26. Rompecorazones

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—¿Fue ella quién te convirtió también...?

—¿También? —Preguntó confuso.

—Fue la causante de destrozar a mi familia, convirtiendo a mi padre. —Declaré mientras notaba como un nudo en mi garganta me dificultaba concentrarme en lo que debía decir.

—Verónica es como la mano derecha de aquel vampiro que te mencioné antes. —Así que su nombre es Verónica... no la conocía, pero simplemente ya la odiaba. —Y así es, ella me obligó a hacer determinados trabajos y más tarde me convirtió, aunque fue Dylan quien me obligó a olvidar la primera vez.

Dylan... borró sus recuerdos...

A mi mente intervinieron algunos recuerdos de aquel día, justo cuando me encontraba tirando la basura y conversamos algo hasta que tía Rebeca interrumpió con una llamada para avisar de que Rober había despertado... Dylan lo escuchó todo y no quiso que Rober lo recordara, por eso desapareció de esa manera tan repentina y justo después coincidimos de nuevo en el hospital.

—A Dylan no le interesaba que supieras que existían los vampiros, pero sin embargo, esa mujer más tarde te usaría para después convertirte en uno... —Declaré mientras meditaba en cada detalle.

—No estropeemos la cita... —Dudó por un instante al mencionar la palabra "cita". —Hablemos de cosas más interesantes. —Añadió.

Le sonreí y volví a coger mi sándwich, apenas ya solo me quedaba un bocado más. Él entonces, decidió servirme otro vaso de vino, si seguía a este paso lograría emborracharme y no veía oportuno no estar plenamente consciente mientras mantenía una "cita" con un vampiro. De esa manera no iba ni siquiera a necesitar que borrara mis recuerdos, el efecto del alcohol lo haría por él.

—Gracias. —Mencioné. —Creo que mantenerme afuera de casa y alejada de todo un poco me ha venido genial. —Recordé entonces como fue que apareció en el momento oportuno, antes de perder la vida, algo que ansiaba por conseguir en ese preciso instante. Pero me hizo ver que aún hay esperanzas para todo esto y debía aprovechar cada momento al máximo, era un regalo que me había entregado y sería muy feo por mi parte rechazarlo.

Me había demostrado que, aunque fuesen vampiros seguían siendo las mismas personas, con los mismos gustos y que de esa manera, mi padre seguía siendo mi padre, y yo lo seguiría queriendo igual, aunque nunca me viese capaz de decírselo.

Aún había muchas cosas que necesitaba entender. Pero buscaría el momento oportuno para ello.

Después de aquello, nos tumbamos a observar y apreciar aquellas perlas brillantes que permanecían en todo lo oscuro del cielo. Era sencillamente impresionante. Rober deslizó una de sus manos hasta rozar con disimulo y delicadeza la mía. Me sobresalté, pero no aparté la mano, entonces él aprovechó la oportunidad para acariciarla con su meñique, me estremecí y simplemente no sabía cómo reaccionar. Rober era un chico encantador, y desde que era vampiro parecía haberse convertido en todo un hombre seductor, pero aún así mi corazón y mi mente se habían coordinado para estar en sincronización con el único pensamiento de un nombre, Dylan.

Levanté la mano para indicar una de las estrellas que más brillaban en ese momento.

—Mira, aquello es Júpiter. —Conseguí desviar su atención y entonces se centró en aquel punto que le estaba señalando.

—Es increíble, ¿cómo lo sabes?

—Supongo que mucho tiempo observando el cielo. —Sonreí y aproveché el momento para incorporarme. —Sé que me dijiste que no debíamos hablar más sobre vampiros, pero... —Entonces Rober también decidió sentarse, aunque su rostro reflejaba bastante disgusto. —¿Sabes quién mató a mi tío?

El Último Rayo De SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora