16. Anhelo

21 1 0
                                    

Tragué saliva...

—¿Debes decirme algo...?

Se puso en pie con nerviosismo y comenzó a caminar de un lado a otro. Pero, ¿qué le pasaba a este chico?, ¿acaso tenía intención de declararse?

Ese pensamiento simplemente hizo que sonriera mentalmente de lo ingenua que parecía por lo poco probable que consideraba que esa estupidez ocurriera, aunque en cierto modo me ayudó a que se me olvidase por un instante todo lo que había pasado.

Ni siquiera sabía qué hacer, ¿debía levantarme y acompañarle en su indecisión?

—Eh... ¿Dylan, estás bien?

Se paró y me miró, aquellos ojos de color verde agua se habían convertido en ese instante en un verde penetrante, tanto que en ocasiones parecían cambiar de color, simplemente el hecho de mirarlo fijamente hizo que no percibiera nada más alrededor mío, mi atención estaba focalizada en él, era como si aquellos ojos me entendieran el alma. Me llamaban y nada más tenía qué hacer que observarlo atentamente.

—Evelyn, ¿me escuchas?

Salí de mi absorción y me percaté que ya había estado hablando conmigo. Me aclaré la garganta, seguramente me acompañó el sonrojo de mi rostro y bajé mi mirada avergonzada.

—Perdona, ¿me has dicho algo?

—Tu padre está en peligro. — Se llevó una mano hacia su cabello para echárselo hacia atrás, en modo de desesperación.

—¿Cómo...? — Me puse en pie de inmediato.

—El barco pesquero de tu padre, llegará mañana. Debes ir con él y asegurarte que vuelve a casa contigo.

—No lo entiendo... Dylan, ¿cómo sabes eso? Y... — Sencillamente estaba tan aturdida que no era capaz de razonar con claridad. — ¿Cómo sabes que mi padre es pesquero?

—Solamente te pido que confíes en mí. — Se acercó dando un solo paso hacia mí y delicadamente posó un pequeño trozo de papel sobre mi mano. — Es mi número de teléfono, llámame si te encuentras en algún problema. — Su intención entonces fue dar media vuelta y marcharse, pero lo impedí.

—Espera. Dylan, ¿te importaría quedarte esta noche aquí...? No estoy bien y... Tengo miedo.

Pareció dudar por un momento, pero de inmediato asintió y ambos nos sentamos en el sofá, apenas hablamos algo, yo estaba asustada y aunque era consciente de que estaba con un total desconocido, me sentía algo más segura con él, no entendía por qué. Simplemente él podría ser ese vampiro o no, no conocer absolutamente nada de su vida debía angustiar a cualquier persona y ni mucho menos se plantearía que pasase la noche entera en la casa, sin embargo, él me transmitía una seguridad extraña, como si fuese el guardián de mi vida, o como si en otra vida me hubiese salvado de un peligro de muerte.

Medité sobre si sería oportuno comentarle lo del vampiro, pero mi inseguridad me lo impedía, pues, tal vez solo le pareciese una loca intentando llamar la atención o una niña pequeña que cree en ese tipo de cosas. Aunque realmente, él también me había advertido sobre el peligro que podría correr mi padre...

¿Y si no era cierto...? ¿Y si... era una trampa?...

Mañana lo comprobaría todo y dependiendo del resultado, optaría por confiar en él o no.

Unos minutos más, mis ojos no parecían aguantar más el cansancio, se fueron cerrando poco a poco, mientras él seguía tan despierto y atento a mí. Mi cabeza se fue deslizando por el respaldo del sofá hasta terminar encima de su hombro, él pareció tensarse algo, pero no se apartó. Y ahí, justamente en ese instante terminó mi día de mierda.

El Último Rayo De SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora