Capítulo 19.

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Tyler.

" ¿Alguna vez te enamoraste? "

Cuando me hiciste esa pregunta, Naomi, no sé lo que sentí. Fue pánico. Mi corazón se aceleró y yo no supe ya qué decir. Quería salir corriendo de aquí porque era algo muy íntimo, algo que creía que tú no deberías saber aún. Negué con la cabeza, volviendo a mirar hacia el techo.

Sabía que querías que lo dijera, que dijera aquello que me sucedía contigo, que estaba enamorado de ti, que estaba loco y que cada noche, aparecías en mi sueños.

Pero yo lo negué, no estaba dispuesto a aceptar mis sentimientos desde tan temprano y luego a ser llamado tarado, por no estar seguro de ellos. Pero yo sí estaba seguro. Estaba mal, nada que no fueras tú pasaba por mi cabeza.

—No. Jamás sentí algo así. Pero... me gustaría sentirlo algún día —dije, evitando tu mirada mientras relamía mis labios.

Claro que no podía decir algo así. No te había gustado mi comentario, tu boca se formó en una línea recta y asentiste, sin querer demostrar lo mucho que te habían afectado mis palabras. Simulaste un bostezo, Naomi, negando con la cabeza de un lado hacia otro, y te sentaste sobre la cama. Soltaste mi mano y te levantaste, finalmente. Yo solo me limité a seguirte con mi mirada.

—Estoy muy cansada. Debo... debo irme a dormir —me encogí de hombros y asentí. Mordías tu labio con fuerza y saliste de la habitación, cerrando casi con un portazo.

No te seguí esa noche, Naomi, porque, sinceramente, no quería.

No admitiría mis sentimientos tan repentinamente. Eso te asustaría.

En ese momento, visualicé los cabellos rubios Giselle ingresando en mi habitación y las piernas de Evan. Ella estaba sobre él, con las piernas sujetas en su cintura, las manos en la nuca de mi hermano y la cabeza ladeada, con un beso tan apasionado y caliente que tuve que apartar la mirada para no deprimirme. Esos podríamos haber sido nosotros dos en ese momento. De todas formas, nuestros besos eran más únicos y especiales. Tan especiales para mí como un niño subiendo en su atracción favorita una y otra vez. Se me hacía agua la boca de tan solo pensar que quizás tú y yo, en algún momento, podríamos tener esa relación que tanto deseaba, con los besos, las acostadas y todo lo demás.

Estaba tan... enamorado.

—Eh... ¿Evan? —tosí mientras alzaba una ceja, ladeé la cabeza y rodé mis ojos, mientras metía mis manos en mis bolsillos.

Él se apartó del beso por unos segundos y me miró con cara de pocos amigos. La habitación no era lo suficientemente grande como para estar aquí con dos chicos a punto de quitarse la ropa frente a mí. No es que me molestara, había visto desnudo tanto a mi hermano como a Gi, pero eso no lo volvía menos incómodo.

—Vete con tu novia, yo me quedo con ella aquí —volvió a besarla y la acomodó sobre la cama.

Tragué en seco mientras me esforzaba por no mirar la escena que dentro de poco me causaría nauseas. Mierda. Créeme, Naomi, odiaba ver a Evan quitándole las prendas a Giselle. Dispuesto a no ver más, salí de mi habitación y caminé hacia el centro de la fiesta nuevamente, criticándome a mí mismo por haberme permitido dejarte ir sola, sabiendo las consecuencias que podría traerte aquello.

Me decidí a ir hacia tu habitación para asegurarme que estabas bien, pero al tocar dos o tres veces sin ninguna respuesta que yo pudiera oír (me costaba escuchar con la música tan alta), abrí la puerta con rapidez, dispuesto a tranquilizarme. Y allí estabas tú, llorando sobre el colchón, acostada en un ovillo, con los sollozos inundando mis oídos. Tragué saliva e hice una mueca, me senté a tu lado en la cama, sin saber qué hacer o decir. Empecé a acariciar tu pierna.

—¿Ty... Tyler? —murmuré un pequeño "Si", para informarte mi presencia y quitaste la pierna de mi toque. ¿Acaso esto era porque había asegurado que jamás me había enamorado? Me parecía un tanto exagerado—. Vete... Déjame... déjame sola.

Dijiste tú y recuerdo que en ese momento pensé: "Wow, que idiota que soy, claro que no llora por eso." Pero aún así, no quise insistir. Te dejé llorando allí, aunque no me levanté del lugar, permanecí  a tu lado, sin saber qué decir.

—¡Qué te vayas, mierda! —gritaste tú levantando la cabeza de tu almohadón y mirándome con ojos tristes y suplicantes.

Asentí y me levanté, algo sorprendido ante tu repentino grito, salí del lugar sin entender nada, pero me fui. Ahora no podía volver a mi habitación, ni estar contigo, así que fui al único lugar en el que creí que me aceptarían.

Valerie tardó más o menos cinco minutos en abrirme la puerta. Estaba vestida con una camisola larga que le llegaba más o menos hasta las rodillas. Le sonreí suavemente y entré en su habitación, dispuesto a contarle todo sobre tú y yo. No podía hablar con mis amigos, creerían que yo había perdido la cordura. Y mucho menos hablar con Giselle, ahora que estaba casi seguro de que yo a ella le gustaba.

Así que tomé a Valerie e inicié una interesante conversación acerca de nuestras vidas. Nos llevábamos bien, nada de otro mundo, éramos solo compañeros de fraternidad que se conocían hacía un tiempo ya.

—¿Ella te preguntó si te habías enamorado? —dijo ella sonriendo mientras se ataba los cabellos rojizos en una coleta y sus ojos verdosos me inspeccionaron.

Ella era bonita, pero tú eras... Eras una diosa que la opacaba con tu enorme resplandor.

—Si alguna vez había estado enamorado, sí —asentí cruzándome de brazos y encogiéndome de hombros, sentado también sobre la comodidad del colchón.

—Al parecer, ya la tienes loca. Te felicito —pegó una palmada en mi hombro y rodé los ojos, aunque me sentía bien al escuchar eso.

Al menos no era el único que creía que sentías algo por mí. Eso me hizo feliz.

—Qué suerte, porque ella también me tiene loco a mí, Valerie —dije sonriente mientras relamía mis labios y suspiraba suavemente.

La Mujer De Mi Vida [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora