12. Una fiebre intensa

31 2 0
                                    

Cuando aquellos colmillos se aferraron a mi cuello, un dolor intenso se apoderó de todo mi cuerpo, era tan profundo que podía notar como mis piernas se comenzaban a debilitar hasta el punto de temblar. Era como tener clavados dos cuchillos y que ese dolor no cese, sino que al contrario cada vez se volvía más intenso.

Iba perdiendo fuerzas, simplemente esperaba que alguien lo viera y me ayudara, yo estaba inmóvil, era incapaz de moverme, sobre todo porque aquel hombre, psicópata asesino, me sujetaba con demasiada fuerza mientras se alimentaba de mi sangre.

Así que... este era el vampiro de Castellar...

Dudaba mucho que se tratase de un vampiro real... Simplemente era un loco con la mente retorcida haciéndose creer que es un vampiro y matando de maneras espeluznantes a todas sus víctimas.

Comenzaba a perder demasiada sangre, mientras me mantenía sujeta entre sus poderosas y escalofriantes manos. Mis ojos comenzaron a cerrarse, no iba a salir viva de aquí, simplemente esperaba que mi hermana estuviese bien y que nada malo les pasara a mis padres ni a nadie de mi familia...

Mi visión se fue apagando poco a poco... Solo escuchaba como aquel hombre succionaba cada gota de mi cuello, pero eso también se fue desvaneciendo.

Por un segundo, noté como paraba, algo parecía haberle distraído, yo simplemente ya no tenía fuerzas y mi cuerpo permanecía lacio. Sentí como comenzaba a desplazarme de manera rápida pero no veía nada, hasta que finalmente dejé de sentir también.

~~~~

Mis ojos comenzaron a abrirse despacio... Estaba demasiado aturdida, y cuando conseguí abrirlos toda la habitación en la que me hallaba comenzó a dar vueltas, aquellos mareos solo hacían empeorar mi estado, provocando incluso que sintiese nauseas.

Intenté mantener mi compostura por un momento, respiré hondo y comencé el segundo turno para abrirlos de nuevo. Tragué con dificultad...

Esta no era mi casa, ni el chalet, ni una habitación del hospital.

Me hallaba en una cama grande bastante cómoda para ser sincera, con sábanas blancas y limpias. La ventana estaba cerrada haciendo así que toda la habitación permaneciera a oscuras, no podía distinguir demasiadas cosas, pero comprobé que era una habitación preciosa. Muebles blancos acompañados de detalles con texturas de una madera clara, tal vez, de haya.

Algunos accesorios encima de las mesitas de noche, como un reloj antiguo y dos libros, uno encima del otro.

Un armario empotrado también de aquella madera de haya.

Olía bien, pero era... Un embriagador perfume de hombre.

¿Qué me había pasado? Lo último que lograba recordar era estar hablando con tía Rebeca a través del móvil y... oh dios... Lidia estaba desaparecida. Debía encontrarla.

Decidí incorporarme, pero de nuevo la cabeza comenzó a dar vueltas, dirigí mi mano izquierda hacia mi frente para hacer un intento de estabilizar aquella sensación desagradable. Pero noté entonces que mi cabeza ardía también. Además, algo en el cuello me molestaba. Lo toqué y parecía un trozo de gasa que cubría alguna herida...

Finalmente, me senté con mucho cuidado y cuando quise mover mi brazo derecho, una intensa punzada me lo impidió, miré hacia lo que me lo había detenido. Mi brazo estaba conectado por un vial hacia un gotero, pero en este no había suero como debería... parecía que estaba inyectándome sangre.

Comencé a sacar con cuidado y despacio aquella aguja. Fruncí mis labios por aquella desagradable sensación.

Después intenté ponerme de pie, pero parecía que los mareos no cesaban... Me incorporé entonces, en el borde de la cama esperando que pronto se me pasara.

El Último Rayo De SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora