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Malditasea, la puerta se encontraba cerrada.

Y si se encontraba cerrada era porque no había nadie dentro, y eso sólo significaba una cosa.

El iba a realizar alguno de sus juegos que tarde o temprano me lastimaban, ya sea mental o físicamente, siempre me destrozaba.

--Que tal, tenemos toda la tarde para divertirnos, que te parece si lo hacemos esta vez en el suelo de la sala, o en el comedor, para que la comida sea más deliciosa al recordar nuestro acto de amor-- sus brazos se envolvieron en mi cintura, y su aliento choco contra mi cuello.

--Pero sabrán, se enterarán de lo que paso-- mi intento por hacerlo cambiar de opinión eran nulas, lo sabía, pero tenía que hacer el intento.

--Tienes razón, mejor lo haremos en tu habitación-- y me arrastro a las escaleras.

--Pero, pero-- y su mirada se dirigió a mi, ya lo sabía.

--No creas que algo me hará cambiar de opinión, hoy lo haremos quieras o no Natalia, y lo mejor será que quieras-- y así llegamos a mi habitación, ya no soy consciente ahora si, sólo siento como sus manos quitan mi uniforme, y me echa en la cama.

Así siempre es, se que así siempre lo será, pero puedo cambiarlo, aunque no abriendo la boca, pero si iendome de la casa, necesito la beca del colegio, necesito esa beca de cinco años a estudiar en el extranjero.

Se que puedo parar esto.

Debo detener el miedo

Perdón por desaparecer.

Un abrazo psicológico y besos al aire.

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