Capítulo 27.

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Tyler.

Tus palabras fueron como un golpe bajo para mí. Lo admito, luego de eso, temía verte, porque diría muchas cosas de las que me arrepentiría más adelante, pero la realidad, dura y difícil, es como es. Y yo no podía hacer nada para cambiarla. Te evité durante días, y cada vez que parecías querer acercarte a mí para conversar, para disculparte o para intercambiar un simple "hola", simplemente me escapaba, lo más lejos de ti posible. Estaba muy molesto, pero no por las razones correctas. No podía procesar el hecho de que compararas mi comportamiento con el del sádico de Lucas. Me dolía de solo pensarlo, pues creía, hasta ese momento, que sentías lo mismo que yo, y que sabías muy bien lo que me sucedía. Pero no lo sabías. Tú no podías saber que no podía dejar de pensar en tí, que me había convertido en un obsesivo que quería reclamar tu mirada, tus sonrisas y tus besos. No podías saberlo porque yo no te lo permití. Y al más mínimo intento de demostrártelo, ya empezabas a tomarme como insoportable, y me rechazabas. Entonces entiéndeme, bebé, yo estaba atado, y mis posibilidades estaban limitadas al qué dirías.

Por eso me refugié en los brazos y en las palabras de Valerie. Con Giselle ya no podía hablar, porque pasaba todo el día con Evan, porque era tu mejor amiga y porque ella sentía algo por mí, aunque ya no estaba tan seguro de que sus sentimientos continuaran luego de ver la forma en la que miraba a Evan. Pero no pasaría tiempo con ella, eso podía confundirla. Val te conocía, y tú hablabas con ella bastante seguido. Quizás ella fuera la chica ideal para que me aconsejara respecto a ti, y es por eso mismo que decidí que sería mi nueva psicóloga a partir de ese momento. Ayudaba mucho el hecho de que su habitación se encontrara frente a la mía, y que su carrera en la uni fuera "Acompañamiento Terapéutico".

—Ella me trató de loco. Creyó que me había aprovechado de ella —le dije esa noche.

Su compañera de habitación, una chica a la que yo conocía como Cintia, se la pasaba viajando, pronto quedaría libre en la mayoría de las clases. Esa era la razón por la que pasaba mucho tiempo al lado de Val, recostado en su cama, hablándole sobre el tema que centraba a mi vida desde que te había conocido: tú.

—Ajam... —y a ella le venía bien el simular estar en una sesión de terapia—. ¿Cómo te sentiste con ello?

—Se sintió... no te das una idea de lo mal que me sentí. Pensé que sus sentimientos por mí eran los mismos que los míos hacia ella, pero al parecer ella me ve como a cualquier chico al que trae loco —suspiré con pesadez—. Tengo miedo de que se vaya de mi vida, Val, y no poder soportarlo. No puedo recordar cómo era mi vida antes de conocerla y no me puedo imaginar un futuro que sea ligado a otra chica. Estoy aterrado, no sé cómo demostrarle el efecto que hace en mí, cómo explicarle que lo que siento es real, que no lo siento por cada chica con la que me acuesto.

—ESPERA —gritó, saliendo del papel de terapeuta por un momento—. ¿Tú quieres decir que ella y tú... hicieron taka taka?

Fruncí el ceño ante el término pero no pude evitar reír ante la inocencia de sus palabras. Lo pensé durante un momento, intentando recordarla ligando con un chico o llevándose a la cama a alguno, y me resultó imposible. Eso solo podía significar una cosa. Tú no eras la única que mantenía su pureza intacta. Ella también podía entenderte, después de todo, tus valores se aproximaban mucho a los de ella. Por eso mismo se llevaban tan bien, a diferencia de las discusiones que mantenías con Gi. Val no necesitaba estar con chicos para ser feliz. Tú tampoco.

—No, todavía no —dije, negando con la cabeza, de pronto podía ver realmente a la chica con los cabellos anaranjados, solo visibles cuando la luz del sol golpeaba sobre sus hebras, aclarándolas totalmente.

—No puedo creer que todavía no haya sucedido. Quiero decir... ella es bastante... —la miré con la cabeza ladeada. Sabía a lo que se refería, pero tampoco era quien para decir la palabra, después de todo, yo conocía una faceta tuya que nadie más conocía, esa que me había besado en nuestra primera fiesta después de que se me ocurriera levantar la mano— conservadora, o algo así, pero como se trataba de ti... di por sentado que ya habías hecho de las tuyas para convencerla.

—No, es que en realidad soy yo el que no se atreve. Tengo miedo de que no lo disfrute lo suficiente y me deje.

Ella enfocó sus ojos en los míos, probablemente creyendo que estaba bromeando, pero mi rostro no expresaba ningún signo de burla. Quedó boquiabierta y tuvo que esforzarse por cerrar esta para continuar hablando.

—Estás muy enamorado, no es... no sé si es conveniente, Ty... —dijo ella.

Yo hice oídos sordos a ese comentario. No podía culparla, pues a ojos de todos yo era un náufrago navegando a la deriva, a sabiendas de que pronto aterrizaría en una tierra tan desconocida y nueva que me fascinaba solo de verla a la distancia. Eras una especie de imaginación a la que yo recorría día a día, a la cual había convertido en mi realidad, en mi razón de despertar de buen humor, con la necesidad de levantarme de la cama solo para verte en una de mis clases desde la distancia, con tus cabellos marrones finos cayendo por tu espalda, aquellos que formaban parte de la mujer que había llegado a mi vida para cambiarla por completo.

Eras un cambio, un ser que me tomaría de la mano y me arrastraría hasta alejarme de todo lo conocido de lo que tan cansado estaba, para someterme a una serie de circunstancias que generarían creación en todo aquello que yo daba por perdido.

Eras, y eres todo lo que me mantiene en este mundo.

Sé que no debo llorar, te prometo no hacerlo más. Solo debes mantenerte conmigo, amor, despertar para así crear en mí cosas que nadie jamás se atrevió a crear.

La Mujer De Mi Vida [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora