Capítulo 29: Caída Libre.

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Dedicado a: FridaGonzaalez

El silencio reinando el lugar, la tristeza tiñendo los rostros de todos los presentes, trajes y vestidos negros a juego con el ambiente lúgubre, lagrimas silenciosas rodando por las mejillas, quedando así en claro que la muerte está presente, que una vida se ha perdido y que todos aquellos allegados al difunto lloran la pérdida. Por sobre todos destaca una cabellera cobriza perteneciente a un pequeño de brillante mirada café que observa con tristeza el féretro ubicado en frente suyo, sobre el cual yacen arreglos florales y varios accesorios pertenecientes a la joven que ya no se encuentra entre ellos.

-Saluda a mi mamá tía Maya, ella va a cuidarte.- pronuncia el pequeño con toda la ternura e inocencia, robando tristes sonrisas de los labios de los presentes.- dile que le quiero, y saluda a Quesos.- pide el pequeño haciendo memoria del pequeño roedor que supo tener de mascota.

La madre del niño lo toma del brazo alejándole del ataúd, antes de caminar hacia su pareja quien se encuentra hablando con el hermano de la joven difunta, los dos muchachos visten trajes de una oscura tonalidad negra, en sus rostros se vislumbra pequeñas sonrisas que tiran de sus labios, tras recordar viejos momentos vividos con la joven de rubia cabellera y ojos aguamarina, los dos jóvenes cuentan anécdotas que dejaron marca mientras sus labios son mojados por el café que les han repartido minutos atrás. Mientras en frente de ellos aparece el joven de creciente cabello pelinegro, en su rostro se pueden percibir oscuras ojeras, una barba de tres días que rodea su mandíbula, en sus manos carga una guitarra, mientras se aproxima al reducido grupo de jóvenes quienes le observan con lástima al observar el estado en el cual se encuentra el muchacho.

-Parker.- la voz del pelinegro sale ronca y apagada, su mirada vacía se encuentra con la del castaño.- espero que no te moleste, pero quisiera cantar una canción, es para ella.- pide.

-Claro, espera aquí, voy a pedirle a Isaac que me ayude a traer unas sillas.- acepta el castaño.- así estarás más como.

El castaño se abre paso entre las personas que vagan por el predio del cementerio, antes de adentrarse en un pequeño salón donde se encuentra aquel muchacho de rizada cabellera dorada junto a la rubia de largo cabello platinado, los dos jóvenes se encuentran preparando varias tazas con café, en cuanto el castaño hace acto de presencia, pocas palabras son intercambiadas antes de que los tres salgan nuevamente al exterior cargando en sus manos sillas, las cuales son destinadas para la joven mamá embarazada, y su familia, y la sobrante para el pelinegro quien ya se encuentra afinado la guitarra en un lugar apartado, su vista fija en el féretro donde yace sin vida el cuerpo de la joven a la cual ama.

- Espero que donde estés puedas escucharme.- habla el joven, con pasos lentos se aproxima hacia el cajón sellado.- esto es para ti, para que recuerdes cuanto te amo.

Los presentes fijan su atención totalmente curiosos, en el joven de cabellera azabache, quien toma una profunda respiración, antes de comenzar a tocar una hermosa melodía en las cuerdas  de la guitarra que yace entre sus manos.

- Es este amor que enciende al corazón, y el mismo amor será mi perdición.- la voz del muchacho sale ronca y potente.- Fui condenado a quererte sin razón, es un hechizo de muerte y de dolor.- un suspiro brota de sus labios, sus ojos observan con tristeza la foto que yace colocada sobre el féretro.- Y beberá mi sangre, y beberás mi amor. Nada impedirá que te ame, que seas mía, si corre por mis venas la pasión.- la imagen de la joven surca la mente del muchacho.- Somos herederos de sangre, en muerte y en vida, somos herederos de un amor.- ojos color aguamarina, hebreas que una vez fueron doradas y luego se tiñeron de una oscura tonalidad café, que hacían resaltar aún más esos bellísimos ojos.- Es tu belleza la dueña de mi voz, la misma estrella que me acorraló.- piel suave cual porcelana, y labios gruesos color carmesí.- Fue mi destino escrito con pasión, y con suspiros, salvarte me impidió.- lagrimas comienzan a descender por las mejillas del pelinegro, al recordar cada detalle de ella.- Y beberá mi sangre y beberás mi amor, nada impedirá que te ame, que seas mía, si corre por mis venas la pasión.- sus labios tiemblan con las imágenes que comienzan a atormentar su mente.- Somos herederos de sangre, en muerte y en vida, somos herederos de un amor.- recuerdos de ellos juntos, de ella aferrándose a el con su último aliento.- Y nada impedirá que te ame, que seas mía, si corre por mis venas la pasión.- su voz diciéndole por última vez que le amaba.- Somos herederos de sangre, en muerte y en vida, somos herederos de un amor.- su voz se quiebra.

Caída Libre| Abraham MateoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora