Tridécimo: "Él"

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Peter recordaba la primera vez que algo así había pasado, tenía 6 años y estaba sentado en el sofá, en medio del húmedo y oscuro sótano, le gustaba pensar que algún día esa sería su habitación, y dejaría de compartir con Wanda, quien ocupaba todas las repisas con libros y muñecas.

El peliplateado refunfuñó cuando volvió a perder, y soltó el control del videojuego  con un puchero. Escuchó dos golpes en las gradas, y se apresuró en levantar la mirada, antes de ver como Jonathan bajaba los viejos escalones.

- ¿Hola? - cuestionó, el niño levantó la mano en su dirección. - Oh, eres tú. - sonrió quedamente, acabando de bajar las gradas. - ¿Qué haces aquí?

- Estoy jugando. - respondió con simpleza, volviendo a tomar el mando del videojuego para empezar a jugar nuevamente.

- ¿Y tu madre y Wanda? - preguntó, mientras se acercaba al sofá donde Peter estaba.

- Salieron de compras, - se encogió de hombros. - dijeron que seguramente llegarías pronto.

Jonathan asintió, y se sentó en el sofá, junto a Peter; lo observó con una mirada con la que no debía mirar a un niño, su inmensa mano se posó sobre la rodilla del peliplateado, quien no le prestó atención.

- ¡Volví a perder! - se quejó, echándose contra el sofá, un puchero impreso en su infantil rostro.

- Yo puedo ayudarte. - había ofrecido el hombre mayor, estirando el brazo para tomar el control. - Pero tienes que darme algo a cambio.

- ¿Qué cosa a cambio? - cuestionó, y la horrible sonrisa del hombre se ensanchó.

- Quiero un besito. - la nariz de Peter se arrugó con disgusto.

- No, yo odio los besos. - niega con la cabeza, y el hombre se encogió de hombros.

- Bueno... si eso dices. - dejó el control de nuevo sobre las piernas del peliplata.

Un beso no era tan malo, ¿no?

- Está bien. - murmuró el pequeño, pasándole el control a Jonathan.

La música del juego sonó de nuevo cuando el mayor le dio a "play", presionó las teclas con facilidad ante la atónita mirada del niño, y... pasó el nivel.

- ¡Eso fue increíble! - chilla, y volvió a arrebatarle el control de las manos.

- ¿No se te olvida algo? - canturreó el mayor, y Peter se encogió en su lugar. - ¿Recuerdas nuestro trato? - inquirió.

- ¿De verdad debo hacerlo?

Peter odiaba los besos, odiaba que la abuela le besara las mejillas cada vez que lo veía, y odiaba cuando Wanda se ponía toda cursi y le besaba la frente. Pero un trato era un trato, y el pequeño no iba a incumplir su palabra, así que se llenó de valentía y le plantó un beso al hombre en la mejilla. Se limpió los labios cuando se separó, mientras hacía muecas exageradas.

- Yo quiero un beso en otro sitio. - habló el mayor, y Peter lo miró, aun con las manos sobre los labios.

- ¿Qué? - preguntó. - ¿En la frente?

- No. - responde, la asquerosa sonrisa expandiéndose por sus labios. - En un sitio más especial.

Mientras el pequeño pensaba a que se refería, Jonathan lo tomó por las mejillas con demasiado rudeza, y le plantó sus labios sobre los del niño, quien se empujó hasta el otro lado del sofá. Demasiado asustado y asqueado para intentar moverse, así que no lo hizo. Se quedó allí, con ojos bien abiertos, y expresión horrorizada, mientras Jonathan se relamía los labios con la punta de la lengua, hasta que habló.

Back to me // Wolvesilver - PAUSADA-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora