Capítulo 37.

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Naomi.

—Amor, ¿has visto mis bragas? —pregunté, tomando por los aires cada uno de los cojines de su habitación.

Tyler me observó desde la cama con una sonrisa sincera en el rostro. Sus ojos me indicaban, de todas formas, que estaba muy informado sobre el misterioso paradero de mi ropa interior inferior. Estos se encontraban entrecerrados, similares a los de un niño luego de una travesura. Frené mi búsqueda y me crucé de brazos frente a la cama. Su atención se encontraba totalmente en mí, de la misma forma en la que se había mantenido desde que correspondió a mi declaración de amor frente a la puerta de Valerie.

—Sigue buscándolas, mirándome no hará que aparezcan más rápido. A menos que decidas regresar a la cama, besarme por un rato más... quizás así pueda ayudarte a buscarlas. La universidad no se irá a ninguna parte.

—No, pero el tiempo sí, amor —me encantaba llamarlo de esa forma, era mi apodo fijo para él. Jamás había hablado con tanta facilidad de mis sentimientos, ni mucho menos admitir sentir amor. Supongo que no lo había sentido realmente hasta ahora—. Y mis profesores no repetirán dos veces sus lecciones.

—Ven aquí, un poco más y te juro que te las devuelvo.

—Hmm... permíteme no confiar en tus palabras.

Me acomodé la camiseta negra de su propiedad por sobre mis hombros, observándolo relamer sus labios.

—¿Cuando te he mentido yo, cariño? —sus apodos, a diferencia de mí, variaban según su estado de ánimo.

Oculté mi sonrisa a través de una mueca molesta. Simulé no disfrutar acomodarme por sobre su cuerpo, y depositar un par de pequeños besos sobre sus labios, con los ojos abiertos, para observar sus facciones, la forma en la que su sonrisa de agrandaba cada vez que mis labios se unían a los suyos, y luego otra vez se separaban para unirse nuevamente. Sus manos se acomodaron en la curvatura de su espalda. Desde que me había perdonado y ambos habíamos hecho público lo nuestro, no podía dejar de mirarlo. Mirarlo era la gloria, cada parte de él me gustaba más y más. Era imposible para mí recordar tiempos donde negaba totalmente la existencia de sentimientos hacia él. ¿Por qué lo había lastimado tanto? Si siempre me sentí completa con él.

—Nunca... nunca me mentiste —sonreí sobre sus labios—. Siempre fuiste ese hermoso hombre que estuvo ahí a pesar de que yo era una idiota. Y eso de verdad lo valoro.

Su sonrisa flaqueó, y sus manos detuvieron sus recorridos por mi espalda, para acomodarse sobre mi cintura.

—Eres todo un sueño hecho realidad, cariño —otra vez besó mis labios con dulzura—. Anoche... ¿cómo lo pasaste?

—Fue mágico, sin lugar a dudas.

—Eso esperaba, que tu primera vez fuera...

—¿De qué hablas? —pregunté, frunciendo el ceño—. No era mi primera vez, amor.

Dejó ambas manos en los lados de su cuerpo. Noté que se esforzaba por ocultar la decepción de su rostro. Y yo no sabía qué decir. ¿Él también había impulsado los rumores de mi virginidad que se extendieron por toda la universidad? ¿Se había acostado conmigo por eso?

—Pero tú...

—Ya lo había hecho, con Joseph... pensé que había quedado muy claro —musité un puchero y otra vez me acerqué a besar sus labios.

—Yo... no tengo muchas ganas de seguir con esto ahora —voltea su rostro, rechazando mi beso. Sus palabras sonaban frías y apresuradas—. Tus bragas están dentro del cajón de mis bóxers, se te hace tarde para tus clases, apúrate.

La Mujer De Mi Vida [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora