Capítulo 2.

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Naomi.

Mi primer día de universidad no tenía absolutamente nada de especial. Claro, salvo por el chico que se encontraba acostado vistiendo sólo bóxers sobre la cama de mi compañera de residencia, a la cual aún no había tenido el gusto de conocer. Introduje mi maleta en el cuarto y gruñí al ver que el contrario no se inmutaba ante mi presencia. El lugar era grande, aunque no lo suficiente como para estar con un chico aquí. De pronto me sentí incómoda en el cuarto rosado al que me había sometido a vivir. El chico sobre la cama con los ojos más lindos, celestes y claros que había visto en mi vida levantó la mirada hacia mí. Me inspeccionó en silencio y luego levantó una ceja, como un homicida mirando a su próxima víctima.

Se levantó y caminó hacia mí. De repente me sentí grande, con mis jeans y mi camiseta blanca que me protegían de sus ojos. Con mi metro sesenta. Dejé la puerta abierta un tanto nerviosa ante el extraño comportamiento del chico.

—Hola —se levantó y me esforcé por no mirar su cuerpo. Giré la cabeza hacia un lado—. Soy tu nuevo compañero de habitación, Tyler.

Extendió una mano hacia mí, la acepté y la moví de arriba hacia abajo en modo de presentación. Se rió suavemente y negó con la cabeza. Era una risa ronca. Risa ronca, ojos celestes y cuerpo definido, con un trasero que miré con disimulo. Joder, me había convertido en una perfecta pervertida desde que me había separado de Joseph.

—¿Qué? Claro que no. Mi compañera es una tal... —observé mi panfleto y mis horarios, al igual que toda la información de mi habitación aquí—. Giselle

—Oh. Ella está bañándose —giró la cabeza, mirando la cama donde estaba acostado hace apenas unos segundos y yo hice lo propio. La cama era un desastre, al igual que el resto de la habitación. No lo pasaría muy bien aquí. Un molesto rayo de luz mañanero me molestaba en los ojos—. Pero podríamos hacer algo para entretenernos mientras la esperamos.

La respuesta me sacó de quicio. Lo rodeé para entrar finalmente en la habitación y apoyé mi maleta sobre mi cama, aunque al sentarme algo blando y húmedo me tocó el trasero. Hice una mueca asqueada y me levanté despacio, tragando saliva en seco. No quería ver qué era aquello que había aplastado. Miré hacia la cama y, evidentemente, era lo que creía. Una funda de látex rellena de un líquido blanco posaba allí, sobre la que sería mi nueva cama. Donde dormiría todas las noches desde ahora. Qué asco.

Las palabras de mi madre resonaron en mi cabeza: "Deberías ir a una fraternidad de chicos y chicas, así te divertirás mas." Y yo cometí el error de oírla. Qué estúpida había sido. Este chico debía de ser el novio de mi compañera y eso que me había hecho una propuesta indecente con tan solo entrar en la habitación.

—Mujer, parece que hubieras visto un fantasma. Debes estar ya acostumbrada a tener preservativos tirados por tu habitación —dijo divertido mientras agarraba sus asquerosos fluidos entre sus manos y las depositaba en el basurero.

En realidad no, quise responderle. No he visto muchos fluidos de ese estilo porque solo me he acostado con mi novio de la adolescencia. Fin de la historia. Pero fueron otras las palabras que escaparon de mi boca:

—Eso no quiere decir que tenga que presenciar los tuyos —dije aún asqueada y con la comida que había almorzado en mi casa antes de salir para aquí en la boca del estómago.

—Touché —me sonrió y se acercó peligrosamente a mí.

Reí a carcajadas mientras apoyaba las manos en su pecho, con mi respiración ligeramente más agitada y una extraña sensación en mí. Controla las hormonas, me repetía a mí misma, aunque era muy complicado en esta clase de situación. Entreabrí los labios, dejándole creer que había caído, pero yo sabía que no era de esa clase de chicas, y luego me soltó. Otra vez la risa ronca inundó mis oídos.

—¡Veo que has conocido a mi nueva compañera de habitación antes que yo, Ty, te odio! —dijo una tercera voz en la habitación.

Una voz chillona y algo irritante a la cual debería acostumbrarme si ella era la susodicha "Giselle". Al fin pude tranquilizarme. Observé a la chica ladeando la cabeza, e intenté no juzgarla, pues parecía una chica muy decente aunque acababa de ver los fluidos de Tyler que ella había hecho desprender.

—Así es, princesa, pero tranquila, tendrás mucho más tiempo tú con ella que yo —dijo él abrazando a la rubia por detrás.

La chica era bonita, muy bonita. Los rizos rubios caían por sus hombros y los ojos marrón chocolate eran tan intensos como una tormenta. Llevaba una camiseta larga, pude suponer que era propiedad del chico.

—Soy Giselle, por cierto —dijo mirándome, repitiendo aquello que yo ya había supuesto.

Así que Giselle era la novia de Tyler y yo debería intentar mantenerme alejada de la habitación el tiempo suficiente como para que ellos dos pudieran hacer de las suyas sin meterme a mí.

—Naomi, un placer —intenté evitar el hecho de que la culpa, debido a que su novio se me había acercado de más, me carcomía por dentro mientras estrechaba la mano con esta chica.

Tyler besaba su cuello, obligándola a soltar algunos pequeños jadeos. Se notaba que estos dos iban hasta las manos.

—Y... ¿tu novio siempre recibe a las chicas en bóxers? —Tyler rio pero no dijo nada.

Fruncí el ceño y volví a mirar a Giselle, que sonrió suavemente, como si aquello entristeciera. Pero luego rio a carcajadas, haciendo otra vez que la mirara confundida.

—Él no es mi novio. Es solo un amigo —el chico siguió mordisqueando su cuello de tal forma que hasta me causó repulsión.

Tenía múltiples marcas en este, todas debían ser de él. Aunque, ahora que sabía que no eran más que amigos, quizás él no era el único que había dejado su marca en el cuello de Giselle.

Finalmente, el chico se apartó de ella con una sonrisa de satisfacción en el rostro. Me miró y me guiñó el ojo. Volvió su vista a la rubia y alzó una ceja.

—Acompáñame al baño, quiero que me ayudes con algo.

Agarró su mano y la llevó hacia fuera de la habitación. Suspiré frustrada y negué una y otra vez con la cabeza mientras abría mi maleta y empezaba a quitar la ropa de allí. Metí mis camisetas y mis pantalones en el armario, al igual que las faldas, suspirando nerviosa.

Me levanté dando un par de pasos mientras negaba con la cabeza de un lado hacia otro. Estaba totalmente confundida, mas no podía creer que me había tocado una compañera tan simpática, lo cual estaba bien, aunque eso no evitaba el hecho de que yo me sentía mal por esta nueva etapa que iba a iniciar y que me daba una enorme sensación de pánico. De todas formas, debía intentarlo. Y no me quedaría con los brazos cruzados.

La Mujer De Mi Vida [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora