17. La llegada de papá

16 1 0
                                    

Me preocupaba bastante el estado en el que pudiese estar mi tía, pero antes de nada debía comprobar lo que Dylan me había advertido. Era plenamente consciente de que se podría tratar de una trampa o tal vez solo vacilarme y conseguir algo con todo esto.

No estaba segura de nada, pero aquella seguridad que siempre me transmitía me aportaba bastante tranquilidad y hacia que confiara en él sin pensármelo demasiado. Quizá eso no fuese tan bueno como yo pensaba, pero en este instante no me quedaba mucho más por hacer que comprobar si aquello era cierto o no.

Después, me aseguraría que tía Rebeca esté siendo cuidada como se merece por los médicos, pues supuse que la trasladaron hacia el hospital.

Unos minutos más tarde, mientras Raúl y Lidia seguían en la piscina, llegaron mi madre y mi tío.

Justo cuando entró por la puerta pude ver su rostro totalmente pálido, resaltaban sus ojos castaños irritados e hinchados. Tío Enrique venía a su lado y tampoco resaltaba ni una pizca de felicidad en sus expresiones.

—Los niños están en la piscina. Como te dije... Debo salir, pero espero no tardar mucho.

Mi madre fijó la mirada en mí y podía notar claramente el temor en ella.

—No te vayas hija. — Nunca la había visto así, siempre me había ordenado las cosas, pero esta vez parecía más una súplica que una orden.

Me acerqué a ella y le agarré de las manos.

—Temo que pueda pasarle algo a papá. — Su mirada se volvió confusa. — No puedo darte más detalles porque ni siquiera yo lo sé. Por eso, debo ir a comprobarlo y después necesito ir al hospital para ver que Rebeca está bien.

—Entonces yo iré contigo.

—Mamá, ni siquiera creo que estés en condiciones para enfrentarte a papá. Lo mejor es que os quedéis aquí. — Fijé mi mirada en tío Enrique. Era un hombre muy apuesto y elegante para su edad. — Tío encárgate de que estén bien, por favor. No salgáis.

Salí de casa, justo cuando crucé mi parcela miré hacia la casa del "famoso" vecino. No parecía haber nadie.

Seguí con mi camino. Esperé al autobús que me llevaría hacia el puerto donde atracaría la embarcación de mi padre. Me preguntaba mientras veía la llegada del autobús, puesto que Dylan había sido el causante de esta preocupación, también debía haber venido a acompañarme en esta angustiosa salida. Resoplé. También sería una excusa más para pasar más tiempo junto a él. Tenía su móvil y pensaba que tal vez, sería una buena excusa para usarlo, sin embargo, tampoco quería presionarlo...

A medida que el autobús se iba acercando a mi destino, los nervios me iban matando poco a poco, agarré con fuerzas mi móvil en la mano, preparada para llamarlo en cuanto viese algo sospechoso.

Deseaba con todas mis fuerzas que no se tratara de ninguna trampa, que realmente me quisiera ayudar y que ojalá nada le pasase a mi padre. Nos había traicionado, eso era cierto, pero jamás permitiría que le pudiese ocurrir nada malo y por supuesto, me daba igual poner en peligro mi vida. Ni siquiera me planteaba que eso fuese uno de los problemas que no me dejase venir hasta aquí.

Me despedí con un saludo del conductor del autobús y salí en busca del puerto. Había venido muy pocas veces por este lugar.

Recordaba perfectamente como una vez de pequeña, Lidia aún no estaba y mi madre me agarraba de la mano mientras yo subía mi otra mano y la agitaba, y así nos despedíamos de papá cuando él subía al barco para marcharse a trabajar como otras tantas veces.

Cuando fuimos creciendo cada vez veníamos menos hasta que dejamos de hacerlo por completo. Deseaba tanto que se quisieran como en aquel entonces... Pero ahora era todo tan distinto... Ni siquiera quería creer que mi padre había sido capaz de traicionarnos, si siempre estuvo tan unido a mamá.

El Último Rayo De SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora