Capítulo 33.

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Tyler.

Me tocó conocer a Joseph por una inmensa casualidad de esas que la vida te pone en frente. Y tú me lo presentaste porque no tenías otra opción, pues ambos sabemos que, de no aparecer yo en aquel momento, tú jamás me hubieras hablado de él. Él era una parte esencial de tu pasado, y todo lo que querías hacer era olvidarlo. Y yo lo comprendía, porque él era todo lo que aún me separaba de ti. Él, con su arrogante contextura, su perfección y su imposición frente a ti. La forma en la que te miraba, como si fueras de su propiedad, como si tu cuerpo, tu hermoso cuerpo, fuera de su propiedad. Y quizás podría conocerlo más que yo, pero yo quería creer, cariño, que mi forma de conocerte era más profunda y sincera.

Frente a él, me sentí pequeño, sin oportunidades contigo. Y me prometí a mí mismo que no te dejaría sola con él. Sin embargo, era un acto egoísta, ya que mi propósito se debía a que no notaras que él era mejor que yo.

Pero mis planes se vieron interrumpidos por tu voz.

—Ty, ¿puedes irte? Necesito hablar con Joseph.

Tú miraste indiscretamente a su novia, tu rostro entre la envidia y la curiosidad respecto a la guapa muchacha que acompañaba a Joseph.

—Sí, esta canción le encanta a Umma, podrías sacarla a bailar mientras yo hablo con Nao —agregó Joseph.

Tú agachaste la cabeza y empezaste a jugar con tu pie, mientras la que respondía al nombre de Umma asentía y se acercaba a mi lado, con una sonrisa cómplice. No tenía idea de qué se trataba esa estúpida sonrisa, pero todo parecía una trampa en la que caerías tanto tú como yo.

—Naomi, tú estás segura de que... —empecé a decir, apoyando una mano en su hombro.

—Si, Ty, necesito hablar a solas, está bien.

Levantaste tu mirada y sonreíste, para infundirme ánimos. Lo que vi en tu rostro, de todas formas, empeoró mis pensamientos. Tus ojos recubiertos por delineador y tus hermosos labios carnosos pintados de un furioso rojo. Conmigo, jamás te habías producido de esa forma, mientras que para él, incluso tenías rubor en las mejillas. Temí por lo nuestro, mientras Umma me tomaba del brazo y me arrastraba hacia fuera de la cocina. La muchacha tenía cabellos rubios, la piel muy bronceada y unos hermosos ojos, tan claros que fui incapaz de distinguir su color.

Aún con semejante belleza adelante, tu imagen se aparecía en mi cabeza una y otra vez, la forma en la que te habías quedado a solas hablando con tu ex, y la sonrisa arrogante con la que el mismo te observaba.

Umma empezó a bailar al compás de la canción, y yo sonreí incómodo, mientras la muchacha se acercaba cada vez más, a la vez que mis pasos hacia atrás imponían distancia siempre que se podía. La música resonaba en mis oídos y de a poco empezó a doler mi cabeza. No quería estar ahí, sentía que mi lugar se encontraba a tu lado, protegiéndote de las enormes y magulladas manos de ese tal Joseph, pero aún así acepté quedarme a un lado y no meterme entre ustedes. Él tenía novia, una novia bonita que bailaba muy bien, y eso me inspiraba cierta confianza. Si ella estaba tan relajada con ustedes dos hablando, era evidente que no corría riesgos al dejarte sola con él.

—Me siento mal —dije, acercando mi boca a su oído, para que lograra oírme—. ¿Te molesta si me voy? Tú quédate aquí bailando, no pasa nada.

Mi principal objetivo era librarme de la compañía de la chica para poder ir a espiar a la cocina.

—¿Vamos afuera? Me gustaría recorrer un poco el campus —gritó, y yo suspiré pesadamente, para luego asentir. Después de todo, no quería cometer ninguna locura, y la presencia de Umma me ayudaba a recapacitar antes de equivocarme.

Conduje a la chica hacia la puerta trasera, que comunicaba con el parque de la universidad. En la fraternidad, esta puerta solo se usaba para ir y venir desde el campus, mientras que el enorme patio entre medio quedaba totalmente abandonado. Abrí la puerta y dejé pasar a Umma.

—Wow —se impresionó.

Debía admitirlo, la noche era perfecta para dos corazones que soportaban los nervios de no saber qué sucedería próximamente en la vida amorosa de cada uno.

—Bastante bonito, ¿a que sí?

—Debo decirlo, es hermoso. Amo el aroma a césped mojado —murmuró, cerrando la puerta detrás de nosotros.

Ambos caminamos por el cemento que nos separaba de la tierra mojada que nos mancharía los pies. Umma, a mi lado, se abrazaba a sí misma. Nunca entenderé esas decisiones de las mujeres para usar ropa excesivamente desabrigada. El viento golpeaba sobre mi rostro y de las bocas de ambos emergía vapor, culpa del frío inmenso que hacía.

—Mejor... me iré adentro —suspiró la chica, volteándose para regresar al centro de la fiesta.

—Espera —la frené, tomando su brazo. Me quité mi jersey y se lo pasé a la chica. Ella sonrió en mi dirección y agradeció en silencio, mientras levantaba ambas manos para acomodarse mi prenda de ropa, que le quedaba enorme.

—Gracias —manifestó—. Odio usar esta mierda de ropa.

—¿Y por qué lo usas? Vas a resfriarte.

Ambos nos sentamos en uno de los bancos congelados en el parque. Si se miraba al cielo, las estrellas iluminaban con su brillo normal, sin ser llamativas en absoluto.

El rostro de Umma, aún sin conocerla, parecía enfrentarse en un dilema frente a ella. Mordió su labio, hasta que apoyó su espalda sobre el banco de metal, levantando ambas piernas para abrazarlas con sus brazos.

—Joseph me paga —confesó—. No somos novios, ni siquiera me gusta él. Todo esto fue una especie de trampa. Hacer sentir celos a Naomi, lograr que ella se arrepintiera, y finalmente lo llamara.

—¿Qué? ¿Eres una prostituta?

—Algo así. Quiero decir... si, se le puede llamar así —escondió su rostro entre sus rodillas—. Pero eso no es lo importante. He visto cómo miras a esa chica. Debes tener cuidado. Lo que él siente por Naomi es obsesión. Está obsesionado por poder tenerla otra vez para él. Y créeme, no va a rendirse hasta lograrlo. Me ha pagado una fortuna más por simular que soy su novia en este evento, y me dijo exactamente lo que se suponía que yo debía decir para dejarla impresionada. Pensé que eras como él, por eso no me metí y seguí órdenes. Pero tú no pareces como él.

—¿Me estás diciendo que lo más probable es que ahora mismo esté tirando sus garras sobre mi chica?

—Quiero decir que es una posibilidad —ella volvió a mirarme.

Naomi, no te das una idea del pánico que sentí en aquel momento.

—¿Te importaría si vamos a asegurarnos que ella esté bien?

—Créeme, si ella tiene al menos un poco de amor propio, jamás lo perdonaría, no después de lo que él le hizo.

Dicho esto, se levantó conmigo y ambos empezamos a caminar, por qué no decir correr, para llegar lo más rápido a la cocina.

La Mujer De Mi Vida [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora