ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 16: ʜᴇʀᴍᴀɴᴅᴀᴅ ɪɴϙᴜᴇʙʀᴀɴᴛᴀʙʟᴇ.

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[Abraham]






Mi vista se fija en la alta figura de Isaac, quién se encuentra buscando una compresa de hielo en la nevera, para colocarla sobre el moretón que se ha formado en su pómulo, a causa de los golpes que le he dado minutos atrás; debo implementar toda mi fuerza de autocontrol para no esbozar una sonrisa, en cuanto el joven de cabellos rubios en frente de mí, se gira posando su mirada molesta sobre mi persona, sus ojos lanzan dagas imaginarias en mi dirección.

- ¿Era necesario armar todo ese show?- interroga con molestia, al tiempo que coloca la compresa de hielo en un pedazo de tela.

- Muy necesario.- pronuncio con simpleza.

- Te recuerdo que tú fuiste que el me pidió que le besara.- señala.

- Que le dieras un beso, no que le comieras la puta boca.- le recuerdo, la imagen de Maya besándose con Isaac todavía ronda en mi mente.

- No entiendo que demonios quieres lograr con todo esto.- suelta con derrota.

- Ya te lo he explicado.- inquiero con cansancio.

- Lo sé.- concuerda.- pero ¿No crees que ya es hora de dejarle ir?- interroga, su atención se posa en mi.- ya le has escuchado, no quiere seguir con todo esto.

- No voy a rendirme sin luchar.- suelto, mi vista se fija en la imagen de Maya, la cual yace como fondo de pantalla en mi móvil.

- ¿Y que hay de Leah?- interroga con curiosidad.- te recuerdo que estás con ella desde hace meses, y no merece que le andes engañando.

- Lo resolveré.- le resto importancia.

- Entonces hazlo pronto.- demanda.- no puedes estar jugando con ellas, no es sano para ninguno, y mucho menos para mí.- se señala.- siempre termino metido en medio.- se queja.

No puedo evitar soltar una sonora carcajada ente las quejas del rubio, camino en su dirección, rodeo con mi brazo sus hombros, una vez que llego a su lado.

- Y por eso te agradezco, por todo lo que haces por mí.- suelto con sinceridad.

- No hay de que.- me dedica una amplia sonrisa.- pero la próxima vez que me des un golpe como este, dormirás afuera con el perro de la vecina del 23.- advierte.

- Lo tendré en cuenta.- suelto entre risas.

- Ahora para compensar esto.- señala su pómulo.- harás la cena durante un mes, y me comprarás dulces.- resuelve.

- Me parece que te estás aprovechando de la situación.- acuso.

- Casi me matas.- suelta con exageración.- me merezco que me des con los gusto.

- Eres peor que una mujer.- bufo entre dientes, una sonrisa amenaza con tirar de mis labios.

- Pero así me quieres.- inquiere con altanería, al tiempo que me guiña un ojo.

Le observo caminar hacia la sala, no sin antes gritar que comience a preparar la cena, niego divertido por la actitud del muchacho, sin duda alguna, es una de las pocas personas que logra soportar el torbellino de emociones, sentimientos y problemas que es mi vida. Todavía recuerdo el día en que le conocí, lo recuerdo como si fuera ayer.

Me encontraba caminado por los pasillos del hospital de emergencias donde atendían a los heridos en guerras, recuerdo que caminaba a toda prisa hacia una de las salas donde se encontraban con los soldados en mayor peligro, en frente de mí, a paso apresurado caminaba la enfermera que me había pedido ayuda con uno de los pacientes, el cual al parecer se encontraba en un estado sumamente alterado y no permitía que tanto médicos como enfermeras se le acercasen. Al entrar en el reducido espacio mi vista se posó de inmediato en la figura delgada de un joven de rulosos cabellos rubios, quién yacía gritando, ubicado sobre una de las camillas, sus ojos observaban a todos los presentes, al tiempo que de sus labios salían palabras tanto desgarradoras como amenazantes, el miedo apoderándose de cada fibra de su cuerpo, con pasos cautelosos recuerdo haberme acercado al muchacho, con la intención de no alterar aún más su estado.

Caída Libre| Abraham MateoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora