Capitulo 10

703 84 3
                                    


Darien se sentó en una roca a la orilla del arroyo, tomó otro sorbo de vino y se inclinó hacia adelante apoyando los codos en las rodillas, con la cabeza inclinada hacia abajo. Deseaba que hubiera alcohol suficiente en la jarra para poder emborracharse concienzudamente. No podía escapar de su tormento. Estaba sentado en esa fría roca con una jarra medio vacía de vino en la mano, con el pelo suelto sobre su rostro, mientras se debatía sobre qué hacer con aquella mujer terca e increíblemente hermosa que sentía devoción por su mayor enemigo.

Darien tomó otro trago de vino y observó la corriente de agua cristalina del arroyo alrededor de las rocas. Se preguntó si Diamante sabía lo afortunado que era por tener el afecto de una mujer como Lady Serena, aunque en realidad no se mereciera su amor, ni el de cualquier otra mujer. Lo que se merecía era que su prometida fuera arrancada de su mundo, separada de su vida, rápida y con dureza, sin previo aviso y sin ninguna posibilidad de recuperarla.

Los otros dos escoceses se acercaron a ellos, e iniciaron a hablar despectivamente de prometido. Mientras Darien se fue a dar una vuelta con su caballo

—El Coronel Bennett es un soldado y tiene el deber de servir al Rey. Además, ustedes son los menos indicados para señalarle con el dedo, cuando son conocidos como los intocables rebeldes del Carnicero y masacran a todos los indefensos soldados ingleses que se cruzan en su camino. — Dijo ella

—¿Eso es lo que dicen de nosotros? —preguntó Andrew—. ¿Qué somos intocables? —Serena miró la entusiasta expresión del joven escocés y comenzó a replantearse sus impresiones iniciales sobre su salvajismo hasta que, un rápido vistazo al escocés que estaba en el otro lado del claro, le recordó que no debía ponerse muy cómoda ni dar nada por sentado.

—¿Por qué me odian tanto? —preguntó sin dejar de observarlos

—No es a usted a quien odiamos —explico uno de ellos— es a su prometido.

—Pero su odio se extiende sobre ella —aclaró uno de ellos, mirándola con sus ojos verde musgo

—Pero ¿quién puede culparlo? Su prometido violó y mató a nuestra hermana. —En ese momento, el claro parecía estar dando vueltas frente a los ojos de Serena, mientras digería el despreocupado comentario como si fuera una piedra en la garganta. —¿Perdón? — Dijo Serena

—Luego le cortó la cabeza —agregó Nephrite, con igual indiferencia mientras masticaba su galleta. Sin palabras por el momento y conmocionada hasta el punto de sentir náuseas, Serena luchó por formar las palabras.

—No pueden decirlo en serio. No sé qué chismes habrán oído, o lo que el Carnicero les ha contado, pero no puede ser cierto. Si hubiera sucedido tal cosa, mi prometido no podría haber estado involucrado. Deben de haberlo confundido con otra persona. —Dijo ella— ¿Su Diamante?, ¡Dios Santo!, él nunca haría tal cosa. Ni en cien años. Debían estar equivocados. Tenían que estarlo. Las ramas de los árboles se agitaron y sacudieron y apareció Darien. Ella se giró para mirarlo, sus ojos eran oscuros y sombríos. —Recoge —le dijo a Nephrite y Andrew—. Es hora de irse. — Poniéndose en pie, metieron la comida en las alforjas y huyeron hacia sus caballos.

—¿Es eso cierto? —preguntó Serena, poniéndose también en pie—. ¿Por eso está tan decidido a matar a Diamante? ¿Porque cree que mató a la hermana de sus amigos y... y la violó? —La última parte fue difícil de decir.

—Sí, es cierto. —Darien bajó la voz—. Y esos dos hablan demasiado. —La sorpresa y la incredulidad la recorrieron. No quería creer lo que estaban diciendo, eran sus enemigos, sin embargo, una parte de ella no podía ignorar la intensidad de su odio. Tal obsesión por vengarse de un solo hombre tenía que basarse en algo.

Capturada por ÉLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora