

Puse los ojos en blanco mientras me volteaba y salía de la cocina, con el corazón destrozado en la punta de mi boca, y latiendo a toda velocidad. Quité las lágrimas que me hacían parecer débil de mis mejillas y en cambio, decidí que no quería estar mal.

Esa, amor, fue la noche donde tomé, por primera vez, la decisión que hoy me tiene aquí, pidiendo disculpas a todo aquel que se relacione contigo, por haber interferido en tu vida, y haberte lastimado en tan gran medida.

La Mujer De Mi Vida [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora