ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 3: ʜᴏʟᴀ ғᴇᴀ.

141 13 2
                                    



Es fin de semana por la mañana y yo ya estoy lista para salir a caminar, le pongo la correa a Alex, salgo de mi apartamento con mi perro y nos ponemos a trotar suave por la acera, la gente que pasa a mi alrededor me saluda amable y con una gran sonrisa, conozco a mucha gente gracias a mi trabajo, me cruzo a varios clientes quiénes me saludan con mucho cariño y a varios padres de los niños de los grados más bajos, me detengo frente a una cafetería a estirar mis piernas y músculos, el tráfico esta terrible ya que es un fin de semana largo, todos están viajando a visitar a sus familiares, veo como una moto se coloca cerca de mi pero no le presto demasiada atención, cuando levanto la vista el joven de la moto vuelve el rostro hacia mí, siento que me desnuda con la mirada atreves de sus gafas de sol, su rostro cubierto por el casco.

- Hola fea.- me saluda como si nada, su voz grave me parece conocida.

Frunzo el ceño con evidente molestia ante su descaro, pero no pienso quedarme callada ante tremendo gilipollas.

- Ni que tu fueras de un concurso de belleza pedazo de Neandertal.- pronuncio a la defensiva.

El me lanza un beso con un gesto con sus manos, pongo los ojos en blanco y sigo caminando, pero siento la moto cerca de mi, vuelvo la mirada y veo que pretende seguirme pero el semáforo en rojo se lo impide, sonrió con sorna y sigo mi camino, me detengo en un parque y me siento en una banca suelto a Alex para que valla a jugar con las demás mascotas mientras descanso mi cuerpo, siento los gritos de unos niños y luego veo como un San Bernardo enorme corre hacia mi y se esconde entre mis piernas debajo de la banca, seguido de el aparecen dos niño de 5 o 6 años buscando al perro les hago seña debajo de mi y ellos asienten con la cabeza y entre los dos lo logran sacar, pero el perro se niega a mover de mi lado.

- ¿Que pasa niños?.- interrogo al notar el comportamiento del canino.

- Tiene algo en la pata pero no se deja tocar, y lo queremos llevar a la veterinaria.- me explica el niño.

- Miren deben de estar de suerte soy asistente de veterinaria, la clínica donde trabajo queda a unas cuadras de aquí, ¿Quieren venir?- les propongo al tiempo que les ayudo a sacar el can.

- ¡Si!- responden con entusiasmo los dos pequeños.

Me toman de la mano y los guio entre la gente hasta la veterinaria, los hago pasar, mis colegas me saludan, paso a una de las salas y los hago pasar, uno de los niños se larga a llorar, me agacho a su altura y lo estrecho entre mis brazos, esconde su cabeza en mi cuello, el otro nene habla.

- Nuestro tío nos va a matar.- se lamenta el pequeño.

- No digas eso, ¿Porque los mataría?- le pregunto al tiempo que acaricio su

- Por que lastimamos a su perro.- lloriquea.

- No fue su culpa, a ver ¿Te sabes el número de tu tío?.- trato de calmarle.

- Si.- pronuncia entre jadeos.

- Bien toma mi celular y llámalo, yo le explico lo que pasó así no se meten en problemas, mientras me ayudan a curarlo.- les propongo.

- bueno.- sonríen los dos pequeños.

- Entonces, ¿como se llama el paciente?.

- Beethoven.- responde el niño acurrucado en mis brazos.

- Bueno, vamos a ver que tiene Beethoven.

Subo al perro en la camilla y lo examino, escucho sus latidos y luego hago que los niños los escuchen, reviso sus ojos y oídos, mientras los niños se divierten pasándome los instrumentos, siento un alboroto afuera, dejo a los dos niños en la sala y salgo al vestíbulo, me encuentro con un joven alto de hombros anchos, cintura estrecha largas y torneadas piernas, el rostro de un dios griego, definitivamente no ha cambiado en lo absoluto, su cabello azabache revuelto, su penetrante mirada café me observa con detenimiento.

- ¿Qué pasa aquí?.- pregunto confundida, mientras las miradas de los presentes se centran en mí.

- Este chico está como loco buscando a su supuesto perro y a sus sobrinos.- Inquiere con temor una de las chicas que trabajan en el local.

- No se preocupen, le conozco.- tranquilizo a mis compañeros de trabajo.- joven, acompáñeme.- suelto con cordialidad, a pesar que estar en su presencia pone mis nervios de punta.

Camino adelante mientras siento sus pasos detrás de mi, me muevo a un costado así el pasa, una vez dentro de la sala mira con reproche a los dos niños los cuales se largan a llorar, me acerco a ellos como una leona protegiendo a sus hijos y miro mal al supuesto tío, el me regala una sonrisa torcida, pongo los ojos en blanco, como decía, no ha cambiado en nada.

- Tranquilos niños el ogro feo y malo no les va a hacer daño.- les tranquilizo.

- ¿A quien le dices ogro?- interroga con voz ronca a mis espaldas.

- ¿Tu vez a alguien más en la sala?- inquiero con reto.

- Si, a ti.- retruca.

Pongo los ojos en blanco y vuelvo mi atención a los niños y al perro, reviso sus patas, doy conque el causante de tanto alboroto en una pequeña espina, se la quito con cuidado con unas pinzas, le desinfecto la herida, por último los niños le ponen un venda pequeña, lo bajamos al piso y listo como nuevo, salimos al vestíbulo y hago un papeleo rápido.

- Bien, ¿Nombre y edad del perro?- pregunto, mientras hago la ficha del canino.

- Beethoven y tiene 2 años.- responde el pelinegro.

- ¿El nombre del dueño?- pregunto, a sabiendas que se su nombre.

- ¿En cerio me lo estas preguntando?- Inquiere con incredulidad y divertido.

- Muy en cerio.- fijo mi vista en sus ojos.

- Abraham Matthew.

- Bueno este es un documento del animal, si le pasa algo pueden venir y consultar.

- Gracias.-canturrean los niños a coro.

Me pongo de cuclillas y los abrazo.

- De nada...- dejo la frase al aire.

- Yo me llamo Isaías y el se llama Ilai.- presenta uno de lo pequeños.

- Es un gusto Isaías e Ilai si me necesitan búsquenme con el nombre de Maya.- les aviso.

Les doy un dulce a cada uno y por último una croqueta a Beethoven.

Los veo salir de la tienda, con extrañeza, después de casi dos años, sigue siendo el mismo joven misterioso. Me quedo pensando más de la cuenta en los dos niños que han dicho que es su tío, y instantáneamente la imagen de Jess y el pequeño Thomas vienen a mi memoria, ¿Serán sus hijos? ¿Serán hijos de él?, No claro que no, son niños bastantes grandes, eso implica que no son de ellos, entonces ¿De quién son esos pequeños?

Sin darle más vueltas al asunto busco a Alex y nos vamos a casa, en el trayecto me doy cuenta que el chico de la motocicleta es el mismo que el tío de los niños, pongo los ojos en blanco ante lo lógico que es, no puedo creer que tarde tanto en darme cuenta de quién se trataba.

Al llegar a casa dejo a Alex en la sala mientras saco una rebanada de pizza del horno de anoche, le doy una mordida y luego le doy de comer a mi perro, subo las escaleras entro a mi cuarto tomo en mis manos la chaqueta del joven el cual me salvó la vida y entro a buscar en los distintos bolsillos, encuentro un volante de un bar o boliche, prendo mi ordenador (computadora) y entro a buscar información sobre el lugar del volante cuando tengo todo lo que necesito lo apago.

Busco en mi armario un vestido negro ajustado al cuerpo con un poco de escote pero no tanto, unos tacones medianos, entro en el cuarto de baño y me pego una buena y relajante ducha, entre todo este ir y venir caen las siete de la tarde, salgo envuelta en una toalla, me seco el pelo largo castaño, me maquillo levemente y por último me visto; una vez lista salgo de mi casa a eso de las 10:30 de la noche, camino varias calles y cuadras hasta que doy con el Boliche.















Caída Libre| Abraham MateoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora