4. Lugares con encanto

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Justo cuando lo perdí de vista, decidí acelerar mi paso, y cuando me encontraba casi al lado de la mesa que había preparado mi madre, corrí hasta llegar. Era como esos típicos juegos de niños en los que si tocas un lugar que se ha determinado como "casa" te salvas, así exactamente era como me sentía, en casa y segura.

Ya estaba todo preparado, con la comida servida en los platos, mientras Lidia y mi madre se servían un poco de ensalada junto a sus filetes.

-¿Se puede saber dónde estabas Evelyn? Te dije que no te alejaras demasiado y el filete lleva un buen rato preparado...

¿Era buena idea confesarles que había estado justo hablando con el vecino de en frente? Claro que no... No dije nada, sobre todo porque había incumplido mi propia promesa y porque ni yo misma estaba segura de lo que había pasado... Podría haber sido el asesino y ya nunca más hubiese vuelto a ver a mi familia ni ellos a mí. Salió un suspiro de lo más hondo de mí.

-Simplemente estaba apreciando el lugar... Aquellos árboles lo cubren todo, apenas pasan los rayos de sol y si te tumbas en el césped puedes verlo todo desde abajo, es increíble. -Cogí un tenedor para servirme algo de ensalada también -. Has tenido una buena idea en elegir el lugar mamá.

-No entiendo cómo puedes tumbarte ahí en medio, repleto de bichos. -Declaró mi hermana mientras arrugaba su pequeña nariz, yo reí.

Lidia era completamente rubia, al igual que nuestro padre, realmente se parecían mucho. Tenían una nariz pequeña pero algo alargadas, compaginaba bastante con sus labios que también eran pequeños, era como si todas sus facciones lo fuesen, pero la hacían lucir muy adorable y sus ojos celestes solo eran un complemento para embellecerla si se podía aún más. Por lo tanto, ambas habíamos heredado los ojos celestes de mi padre, sin embargo, los míos eran mucho más grandes, siempre me dijeron que parecía una muñeca de ojos grandes, había recibido el tamaño de ojos de mi madre, pero el color de mi padre, coincidían en que era una combinación perfecta.

Yo también era rubia, aunque a veces se me notaban reflejos castaños, en cambio, mi madre era completamente castaña, me recordaba mucho su color al del vecino. Por lo demás, mis labios eran carnosos, pero no formaban unas comisuras demasiado grandes, esos labios voluminosos y mi nariz algo redonda claramente lo había heredado de mi madre también. Realmente siempre me habían comparado con la actriz Amanda Seyfried y para ser honestos no era del todo errado, yo también me apreciaba en ocasiones algo de semejanza con ella.

Casi nunca iba demasiado maquillada, siempre me gustó la naturalidad y eso me lo había inculcado mi madre sin ella darse cuenta, recordaba siempre observarla de pequeña como se acicalaba delante del espejo cuando íbamos a salir, y simplemente ponía algo de colorete en sus mejillas y sus labios, no le hacía falta nada más, ella lucía perfecta y hermosa.

Después de un rato, charlando, jugando a la pelota y merendando decidimos que era el momento de volver al chalet.

Eran casi las nueve y media después de haberlo guardado todo y habernos duchado las tres cuando me senté en la mesa de escritorio que había justo al lado de mi cama, comencé a mirar el móvil y todas las redes sociales en las que me hallaba, pude ver como todas mis amigas estaban de vacaciones en otros países y algunas de ellas ni siquiera me habían invitado... Volteé los ojos, menudas amigas, aunque también es cierto que ellas sabían de mis planes para este verano.

Era muy probable que a la mayoría de ellas ya no las volviera a ver, en este pueblo no había universidad y en general casi todos iban a vivir en otra ciudad a partir de septiembre, pues, la universidad más cercana estaba a bastantes kilómetros, y precisamente a ninguna se les había ocurrido mi locura de estudiar arte dramático en Madrid, así que, me temía que mi nueva vida en Madrid iba a ser completamente en solitario. Solo esperaba que allí encontrara buenas amistades... Suspiré, odiaba tener que emprender nuevas amistades, no se me hacía fácil socializar así de repente, siempre me tuve que tomar mi tiempo para ello.

El Último Rayo De SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora