Capítulo 12

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Serena se puso de pie. Él trató de moverse. Giró y se retorció. La sangre se derramaba por todas partes, goteando sobre los nudillos y descendiendo por el brazo.¡Dios del cielo! ¿Qué había hecho? Miró por encima del hombro hacia el borde del bosque, sabiendo que el lago no estaba muy lejos de ahí. Había soldados ingleses allí. Todavía podía llegar a ellos. ¿Lo había matado? Conmocionada, desorientada, y de repente aterrorizada de que Andrew se apareciera de la nada y la hiciera pagar por su desafío, ella corrió hacia el bosque. No podía lamentarse. Había sido secuestrada por Highlanders enemigos. No tenía más remedio que salvarse. Por lo menos ahora existía la posibilidad de que pudiera sobrevivir y alcanzar sus propios compatriotas. Podría ver a su tío de nuevo y volver a su casa en Inglaterra. Dormir en su propia cama. Sentirse segura al fin.

Lucho para continuar su camino a través de la oscuridad hasta que vio rastros de luz de luna entre los árboles. La niebla en el agua. Ondas espumosas. Salió volando de los arbustos y se desplomó sobre sus manos y rodillas sobre la hierba. Una fogata ardía como un faro en la playa. No estaba lejos. Había una tienda de campaña. Había caballos y un carro. Barriles. Una mula. Sacos de grano... Todavía en manos y rodillas, tocó el suelo con la frente. Dulce Señor, gracias.

Serena se puso de pie. Fue cojeando por la hierba hacia la playa de guijarros. Esta era la victoria. Había alcanzado la seguridad. Débil y agotada, se dirigió hacia el campamento inglés y trató de no pensar en el hombre que había dejado atrás, inconsciente y sangrando mortalmente. Trató de no pensar en su dolor, o en la impresión en sus ojos cuando se dio cuenta de lo que ella le había hecho. Expulsaría todos los pensamientos sobre él de su mente. Él era su enemigo. No podría pensar en él nunca más.

Cinco soldados dormían en sus petates dentro de la tienda, y Serena, sosteniendo la solapa abierta con una mano, tuvo que aclararse la garganta dos veces antes de que tres de ellos se despertaran sobresaltados. Se levantaron de un salto de una manera desordenada, y lo siguiente que supo era que estaba mirando de una pistola a otra, tres en total, todas amartilladas al mismo tiempo. Ella jadeó y gritó: —¡Soy inglesa! Los tres que se pusieron inestablemente de pie les tomó un momento comprender sus palabras, mientras que los otros dos se quejaron en sus camas.

—¿Qué está pasando? —preguntó uno de ellos, mirando a Serena con los ojos entrecerrados, que estaba en la puerta de su tienda junto a un farol.

—Estoy en la urgente necesidad de su ayuda y protección —les dijo—. Soy la prometida de Diamante, el teniente coronel de la Novena de Dragones. Fui secuestrada del Fuerte William por el Carnicero de las Tierras Altas.

—¿El Carnicero? —El soldado del rincón más lejano luchó por desembarazarse de su petate y buscó a tientas un arma que no podía encontrar

— ¡Maldición! Dios los ayude. Dios los ayude a todos. —Por favor —dijo—. Creo que sería mejor si nos fuéramos de aquí lo más rápido posible. Veo que tienen caballos...

—Como el infierno que lo haremos —dijo uno de ellos, corriendo hacia la puerta y apartándola de su camino—. ¿Dónde diablos está mi caballo? El olor característico del ron en su aliento flotó hacia su nariz mientras tambaleándose se dirigía a la playa iluminada por la luna. Esto no era bueno. Había imaginado una brigada disciplinada de valientes héroes ingleses, en guardia con las armas listas, que se levantarían ante el desafío de rescatar a una dama aristocrática de las garras de un conocido rebelde jacobita y enemigo de la Corona. Sin embargo, parecía haber tropezado con un grupo incompetente de cobardes y borrachos.

—Calma, imbéciles —dijo otro desde el interior de la tienda cuando bajó su arma a un costado

—El Carnicero es un cuento de hadas. Es sólo una historia inventada por los MacLeans para mantenernos lejos de sus tierras, y todo el mundo sabe que los MacLeans no son más que ladrones de ovejas.

Capturada por ÉLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora