Capítulo 38.

5 1 0
                                    

Tyler.

Intenté evitar esta parte con todas mis fuerzas. Pero quiero ser honesto, y temo que cuando despiertes ya no tenga oportunidades de soltar frente a ti lo que siento, principalmente porque es imposible que quieras verme luego de todo lo que hice. No creas que intento excusarme, solo... necesito soltarlo, explicarte. Dios mío, no entiendo por qué estoy tan nervioso. Tiemblo, ni siquiera sé si puedes oírme, pero aún así siento que, de hacerlo, te levantarías y me abofetearías. Y eso no sería lo peor, lo peor serían tus ojos cargados de decepción, las lágrimas cayendo por tus mejillas, y el ligero temblor de tu labio inferior. No podría soportarlo, la culpa es suficiente. He cumplido con mi castigo, verte así por mi debilidad es lo peor que me ha ocurrido jamás. Mi madre se fue hace más de un año, pero no pude evitarlo, ella me amaba al final de sus días. Pero... ¿tú? Llegaste a este frío hospital sin saber que significas todo para mí, sin un "te amo" y te dejé permanecer postrada en esta camilla por meses, sin aparecerme por ser un cobarde. Soy un cobarde. Estoy aterrado, y necesito que lo sepas, que sepas que te amo, y que me arrepiento. Sé que estoy muy reiterativo, pero me gustaría repetir que no intento excusarme por mis errores, o culpar a alguien más, tengo mi conciencia herida, después de todo...

Ya. Lo mejor sería dejar de hablar y empezar a contar.

Esos tiempos donde tú fuiste mía, y yo fui tuyo, los consideré un hermoso milagro desde el principio, pero había algo que me incomodaba, una equivocación que se pasaba por mi mente cada vez que tus labios se rozaban con los míos, o cuando mis manos recorrían tu cuerpo. Esta era la consecuencia, aquello que me impedía disfrutar totalmente de tu cercanía, y que en cambio me rendía cuentas durante nuestros momentos, esos momentos que, aunque eran mágicos, también lograban tornarse tortuosos.

—¿Vas a contarle?

—Claro que no, Val —negué con la cabeza—. No es tan importante, solo fue un beso.

—Ah, me alegro —dijo ella con sarcasmo, alzando ambas cejas.

—No me refiero a eso, nena, pero sabes desde un principio que estoy completamente enamorado de ella, no puedo permitirme perderla.

—Sí, sabes que te entiendo, mi vida —se acercó a mí, recostándose a mi lado en su cama—. Aún así, ella merece saberlo, si alguien nos vio...

—Estoy seguro de que nadie nos vio —sonreí con nerviosismo, volteando la cabeza en su dirección—. No es tan importante, sin ofender.

—Claro que no me ofendes, principito, los amigos siempre están ahí para ellos, y yo estuve allí cuando me necesitaste, es suficiente para mí —con sus largas uñas acomodó mis cabellos.

Recuerdo, cariño, que tu imagen no se movía de mi cabeza. Sabía que en cierta forma, al estar tan cerca de ella, estaba traicionando todo lo que habíamos conversado. En mi mente solo aparecían los sucesos de la noche anterior, cuando tú y yo finalmente nos habíamos desnudado, tanto física como mentalmente, para permitirle al otro conocernos plena. Tu cuerpo, de esa forma, no desaparecía de mi imaginación, pero coincidía con Valerie, enviarte un mensaje a esta hora solo significaría distraerte de tus estudios. Podría hablarte más tarde, sin apuro alguno, cuando otra vez nos encontremos en mi cama o en la tuya.

—Debes estar muy enamorado, tienes una cara de tonto... —murmuró, acomodando su cabeza sobre mi pecho. Yo me tomé la libertad de asentir, mientras mi mano derecha tomaba un mechón anaranjado y lo retorcía con levedad sobre mi dedo índice.

—Estás en lo correcto, nena —respondí, sonriendo.

—¿Sabes? Me has hecho ganar dinero extra, y hoy estoy bondadosa, así que te invitaré el almuerzo que quieras de la cafetería de la uni.

Fruncí el ceño con confusión. De no haber hecho esa estúpida pregunta, si tan solo yo no hubiera abierto mi maldita boca, tú quizás hoy no te encontrarías aquí.

—¿Dinero extra? ¿Y por qué?

Sonreí con superioridad, continuando con las caricias en sus cabellos.

—Pues, con lo de la apuesta, tonto —contestó ella con extrema naturalidad—. Me sorprende que preguntes —soltó una pequeña risita al final.

—¿Apuesta? ¿Cuál apuesta?

—La que hice con Gi y Nao, sobre que si ustedes dos salían... —Val tapó su boca con ambas manos—, Naomi no te lo dijo...

Me sentí idiota por unos segundos, luego ese estado se transformó en enojo, y finalmente, decepción. No podía creer las palabras de Valerie, no podía ser verdad. Entonces lo pensé, y mis inseguridades fueron más fuertes que yo, mis demonios ingresaron en mi cabeza, y repitieron una y otra vez que jamás habías sido honesta, que todo era una estúpida mentira, que jamás me habías amado, que en cambio, todo lo que habías hecho fue porque querías ganar esa apuesta. Y, cuando la diste por perdida, entraste en pánico, corriste a buscarme y te inventaste esa historia donde asegurabas que estabas realmente enamorada. ¿Dónde quedaba lo nuestro en todo esto? Una relación basada en mentiras, en miles de mentiras, en una virginidad falsa, en un ex desconocido con el cual te besabas seguro burlándote de mí, en una apuesta por la cual me habías besado esa tarde en el baño.

Y yo, que había caído a tus pies como un idiota, siguiendo tus pasos, confesando mis sentimientos y dejando de lado todo lo que me hacía ser yo para intentar ser mejor por ti. Por una chica que no lo merecía, que había llegado por decantación a causa del karma, por todas las chicas a las que había lastimado al rechazar, incluyendo a Giselle, mi mejor amiga, que no había sido capaz de contarme que estaba haciendo el ridículo, mientras que yo creía que nuestro lazo era mucho más fuerte que con cualquier chica que antes había aparecido en mi vida, salvo tú, por supuesto. 

Estaba molesto, y sentía la necesidad de golpear algo. Me sentía humillado, amor, avergonzado por mis acciones, y con la necesidad de devolverte ese dolor en el pecho que sentía en ese momento. Quería demostrarte que yo no era un juguete, y que estaba cansado, esta vez realmente, de caer una y otra vez en el mismo pozo.

— ¡No! —grité, levantándome de la cama y caminando de un lado hacia el otro—. ¡No me lo dijo, mierda! ¡Ya puedes dejar de burlarte de mí, que también me oíste cada maldita noche mientras me enamoraba de ella!

Ella me observó con los ojos cada vez más cristalinos.

—Era una excusa —murmuró luego—. Venías a mi habitación, te acercabas cada vez más a mí... incluso me besaste.

—¿Y eso qué mierda tiene que ver? —su voz tranquila pero adolorida me obligó a bajar la voz.

—Estoy enamorada de ti desde hace un largo tiempo, Ty —suspiró—. Y a Gi la rechazabas, creí que no tenía oportunidad, pero luego llegó ella... sabía que no te quería por las razones correctas, y te dejé ingresar en mi vida. Creí que, cuando notaras que ella no te merecía, abrirías un poco más los ojos y me verías a mí, a quien siente algo real por ti.

Eso me hizo pensar. Pensar en cosas de las que me arrepiento. Imaginarme quitando su ropa, descubriendo aquello que sus atuendos elegantes ocultaban la mayoría del tiempo. Imaginar cómo se sentiría volver a probar sus labios, esta vez viéndolo desde una perspectiva diferente.

Me acerqué con suavidad a ella, y de a poco la tomé entre mis manos. Estaba molesto contigo, repito, amor, quería que sintieras el mismo dolor que yo. Fue esa la razón por la que me recosté en la cama, con ella encima de mi cuerpo, y bese sus labios, intentando obligarme a sentir por ella lo mismo que tú me hacías sentir: amor.

La Mujer De Mi Vida [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora